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Pancracio Celdrán, con uno de sus libros.
Pancracio Celdrán: «El insulto en internet es como el que sueltas al volante»

Pancracio Celdrán: «El insulto en internet es como el que sueltas al volante»

Nací en Murcia en 1942. Soy profesor, doctor en Filosofíay licenciado en Hispánicas. He escrito 15 libros, entre ellos,el ‘Gran libro de los insultos’. Me gustan ‘menerre’ (inútil) y ‘tonto en vísperas’, quien sin ser gilipollas ya apunta maneras

isabel ibáñez

Jueves, 6 de agosto 2015, 00:29

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Su Gran libro de los insultos recoge 10.000 entradas. ¿Son tantos por alguna característica propia de los españoles?

Seguramente sí. El mediterráneo es más visceral que racional. Estamos hechos a responder inmediatamente ante el reto externo, lo que limita el tiempo de reflexión. Aunque también reconocemos nuestros errores. A una condición psicológica vehemente le corresponde una conducta exagerada en el habla: no decimos solo tonto a quien nos molesta, sino que le propinamos una lluvia de gilipollas, cabrón, hijo de puta.

¿Por qué le interesaron tanto?

Nos atraen las situaciones en las que alguien recibe un roción de insultos. Los insultos de los políticos suelen ser portada en los periódicos; los elogios, nunca. Y esa condición sorprendente fue cosa que como amante de la lengua me atrajo sobremanera. También la metamorfosis de estas palabras. Algunos pasan a ser palabras cariñosas. Muchos se saludan diciendo: «Eh, maricón...»; o halagan la sagacidad: «Qué hijo de puta»...

Nos acordamos de las palabras que nos regalaban los padres cuando nos portábamos mal.

Avefría es insulto simpático que decía mi abuela a alguien demasiado calmoso o tardo a la hora de hacer lo que se le manda. También se dice ave tonta o ave zonza.

¿Alguno olvidado que recuperaría?

Uno del siglo XIX que hoy encontraría bastantes destinatarios en la vida social, camasquince. Se decía del individuo entrometido y bullicioso que se mete en lo que no le importa y va donde nadie lo llama. En el Tarot equivale a la lujuria, número del macho cabrío o el demonio. Debido a esto, también se dijo del hombre que se recrea aireando asuntos privados de otros sin reparar en el daño que reporta a los demás. Y añado otro: menflis. Nació en Madrid en el siglo XIX para llamar tonto o persona insignificante.

Hay católicos que se cagan en lo más sagrado. ¿Sucede algo similar con judíos, musulmanes...?

El ámbito de la blasfemia está mucho más extendido en el mundo católico que en el protestante, por ejemplo. Las demás religiones son muy respetuosas con la divinidad. Sería castigado con la muerte el blasfemo en el islam. El judaísmo es el más tolerante. En el mundo oriental no se entiende que el hombre se ponga a despotricar contra Dios. Es algo inaudito. En las civilizaciones antiguas, una actitud así era muy perseguida en Grecia y Roma;a nadie se le ocurriría maldecir a los dioses sin que tuviera graves consecuencias.

Las redes sociales son campo abonado para el insulto...

El insulto internético se parece al que propinamos al volante. En estos casos triviales no insultamos realmente a la persona, ya que no la conocemos. El conocimiento de la persona es condición imprescindible para el insulto. Es probable que alguien que políticamente se comporta como un asno, como amigo, marido o esposa o vecino sea una persona estupenda.

En su Facebook le dedica a Alba López Mendiola, de Podemos: «Esta desvergonzada, ¿no hace lo que le pide el cuerpo tortilleril?»; «gentuza» a Carmena y los suyos; a Pedro Sánchez, «descerebrado»; a la presidenta andaluza: «analfabeta funcional y cabra loca»; «maricón entrevistador» a Jorge Javier Vázquez... E inventa términos: izmierdoso...

Izmierdoso no es mío, sino prestado de la red; lo utilizo porque me resulta morfológicamente un logro. Sobre las criaturas de actual relevancia política y nulo mérito personal, sus andanzas muestran que las cosas que se dicen de ellas no son exageradas. En cuanto a la presidenta andaluza, tardó una década en licenciarse de una carrera que con alguna dedicación se saca holgadamente en cinco años Me parece que esa dilación no la sitúa en el pelotón de las lumbreras. En su caso, acaso me excedí: seguro que es bien intencionada y no ha podido hacer otra cosa.

A usted también le caerán...

He sido profesor muchos años, pero nunca se me insultó Acaso porque siempre trabajé en lugares menos insultores que nuestra querida España: EE UU, Oriente Medio Es un elogio que me hayan llamado ratón de biblioteca, enciclopedia con patas, pequeño Espasa También tacaño, cosa que se ha disparado tras publicar mi libro Tacaños, generosos y gorrones. Pero no se ha hecho sangre conmigo, que yo sepa.

Dice que es mejor dirimir las cosas con un insulto que con una patada. Pero muchas veces es el insulto lo que provoca la patada.

Me reafirmo en que el insulto es un logro social antiquísimo, un tubo de escape para liberarse, el poder lidiar con la pesadumbre que nos proporciona esa turbamulta de pesados, idiotas, cabrones que ponen cerco a la fortaleza de nuestro corazón y de nuestro pensamiento con estupideces y ruindades constantes.

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