Borrar
Olga Román, anoche, en el concierto
Olga Román y la argentinidad

Olga Román y la argentinidad

La compositora e intérprete de jazz ilumina el Palacio Episcopal con un ritmo traído del otro lado del Atlántico

Iván Gelibter

Domingo, 22 de junio 2014, 15:55

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Escuchar cantar La arenosa por boca de alguien que no sea Mercedes Sosa, y al mismo tiempo ser capaz de que le trasladen a uno a esa Argentina lejana a Buenos Aires es un privilegio. Ese comienzo más propio del altiplano que del sur de España, adornado con el suave movimiento interpretativo de su cuerpo y de sus manos, hacía resplandecer a una Olga Román que afortunadamente en su último trabajo supo acercarse a Juan Carlos Baglietto lo suficiente como para poder cantar las grandes obras que Leguizamón dejó en herencia a la cultura musical latinoamericana.

Pese a que el inicio tuvo pinta de ser superlativo e inigualable, el mate no fue lo único que se pudo beber a nivel musical. Guitarra y caja hacían trasladarse de nuevo a la península, dando un paseo por lo que ella ha compuesto durante su más de diez años de carrera. Resonaban entonces esos acordes de Pedro Guerra, casi como si estuviera presente en un Palacio Episcopal que no quería anochecer, dejando que el atardecer de verano iluminara la escena desde arriba haciendo inútil la artificialidad. Un disco, el de Vueltas y vueltas, que regaló en su momento canciones como Sin darnos cuenta o Cómo puedo saber, que también tuvieron anoche un espacio entre los celestes argentos de comienzo y fin del show.

«Otra vez», decía, pero en ese inglés que casi le hizo ganar un Goya en 2002. Sonaban canciones ya convertidas incluso en sintonías recurrentes, como lo es ese No da igual que a todos importaba en la seminoche de ayer. Pero no quedó ese paseo allí, sino que quiso traer su Olga Román 2 a la palestra. Cambiando ya a Drexler por Guerra en Apareces y casi haciendo visible a una Carmen París con la que solía cantar asomada en el foro que compartía con Sabina concierto tras concierto. Un feeling de ida y vuelta con el que este trío en el que también estaba presente Milanés fue elaborándole un estilo propio. Con aquello llegó en su momento hasta la infraconocida provincia de Río Cuarto, donde sí conocen la historia de aquella anciana de 70 años que bajaba la empinada ladera de la montaña, presurosa por llegar al valle y cantar una zamba detrás de otra. Porque al fin y al cabo de esto trataba un recital transoceánico. De una española que bailaba sus aptitudes entre rasgueos cercanos a Sosa, a Baglietto e incluso a Yupanqui. En ocasiones hay una sensación de absurdo desapego entre España y el conosur, pero este se acaba cuando músicos como Olga Román deciden glorificar las tradiciones.

Y allí tomó el micro con sus manos para cantar una chacarera. Para gesticular como la mejor de las divas del jazz anglosajón, pero con un tono de voz que pontificaba los versos como también gustaba de hacer Silvina Garré en Reinas sin pueblo. Porque anoche Román ganó al juego de demostrar más argentinidad que nadie.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios