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Los once dedos de Marilyn

Los once dedos de Marilyn

Y las reliquias de sangre que llevaba Angelina Jolie de su segundo marido, el ataque sexual de Cary Grant a un marinero en Los Ángeles... Un libro repasa todo tipo de chifladuras de las estrellas

Ester Requena

Sábado, 9 de abril 2016, 00:10

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Si en Hollywood existiese un ranking de personajes excéntricos, probablemente Woody Allen ocuparía el primer puesto. Y no solo porque entre su lista interminables de manías se encuentre desayunar un plátano cortado en siete trozos, un bol de cereales y un vaso de zumo de ciruelas. Por cierto, que no vea manteca de cacahuete en el buffet de un hotel. Saldría corriendo. Sufre arachibutyrophobia: miedo a morir ahogado porque esta mantequilla se le pegue a la garganta. Unas manías solo al nivel de las de Alfred Hitchock, que tomaba el té con taza y platillo de porcelana para luego tirarlos por encima del hombro cuando terminaba. Aunque sus locuras más famosas pasan por las torturas que infligía a las actrices. A Melanie Griffith, la hija de su musa Tippi Hedren, le regaló una muñeca caracterizada como su madre y metida en una estrecha caja de madera de pino. También el tacaño Charles Chaplin tenía su toquecito y se colocaba un pedazo de plátano podrido en los pantalones para que la peste molestara a todo el set de rodaje. Unas leyendas y curiosidades de Hollywood que ahora la ilustradora María Herreros repasa a golpe de trazos en el libro Marilyn tenía once dedos en los pies (Editorial Lunwerg).

Aparte del dedo extra de la sex symbol, la autora entierra el mito de la rubia tonta: contaba con un coeficiente intelectual de 168. «Durante el rodaje de Con faldas y a lo loco le escribieron frases del guion en un cajón porque decían que las olvidaba. Pero no era así. Ella lo que quería era estar en otro tipo de películas que al final nunca llegaban», despeja Herrero, quien lleva años documentándose a diario sobre el lado más curioso, insólito, oscuro y extravagante de la meca del cine que luego plasma en sus dibujos. Incluidos los detalles escabrosos «que ponen los pelos de punta» de Tom Cruise y John Travolta con la iglesia de la Cienciología o la obsesión de las estrellas del cine por la rinoplastia. «Casi nadie en Hollywood tiene su nariz original», enfatiza la ilustradora. Solo se mantienen fieles a la naturaleza nombres como Anjelica Huston, Meryl Streep, Barbra Streisand o Uma Thurman. Sí cedió a la presión Jennifer Grey, protagonista de Dirty Dancing, lo que al final se convirtió en su tumba profesional: ya no la llamaron para ningún papel relevante. Había perdido su seña de identidad.

Angelina Jolie también se ha retocado lo suyo, pero sus excentricidades llaman aún más la atención que sus notables cambios físicos en estos años. Ha tenido serpientes, coleccionado cuchillos e incluso ha aprendido a pilotar. Pero lo más heavy tuvo lugar cuando se plantó en su boda con Johnny Lee Miller con una camiseta blanca y el nombre del novio escrito con sangre. Después, para su matrimonio con Billy Bob Thornton se puso un vial de sangre de su nuevo marido. Brad Pitt rompió el ritual de los vampiros... que se sepa.

Jolie da para un libro propio con su vida intensa y peligrosa, no exenta de polémicas. «Se llegó a rumorear que mantenía una relación incestuosa con su hermano tras dedicarle el Oscar y prodigarse en besos en la alfombra roja», puntualiza la autora, quien no se levanta de la butaca del cine sin que terminen todos los créditos de una película. «De ellos saco mucha información curiosa sobre los caterings, dobles de los actores, sus asistentes...», revela entre risas, recordando cómo Francis Ford Coppola hacía traer la pasta de Italia para sus rodajes o que Stanley Kubrick pasaba por un loco de la tipografía al que le encantaba terminar con el clásico The end, incluso cuando esta costumbre se perdió.

El exceso americano

No hay duda de quién acapararía hoy en día cientos de titulares, sobre todo en la prensa del corazón: Cary Grant. Y no porque en su momento fuera un secreto a voces su homosexualidad. No se escondía mucho con sus novios, aunque pasaba por el aro de los matrimonios que le concertaban para acallar rumores. María Herreros rememora entre ilustraciones que la Policía arrestó al galán de moda por asaltar sexualmente a un marinero en Los Ángeles, pero le dieron el cambiazo por un actor de tercera que aceptó los cargos por una suma considerable de dinero. La autoridad miró para otro lado: se cuenta que el servicio de inteligencia estadounidense le debía un favor tras uno de sus viajes a Europa.

Ni la protección que le daban desde los estudios ni los tres millones de dólares que cobraba por película (el intérprete mejor pagado de los años 60) lograron que Grant cayese en todo tipo de adicciones y acabara con una esquizofrenia debido a su doble vida. A diferencia de otros intérpretes, logró superarlo todo, pero gracias al LSD, tan de moda en el Hollywood de los años dorados.

«Todos estos mitos, leyendas y excentricidades surgen del exceso que hay en la industria americana, que a este nivel no es comparable con la española», precisa María Herreros. Así que los nuestros tendrán que esperar.

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