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Iván Gelibter
Sábado, 26 de julio 2014, 01:00
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Llegó de blanco inmaculado pero pidiendo guerra; ofreciendo primero lo último que tenía, pero manteniendo un ritmo ascendente en todo momento. Ricky Martin sigue siendo el rey del movimiento de las caderas, que acompaña con una sonrisa capaz de enamorar, de hacer que uno pierda el juicio y la vergüenza, acompañándole en todas y cada una de sus coreografías con los ojos cerrados. Esta noche en Marbella sugirió que el público olvidara todos los problemas "de casa y del mundo", y así ocurrió. Porque cuando el estaba en ese escenario de la cantera no había nada ni nadie. Sólo un éxtasis que es así debido a que el imaginario latino sería un sinsentido sin la historia de su vida.
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No faltaron ni 'Living la vida loca', ni 'La copa de la vida', ni 'La bomba', pero es que además la edad no ha hecho en mella en la forma de interpretarlas. Supo también mostrar lo más destacable de ese 'Más', cuyas letras derretían sinceridad, ya que proceden de esa libertad con uno mismo que ganó hace años. Incontables cambios de ropa, 'duelo' de sectores en el público (a ver quién gritaba más) y una sensación que pocas veces se iguala. Porque Ricky Martin esta noche en la cantera reinó sobre Marbella usando sus caderas como arma y su sonrisa como escudo. Y los fans cayeron, derrotados, por una grandeza divina. Una 'vida loca' regalada a Málaga en algo más de 90 minutos que ha puesto el listón muy alto en este festival Starlite 2014. Una experiencia irrepetible.
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