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Albert Einstein toca el violín en la Universidad de Princeton, en 1931. Afp
El hombre que convirtió la física en arte

El hombre que convirtió la física en arte

El libro 'Einstein para perplejos' ahonda en la trayectoria científica y vital del padre de la teoría de la relatividad

Álvaro Soto

Madrid

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Sábado, 20 de enero 2018, 01:26

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Si en una encuesta se pidiera a la gente que nombrara a un científico, la respuesta abrumadoramente mayoritaria sería 'Albert Einstein'. Aunque puede que sucediera como aquella vez que el gran físico alemán visitó España y una señora le paró por la calle: «Usted es el inventor del coche», le dijo la mujer. Un error, aunque comprensible, porque quizá el coche fue lo único que no descubrió Einstein (Ulm, 1879-Princeton, 1955), que se levanta como un gigante en el mundo de la física: sobre sus hombros descansan hallazgos que cambiaron la física para siempre, como la teoría de la relatividad o el desarrollo de la mecánica cuántica. En 1921 recibió el Nobel de Física por sus aportaciones a la Física Teórica, y en concreto, por su descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico.

Su última victoria, de hecho, ha sido muy reciente: el descubrimiento de las ondas gravitacionales, que en 1916, justo un siglo antes, Einstein ya había anticipado. «En la historia, a su altura solo está Newton», asegura el físico teórico argentino José Edelstein, que publica junto con el también físico chileno Andrés Gomberoff el libro 'Einstein para perplejos' (Debate), un acercamiento a una figura clave para entender la modernidad.

«Einstein hacía la física fácil», explica Edelstein, «porque pensaba de una manera completamente diferente a los demás, tenía una gran intuición y además, cambió la física que se hacía hasta ese momento, que se basaba en experimentos, acumulación de datos...». Era casi un literato de la física por su capacidad para hacer documentos legibles. También era un maestro de las ecuaciones, que le quedaban «bonitas, verdaderas obras de arte», como la legendaria de la energía y la masa («la energía es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz»).

El libro está compuesto por 23 ensayos que abordan sus logros, pero de una manera comprensible para el lector, que descubre que todo lo que descubrió Einstein está presente en el día a día de un ser humano del siglo XXI gracias a las aplicaciones de la física cuántica en la tecnología. «Los GPS, por ejemplo, no existirían sin la teoría de la relatividad. Funcionarían, pero tendrían un error de 11 kilómetros cada día», explica Edelstein.

Leyendas falsas

Alrededor de la figura de Einstein han crecido decenas de leyendas. «El 95% de las frases que se le atribuyen no son suyas», cuenta el autor. Y entre todos estos mitos aparece uno que vincula al físico alemán con el Proyecto Manhattan, que proyectó y realizó la bomba atómica, un vínculo que Edelstein niega con firmeza. «Einstein fue probablemente el único científico europeo de los que emigraron a Estados Unidos que no participó en el Proyecto Manhattan», subraya el escritor.

«A través de científicos europeos emigrados, Einstein se enteró de que Alemania iba a utilizar las minas de la invadida Checoslovaquia para conseguir uranio y crear su bomba atómica. Escribió a Roosevelt avisando de que Hitler estaba detrás de la bomba y a partir de ahí se creó el Proyecto Manhattan. Pero no llamaron a Einstein, probablemente, porque pensaban que iba a ser quien más reparos éticos plantease a los planes bélicos. El compromiso de Einstein contra la bomba atómica es tan evidente que, cuando se enteró (seguro que por el periódico) de que se habían lanzado en Japón, fundó junto con el filósofo Bertrand Russell una asociación contra el uso de las armas nucleares. Einstein fue un gran pacifista», subraya Edelstein.

Convertido en un icono de camisetas, protagonista de una de las fotografías más famosas de la historia, Einstein fue un científico reconocido en vida, al que se lo rifaban los presidentes y los famosos: todos querían estar con él. Sin embargo, sus últimos años de vida, los americanos, fueron tristes. Su segunda esposa, Elsa, murió en 1936, al poco de llegar los dos a Estados Unidos, y Einstein se quedó muy solo. «Estaba en su mundo, no hablaba con nadie, posiblemente se deprimió», cuenta Edelstein. Algo similar a lo que le sucede hoy a Stephen Hawking, al que conoce personalmente Edelstein, otro físico 'pop' que parece estar siempre ocupado, pero que en realidad «está deseando que sus colegas le 'molesten' con sus hallazgos». Eso sí, para Edelstein, Hawking es un gran físico, pero a años luz de Einstein.

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