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Domingo, 20 de agosto 2017, 00:36
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Cada jueves de verano les encontrarán en el Artsenal del Muelle Uno. Todos los lunes, en Maná Café de la Avenida Moliere. Y a lo largo del año se cruzarán con ellos en The Hall, La Térmica e incluso en plena calle. Lo que empezó con solo tres personas en una sala de Málaga alcanza ya al centenar. Es contagioso y adictivo, un ritmo hipnótico que les hace mover los pies sin parar y sin dejar de sonreír. Tienen la fiebre del swing. Málaga se suma a un fenómeno global que recorre buena parte de Europa y del territorio español. Comunidades de baile como Málaga Swing y bandas de música como Petiswing y One Two Swing reviven en la provincia las canciones y los pasos que copaban las salas de fiesta de finales de los años 20 en EE UU. Y esto solo es el principio.
Para entenderlo hay que echar la vista atrás. Hace más de 80 años que Frankie Manning y su pareja de baile realizaron el primer aéreo de la historia del swing en el Savoy Ballroom. Dicen que de fondo sonaba 'Down South Camp Meeting'. Fue en ese local del distrito de Harlem (Nueva York), de los pocos que permitían la entrada a personas negras, donde allá por los años 30 nació el lindy hop, la variedad de baile más popular del swing. Se trataba de mezclar estilos que ya existían como el charleston, el cake walk y el black bottom, combinados con posiciones abiertas: frente a las posturas erguidas de los bailes de salón europeos, los afroamericanos flexionaban aquí las rodillas con una cadencia muy marcada.
Un baile alegre, divertido y desenfrenado, como las notas que lo acompañaban, que proliferó en un tiempo triste: entre la crisis económica de 1929 y la Segunda Guerra Mundial. El final de la contienda cambiaría no solo el rumbo de la historia, también su música. La irrupción del rock&roll desbancó al swing de las pistas de baile, tanto que Manning cambió la profesión de bailarín por la de cartero. Hasta los años 80. En la otra punta del mundo, en Suecia, un grupo de jóvenes se propuso revivir ese baile desenfadado y salió en busca de los supervivientes de la época dorada. Tras una resistencia inicial, Manning aceptó enseñar esos pasos ya casi olvidados a aquellos jóvenes inquietos y la mecha del lindy hop prendió en Europa. En España entró por Barcelona en los 90 y de ahí se extendió a Valencia, Madrid, Vitoria, Sevilla, Granada... Y Málaga, donde este último año el fenómeno ha explotado.
No ha sido cosa de un día. En 2014 nace Málaga Swing, una comunidad de baile fundada por Miguel Moreno, que, seducido por esos ritmos pegadizos, aprendió a base de tutoriales de Youtube y cursos intensivos. Al poco se sumó Ángela Gómez en las labores organizativas. No son ni asociación ni escuela, aclaran: «Fomentamos la cultura del lindy hop, que no solo sean clases para aprender algo que no puedes practicar», apunta Moreno. Este es un baile social que no funciona como asignatura reglada, sino como cursos informales que dan paso a fiestas en las que demostrar las habilidades y, sobre todo, divertirse. Si no hay dónde ponerlo en práctica no sirve, por eso Málaga Swing se encarga de que no falten lugares.
De la veintena de personas que empezaron a aprender hace un par de años con Miguel Moreno, el pasado julio despidieron el curso con ocho grupos de distintos niveles y alrededor de 200 aprendices. Y sin límite de edad: sus alumnos tienen entre 16 y 70 años. Al principio eran tan pocos que les costaba encontrar una sala que pinchara swing y así surgieron los 'Clandestinos', citas espontáneas en calles como Alcazabilla o el paseo marítimo por el simple gusto bailar que aún hoy se siguen convocando a través de Facebook. «La gente se para, participa y echa fotos. Al principio nos preguntaban qué era eso que bailábamos, pero cada vez nos conocen más», asegura Ángela Gómez.
La calle ya no es la única opción. Maná Café (todo el año), Artsenal del Muelle Uno (julio y agosto) y The Hall (durante el curso) se han sumado a esta tendencia que asegura una buena entrada de público cualquier día de la semana. Además, en enero volverá por tercer año el festival Costa del Swing y tendrán que buscar nuevos espacios. La Cochera Cabaret, donde se han reunido años anteriores, ya se les queda pequeña.
