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FERNANDO MORGADO
MÁLAGA.
Lunes, 15 de enero 2018, 00:45
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La lluviosa mañana del domingo no consiguió desanimar a nadie y la calle Echegaray fue testigo de un desfile de coloridos paraguas que protegían a los verdaderos protagonistas de la segunda cita de la temporada de teatro infantil. Padres y niños llenaron por completo las butacas del Teatro Echegaray para asistir a una producción local de las compañías Nuevo Teatro Musical y El Asteroide.
Aunque alguno se asustase cuando se apagaron las luces de la sala, pronto la voz en 'off' captó la atención de los más pequeños y los tranquilizó hasta la entrada en escena de los títeres, manejados con maestría por los jóvenes actores Franc González, Estefanía Moscoso y Pago Agout.
'El guardián de los sueños' es un montaje divertido y muy bien ejecutado que cuenta con música en directo, lo cual siempre eleva el mérito. Nacho Doña, uno de los fundadores de Nuevo Teatro Musical, se pone al frente de la orquesta compuesta por Manuel Rueda, Miguel Romero y Pedro Valdivieso, que interpreta la música de Franc González. Son las canciones los momentos más esperados por el público para bailar -fuera de los asientos, incluso- y acompañar con las palmas la historia que propone 'El guardián de los sueños'.
Porque aunque tal vez pasara desapercibida para muchos espectadores, aún demasiado jóvenes, la obra incluye una profunda moraleja que mezcla algunos elementos de 'Cuento de Navidad' de Charles Dickens -el protagonista, Nico, recibe la visita de tres criaturas para superar las respectivas pruebas- con referencias más recientes como 'Del revés'. Si en la película de Pixar el mensaje final era que no debíamos rechazar la tristeza, pues es también un motor fundamental del comportamiento, en 'El guardián de los sueños' se trata de enseñar a los niños a aceptar el miedo como un 'hermano' inseparable del valor.
A un nivel más básico, en las primeras escenas de la obra se evidencia el mal comportamiento de Nico con sus padres, que tampoco actúan de la mejor forma cuando su hijo les desafía y chantajea. En su viaje onírico, el protagonista, aconsejado por Ceniza y Polvorilla, que son representaciones de sus propios sentimientos, aprende una valiosa lección sobre la amistad y la valentía.
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