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Francisco Griñán
Jueves, 26 de noviembre 2015, 00:15
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La mejor manera de definir el libro es que es un Chantal Maillard. El que lo considere una novela no andará descaminado, aunque tampoco acertará. El que lo lea como un ensayo también estará descifrando la esencia del volumen, aunque solo en parte. Y el que sienta que esas palabras son poesía, como confesó anoche la propia presentadora del libro, Aurora Luque, habrá dado en la diana, pero no en el centro. Porque La mujer de pie (Editorial Galaxia Gutenberg) es un libro muy personal. Tanto como su propia autora, que ayer admitía que la obra es «en un principio una novela o un diario, en una segunda parte es más un ensayo y la última resulta algo más teatral, pero enlazadas por una voz poética que une las tres partes».
El Centro Andaluz de las Letras acogió ayer la presentación de La mujer de pie, una obra tan compleja, profunda y enigmática como la propia Chantal Maillard (Bruselas, 1951), que lleva aquí aún más lejos su capacidad para que los géneros literarios se difuminen. Porque como ella misma sostiene, da igual que estemos ante una novela o un ensayo, ante prosa o poesía, «la idea es que siempre hay una historia que contar, la cual está hecha de fragmentos, ya sea una historia personal o colectiva», aseguró.
Para empezar, La mujer de pie es el relato de alguien con una dolencia que le impide sentarse, una mujer que mira y que nos invita a escuchar más allá del ruido mental. Esto último es algo que experimenta especialmente Chantal Maillard y que está descrito como tinnitus, que afecta a las personas que escuchan sonidos cuando todo está en silencio. «Es como tener un alien en la cabeza», explicó ayer de forma gráfica la autora que tiene una fórmula magistral para acabar con ese ruido interior: «Abrir las ventanas y escuchar las cigarras en verano».
La autora de Matar a Platón e Hilos también apeló a la conciencia crítica, muy presente en el libro, que está salpicado de reflexiones sobre Europa. «Después de lo ocurrido el viernes 13 con los atentados de París, es una lectura especialmente reveladora», dijo Aurora Luque, que pidió a la escritora y poeta una lección positiva del viejo continente. «El ideario de la revolución francesa no estaba mal», comentó Chantal Maillard, que no obstante lamentó que, después de formularse, «no se cumpliera».
«Hay otra cosa que Europa ha hecho bien y es que la ilustración francesa instauró la autocrítica. La libertad de pensamiento proviene de ahí y otros pueblos no la llevan tan a gala», comentó la autora, que defendió que tanto la crítica como la libertad son valores que continuamente hay que «renovar y ampliar».
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