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La serie rodada en Nerja se emitió por primera vez en 1981.
‘Verano azul’, las largas vacaciones de la Transición

‘Verano azul’, las largas vacaciones de la Transición

Un libro analiza el calado social de la serie rodada en Nerja

Antonio Javier López

Lunes, 6 de junio 2016, 00:46

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Tres palabras encierran uno de los mayores traumas infantiles de toda una generación: «¡Chanquete ha muerto!». Luego llegarían otros momentos dramáticos frente a la pequeña pantalla, como la conversión en árbol de David El Gnomo y el cambio de Espinete por Yupi, pero ninguno alcanzaría el calado de aquella serie rodada en Nerja y repuesta casi hasta el infinito y más allá por Televisión Española. Desde su primera emisión en 1981, Verano azul se ha mantenido en el imaginario colectivo con la persistencia de los pioneros. Un producto televisivo transmutado en fenómeno social que centra Verano azul. Unas vacaciones en el corazón de la Transición, el ensayo escrito por Mercedes Cebrián que acaba de publicar el sello barcelonés Alpha Decay en torno a las aventuras de la pandilla formada por Pancho, Javi, Desi, Bea, Quique, Tito y Piraña junto al pescador Chanquete y la pintora Julia.

«Sentía que alguien tenía que dedicarle a la serie un libro o un documental o alguna obra así, extensa, y pensaba que si nadie lo hacía, pues tendría que ser yo esa persona. En cualquier caso, el libro fue al principio (su germen) una tesina académica sobre televisión española, la Transición y la representaciones del veraneo playero, tan significativo para España, pues se vincula con el turismo, la cultura material, etc.», comienza Cebrián, autora de La nueva taxidermia (Mondadori, 2011) y El malestar al alcance de todos (Debolsillo, 2011).

El libro de Cebrián analiza el calado social de una serie, vista con los ojos de la actualidad, puede parecer ñoña, aunque en su día provocó airadas críticas, incluso la petición de su retirada, por parte de los sectores sociales más conservadores. Al fin y al cabo, en Verano azul aparecía una madre soltera, los coqueteos del amor libre, un marino que vivía en un barco varado y los chavales daban las primeras caladas a los cigarrillos lejos de las miradas de sus mayores.

«Para mí, que le tengo muchísimo cariño, la serie ha envejecido sorprendentemente bien. Supongo que porque los actores y actrices eran muy buenos, de tan espontáneos. Había algo como verdadero en todo lo que estaba ocurriendo allí, como si pusieran en escena la España cambiante justo cuando se estaban produciendo los cambios. El guión es también muy bueno, sin duda, porque (Antonio) Mercero y (Horacio) Valcárcel dejan hablar a los niños como niños», defiende Cebrián.

Para la autora del libro sobre Verano azul, la serie es una destilación pura, casi un espejo, de la Transición. «Sí, sin duda. Esa es la tesis del ensayo. No sé si había un agenda oculta por parte de Mercero al idear la serie: el libro no investiga eso, pero desde luego la serie resultó ser un producto cien por cien transición», acota la autora del volumen que acaba de lanza Alpha Decay, el sello barcelonés que editó junto a la editorial malagueña Pálido Fuego La casa de hojas, la historia de terror que ya va por su sexta edición en su traducción al español.

Un paseo por Nerja

En su aproximación a Verano azul, Mercedes Cebrián combina en tono académico y la experiencia personal: «Las capas de registros no se dieron simultáneamente. Primero vino una mirada analítica, sociológica, que implicó mucha documentación, lecturas... Después, la gran experiencia del paseo por Nerja de la mano de Tito sirvió para añadir esa veta autobiográfica. Temía que quedase un texto meramente nostálgico y yo quería que aportase algo más, de ahí que comenzase con la parte más analítica».

En su ensayo, Cebrián también se detiene en otro rasgo singular de la serie filmada en Nerja: se ha repuesto en multitud de ocasiones, pero nunca ha cuajado una secuela. «Me lo contó Tito en Nerja: Mercero quiso hacer una serie con la actitud de un artista que pinta un cuadro: no hay más que uno, no hay copias ni réplicas: por eso es única». Como aquel pellizco cuando escuchaste que Chanquete había muerto.

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