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Malasia. Primer plano de las zapatillas de Ignacio Dean a su paso por el país asiático.
La vuelta al mundo en 12 zapatillas

La vuelta al mundo en 12 zapatillas

El malagueño Nacho Dean relata en un libro su viaje planetario a pie en el que vivió un atentado, un asalto y la nevada histórica de Jonás

Francisco Griñán

Jueves, 25 de mayo 2017, 00:23

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La primera y la última imagen son iguales, pero con diferente protagonista. Ambas están tomadas en la Puerta del Sol de Madrid y con el personaje señalando el emblemático kilómetro cero. En la primera se ve un joven sonriente, afeitado, uniformado de arriba abajo con prendas deportivas y con zapatillas lustrosas. En la segunda se observa a un tipo barbudo, más delgado, con pómulos marcados, con vestuario menos alegre y tenis ajados. En realidad es la misma persona, Ignacio Dean (Málaga, 1980), aunque los tres años que han pasado entre una y otra foto han cambiado por completo a este aventurero que allá por 2013 se propuso dar la vuelta al mundo a pie. En 2016 culminó su hazaña después de recorrer cuatro continentes, 31 países, 33.000 kilómetros y reventar 12 zapatillas. «He aprendido que la humanidad es buena y he vuelto más consciente de lo que soy, de lo que quiero y del milagro que supone estar vivo», resume el explorador, que hoy regresa a su ciudad natal para presentar el libro en el que ha plasmado su hazaña, Libre y salvaje (Zenith).

Otra de las cosas que le han cambiado a Ignacio Dean es su percepción de las distancias. «El planeta no es tan grande y esa es una razón fundamental para cuidarlo», explica este malagueño con mucho mundo que asegura que, además de cumplir un «sueño» con este viaje en el que la ida ha supuesto también la vuelta, ha querido lanzar un mensaje por la «conservación y el medio ambiente». «De todas las formas que hay de viajar, caminando es la que más te acerca a la naturaleza», señala Dean, que no oculta que en su aventura también puso su vida en juego.

En Bangladesh fue testigo de un atentando con cinco bombas en cadena que lo obligo a correr para salvar el pellejo, en México sufrió la fiebre chikungunya que le dejó fuera de juego varios días y cruzando la costa Este de EE UU le sorprendió la histórica tormenta de nieve Jonás que dejó incomunicado a medio país y que puso a prueba la resistencia del caminante. Aunque ese momento que no olvida es cuando en un inhóspito camino azteca vio venir a tres hombres con machetes. Deseaba que fueran jornaleros que venían del campo de trabajar, pero después de dos años de camino ya tenía el instinto de supervivencia muy desarrollado. Asió con fuerza su carrito con sus pocas pertenencias, apretó la marcha y, cuando le dieron el alto cuchillo en mano, Ignacio Dean saltó a la linde para sorpresa de los atracadores, rebasó sus líneas armadas y comenzó a esprintar sin soltar su preciado remolque. «Me decían: no corras que te vamos a seguir, pero poco a poco se fueron cansando», reconoce el malagueño afincado en Madrid, que añade con ironía: «Debían llevar un mal calzado».

Aquello le hizo replantearse el viaje, ya que pensaba que había «puesto la vida en juego por un sueño», pero en absoluto se arrepiente. «Vivimos entre malas noticias, crímenes, asesinatos y guerras, pero sin la humanidad que he encontrado en el camino este viaje no habría sido posible», asegura Dean, que añade que «independientemente de la nacionalidad, la raza o la religión, la gente te abre su casa y te ayuda en momentos duros».

Pese a dormir estos tres años en tienda de campaña ante la falta de presupuesto, el aventurero cuenta que lo más difícil del viaje fue decidir hacerlo. No consiguió la ayuda de patrocinador alguno, pero le pudo el reto. Y su sueño. Y demostrarse que «no hay frontera más infranqueable que la que nos impide creer en algo». Y aunque ahora disfruta de abrir un grifo y que salga agua, y de que con un click se encienda la luz, ya está pensando en una nueva meta. «Solo puedo decir que será por mar», revela este trotamundos sin fronteras que le quita mitología a lo que hace. «No soy más explorador que cualquier niño, ni más valiente que cualquier persona que recorre su camino día a día».

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