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MALESTARES

SORA SANS

Jueves, 5 de octubre 2017, 00:59

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Vivimos días de malestar social, como si una epidemia nos hubiese contagiado a muchos, haciendo subir la fiebre, el dolor de cabeza, la indigestión y hasta cierto sarpullido. Los síntomas se multiplican y en este caso, no es función de los médicos buscar un remedio, y aunque lo hiciesen, no solo basta con paliar los desagradables efectos, hay que buscar la causa del malestar social. Dejando a un lado la cuestión catalana, no por falta de opinión o compromiso, sino porque poco podemos hacer desde aquí, quiero reflexionar sobre mi tierra, Andalucía y su sistema sanitario. Hay otros malestares, más o menos graves, que sufren la inconsistencia de un sistema que no funciona, que solo sobrevive. Si va usted al médico y pasa un par de horas en la sala de espera (nada raro, por cierto), podrá ver cierta similitud con atender a la Iglesia. Un alto porcentaje de personas mayores en la sala, informándote de las normas, guiándote en el proceso, controlando los turnos, con amabilidad. Personas que van a ver al cura, al que cura, al doctor o doctora que les recetará su dosis de fe para el siguiente mes, que escuchará sus dolencias y alimentará su paciencia, porque al ritmo al que va la Sanidad, quizás se tengan que operar en otra vida. Pero ellos no se quejan, lo entienden y argumentan pacíficamente en la sala de espera. Ayudan al niño y al adulto a entender cómo va el sistema, mucho mejor que los funcionarios que, con mala cara y sin buenos días, te sellan un papel y te miran con hostilidad cuando te atreves a preguntar en qué sala debes dejar tus pruebas. Como si te hicieran un favor, pero sin hacerlo. Estas dos horas de espera son muy valiosas si se saben aprovechar. Sirven para entender cómo esta sociedad no está atendiendo a sus enfermedades, a su dolor y a su falta de apetencia. Para ver cómo las sabias personas mayores proponen ideas que ya les gustaría tener a nuestros políticos, para de alguna manera, entender que este mal mayor que vivimos no se cura con aspirinas. Quizás, solo nos quede rezar para que al llegar a esa edad, tengamos la suerte de poder esperar dos horas a que nos atienda algún Dios.

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