Málaga se ha sumado tarde al tren del swing, pero ya está marcando el paso. El lindy hop se baila en pareja donde uno ejerce de 'leader' y otro de 'follower'. Por regla general, el chico se apunta a liderar el movimiento mientras la chica le sigue; algo con lo que quiere romper Málaga Swing. En sus clases -que retoman el 2 de octubre en la Térmica- han conseguido suprimir los géneros: aquí todos aprenden los dos roles con la idea de que bailen chico/chica, chica/chica o chico/chico. Así nadie dejará de inscribirse por no tener acompañante ni se quedará sentado esperando a que alguien del sexo contrario le tienda la mano. Además, acaban de introducir clases de balboa, una variante del swing que surgió en California donde hay más contacto entre los bailarines y los pasos son más cortos y rápidos.
El lindy hop, no obstante, sigue siendo el rey de la pistas. Es vistoso, divertido y, además, no es necesario tener habilidades especiales. Más complicado es lanzarse al claqué, otro baile para el jazz que enseña desde hace cuatro años Manuel Albarracín en Málaga Claqué, con sede en Urte Teatro. «El aprendizaje es muy lento, hay que dedicarle horas y horas, y algunos se desaniman», reconoce Albarracín, al que su desenvoltura en este estilo le ha llevado al musical 'Billy Elliot' en Madrid. En cualquier caso, son bailes hermanos, parten de una misma raíz, y más de una vez él se ha sumado con sus zapatos con tapas de metal a los eventos de Málaga Swing.
Pero de nada vale dominar los pasos si no hay música. «Y no es lo mismo un disco que una banda en directo», coinciden. La demanda creciente ha hecho que músicos de Málaga se unan en combos especializados en el swing para baile. «Es muy diferente a lo que estamos acostumbrados. No puedes hacer solos excesivamente largos y el ritmo no puede ser muy rápido ni muy lento. Son tiempos distintos, todavía estamos aprendiendo». Lo dice Tete Leal, saxofonista jazz y director del Centro de Artes y Música Moderna de Málaga (CAMM).
Leal trabaja este nuevo lenguaje al frente de Swing, Brother, Swing! y One Two Swing, dos bandas de diferente formato -con veteranos del género como Ricky Vivar y Diego Suárez- que participan en casi todos los eventos de Málaga Swing. De hecho, en la mayoría de los casos son ellos los que cierran los bolos y el caché con los diferentes locales, con la garantía de que se llenarán a través del poder de convocatoria de la comunidad swing malagueña. Todos ganan.
Y para los músicos es algo distinto. «Recupera la idiosincrasia que tiene la música, que era para que la gente bailara y gozara. Es lo que pasaba en los clubs de los años 20 y 30, pero el jazz más escolástico lo ha perdido», reflexiona Tete Leal, que cree que es un buen aprendizaje para los instrumentistas de jazz, «para que vean que no es todo tan sesudo».
A ese ambiente de fiesta contribuye también la banda Petiswing, con cinco años de trayectoria. Ellos recogen en Málaga el testigo de la música swing vocal al más puro estilo The Andrew Sisters: tres mujeres al micrófono acompañadas de violín, guitarra, contrabajo y batería. El guitarrista Fali Martínez fundó la banda junto a la cantante Anabel López cuando se topó con la música de Django Reinhardt, «el precursor europeo de la guitarra jazz en los años 30». Arreglaron temas estándar a tres voces, buscaron al resto de los miembros y empezaron a tocar. «Desde el primer momento la gente nos decía qué sonábamos muy bonito, con elegancia y alegría. Los más mayores y los extranjeros conocen algunas canciones, los jóvenes se sorprenden y los niños se hinchan de bailar», asegura Martínez.
Pero no se han limitado a revisar estándares americanos. En los últimos tiempos, han rescatado una colección de canciones swing en español de los años 50 que estaban totalmente olvidadas. «¡Y hay un repertorio tan grande que da pena que esté perdido!», exclama el guitarrista. Cantantes como Rina Celi o las Hermanas Rusell destacaron por su estilo americano con curiosas letras en castellano. Al escucharlas muchos les preguntaban por un disco y hace seis meses se lanzaron por fin a editarlo. En 'Petiswing y su ritmo' mezclan los clásicos americanos con temas como 'Una chica con imán' (Joan Durán Alemany, Vicente Moro) o 'Carta de amor' (Mario Marcel y José Casas Augé). Desde el escenario ven las caras de disfrute de quienes están al otro lado. «Y cada vez son más. Es una locura ver a 200 personas bailando esto en Málaga, nunca lo hubiera dicho. Esto está reventando», afirma Martínez.
Tanta es la fiebre del swing que es posible recorrer Europa de encuentro en encuentro de lindy hoppers. «Yo ya solo viajo para ir a bailar», apunta Ángela Gómez. «Yo me voy a Roma y ya he buscado donde bailar. Por la mañana ves monumentos y por la noche vas a una discoteca donde sabes que vas a estar a gusto», añade Miguel Moreno. Y Málaga ahora también está en el mapa del swing.
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