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Domingo, 7 de enero 2018, 00:10
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Resulta sorprendente lo poco que ha cambiado Villa Lolita desde que Guillermo Pérez Villalta la escogiera como motivo principal para su cuadro Tardes de Pedregalejo, allá por 1975. La casita no solo ha resistido los embates del mercado inmobiliario –en plena avenida Juan Sebastián Elcano- sino que sus propietarios no han sucumbido a cierta manía perniciosa que se ha impuesto en la ciudad, consistente en la elevación de los cerramientos perimetrales y/o la transformación de éstos en opacos, previa soldadura de chapas tras las antiguas rejas. La costumbre obedece a un exacerbado sentido de la privacidad, pero su resultado son calles inhóspitas que ocultan al paseante los jardines existentes tras las vallas. De modo que hay que agradecer a los dueños de Villa Lolita que nos permitan admirar los setos primorosamente recortados contenidos en el suyo.
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