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Luis Mateo Díez.
Luis Mateo Díez: «La violencia y la maldad son terribles en la vida y fabulosas en la ficción»

Luis Mateo Díez: «La violencia y la maldad son terribles en la vida y fabulosas en la ficción»

"Hay que reírse de la vida para soportarla", asegura el escritor y académico leonés, que acaba de publicar 'Vicisitudes'

Miguel Lorenci

Lunes, 3 de abril 2017, 13:58

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"Es un libro de llegada", dice Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942) de 'Vicisitues' (Alfaguara). Es el texto más ambicioso y depurado del narrador y académico y probable premio Cervantes. Condesa su mundo, el territorio mágico de Celama, encerrando 85 novelas en una, con más de 300 personajes "extraviados y frágiles", de nombres raros y en momentos "cruciales" de su existencia. Una "gran comedia humana", un paseo de 600 páginas por las 'ciudades de sombra', la región construida a lo largo de más tres décadas por el autor de 'Las estaciones provinciales', 'Camino de perdición' o 'La fuente de la edad'. Se aferra hoy al humor que hace soportable la vida y tiende "cada vez más al absurdo" y al "realismo irrealista".

¿Son 85 novelas en una, o una con 85 partes?

Está escrita como todas mis novelas. Concebida en su totalidad, pero en tramos narrativos sin continuidad, sin una trama ni referencias explícitas. Pero conforma un mundo lleno de contagios, con unos personajes concomitantes en espacios comunes: las ciudades de sombra y la provincia imaginaria de Celama. Podría pensarse que todo pasa a la vez en esos sitios y al mismo tiempo.

¿Es la culminación de su carrera?

Es un libro de llegada, que exigía haber escrito antes muchos otros. No podía haberlo escrito hace 20 o 30 años. Entro y salgo como quiero de ese territorio y sus ciudades, de esa geografía construida en mis ficciones.

¿Inaugura un género?

Sería presuntuoso y fatuo decirlo así. Es un afán. La clave está en la palabra vicisitud, que usamos más de lo que creemos y cuyo su significado no se conoce bien. El diccionario es muy fino y tiene dos acepciones: "Un orden sucesivo o alterno de algo" e "inconstancia o alternativa de sucesos prósperos o adversos". Nuestra vida está construida de vicisitudes. Se puede contar en un cuento, en un relato. Pero en una 'vicisitud' hay un matiz.

¿Cuál es su vicisitud?

Tener 74 años y la conciencia de tener la cabeza llena de agujeros con muchas precariedades. Saber que la forma contundente y cabal de taparlos es la ficción, que me permite aliviarme y recuperar los puntos de vitalidad, de experiencia y de conocimiento que se me escapan por ellos. La ficción me procura vitalidad. El arte que está comprometido con la vida me interesa mucho más que el arte que está comprometido con el arte.

Sus personajes ¿son perdedores o están perdidos?

Todo los míos, y más los cerca de 300 que aparecen en 'Vicisitudes', son frágiles Hasta los humanos más malvados lo son. La fragilidad es la nota común de mis personajes. Están un poco extraviados y no acaban de hacerse con su propia identidad. Tienen comportamientos muy difíciles de entender para ellos mismos, una gran vida interior y conciencia de que todo puede cambiar en un instante. Andan con cautelas y decisiones muy abrumadoras. Están en sitios irreales, perdidos. Han acumulado muchas pérdidas. Sus vicisitudes los han puesto en esa situación. Tienen más posibilidades de ser perdedores que triunfadores. Están predispuestos a andar por caminos de perdición y extravío que son elementos simbólicos cruciales de mi ficción.

¿El perdedor es siempre más literario que el ganador?

En la literatura abunda el mal y escasea el bien. Hay muchos más malvados que bondadosos, más truhanes qué gente cabal. Una muerte violenta en la vida es terrible, pero en la ficción es fabulosa. Da mucho juego y se agradece. El perdedor tiene una aureola romántica, como Bogart.

Escritor de emociones antes que de ideas, ¿por qué?

Me he hecho mayor. Me importan más las emociones que las ideas como decía aquel cineasta francés. Eso no quiere decir que haya perdido mis convicciones. Pero hay un punto de conexión en la ficción que se acerca más a lo emotivo, a lo que está en las sensaciones y en la sensibilidad de mis personajes. En su sentido de la vida, que en su idea. Sobre todo si esas ideas derivan en ideologías.

¿Podría adjetivar su realismo?

Estoy encantado en la tradición realista, que pervive en grades autores y es una de las más contundentes, a pesar de derivas como el costumbrismo. Pero mi realismo se hizo irrealista enseguida. Simbólico o metafórico, sin dejar mi compromiso con los temas sustanciales. Y tiene que ver con mis orientaciones estéticas y éticas. Soy muy deudor del gran realismo italiano, de la herencia que va de Galdós a Baroja. Pero se ha enriquecido hasta asumir la idea del expresionismo y acabar encontrando un punto de llegada a la literatura del absurdo y el recate de lo más humorístico que definirá de manera más notoria mis próximos libros.

¿Deriva de nuevo hacia el humor?

Sí. El es fundamental en mi literatura. No seguí fielmente, como me exigían muchos lectores, la línea de 'La fuente de la edad, que tenía un aliciente muy festivo a la vez que describía las contradicciones entre la libertad y la imaginación. Derivé a un tipo de asuntos más severos y por un camino tragicómico. No lo he abandonado nunca. Hasta en las más duras de mis novelas te puedes reír.

¿Y ahora?

Se me abre una vía hacia un humor, peculiar, de tradición expresionista y herencia valleinclanesca. Del esperpento y el humor disparatado del Jardiel de los años 20. Hay un conducto que no se cultiva mucho en la literatura española y al que propendo.

¿Hay que reírse de la vida para soportarla?

Por su puesto. El humor es un gran artífice de la lucidez en la vida y la literatura. El humor y la ironía nos hacen más lúcidos que la severidad.

¿Que es novelar?

Contar una historia, y el sentido de la vida de su personajes. Esa es la esencia de la literatura y lo que buscan mis novelas. La novela decimonónica contaba la vida, pero los novelistas ambiciosos siempre han tratado de contar el sentido de la vida. Es uno de los grandes valores de la novela.

Su sintaxis es menos compleja, ¿quitar es más importante que poner?

Cuando arrancas y buscas un estilo, una manera de contar adecuada a tu imaginario y tus personajes, es normal que haya un poco de sobrecarga. Te abruma la búsqueda de la escritura, tienes muchos débitos con grandes escritores. Como lector te procura mucho placer el juego verbal. Más en la tradición y la lengua española, muy propicia a la metáfora y la adjetivación extrema, como hicieron nuestros clásicos y realistas. Libro tras libro, la depuración es crucial. Hay una ascesis y una depuración de los personajes, de las emociones, de los sentimientos, de los secretos, y se nota en una escritura más estricta.

La literatura le ha dado casi todo, pero ¿qué esperaba y le ha negado?

Nunca ambicioné prestigio, premios o reconocimientos. Los he agradecido, claro, y no vivo ajeno a los halagos. Tengo una vanidad medianamente administrada, muchos recursos para expresarme con naturalidad y un sentido irónico. La vida me ha castigado mucho. Me ha vapuleado, me ha dado muchas cosas buenas ademas de esos agujeros de los que hablaba. La literatura ha sido una tabla de salvación a la que sigo agarrado como un náufrago. La ficción me resulta saludable. Curativa. De ahí derivan mis personajes.

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