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Javier Moro parte de un hecho real ocurrido en la España de 1803 para vertebrar su novela.
Javier Moro: «España usó a los niños más indefensos para la hazaña de la vacuna de la viruela»

Javier Moro: «España usó a los niños más indefensos para la hazaña de la vacuna de la viruela»

El ganador del Premio Planeta 2011 habla hoy en el Aula de Cultura de SUR de su última novela, ‘A flor de piel’, el relato de una expedición médica para combatir este mal

Gerardo Elorriaga

Lunes, 15 de junio 2015, 12:11

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Veintidós niños partieron de La Coruña rumbo a América en 1803. Portaban la esperanza en sus brazos, literalmente, ya que se les había inoculado la vacuna contra la viruela y formaban parte de una misión sanitaria para trasladar la cura a la otra orilla del Atlántico. Este hecho real vertebra A flor de piel, la última novela de Javier Moro. «Me pareció un capítulo de nuestra historia verdaderamente surrealista, disparatado», explica el autor. «La gran hazaña española descansaba en los más débiles, los niños más indefensos, los huérfanos del hospicio». El ganador del Premio Planeta 2011 charla con Domi del Postigo sobre su últimoa novela, este lunes, en la Sociedad Económica de Amigos del País.

El sentido social y la reivindicación de unos héroes caídos en el olvido animaron este proyecto, sustentado en unos documentos en torno a la iniciativa que halló en el Jardín Botánico. «Lo de los niños y las vacunas me pareció quijotesco, disparatado», insiste, aunque reconoce que también se trataba de una pequeña luz dentro de la negrura de un tiempo oscuro. «Hablamos del fin del Imperio, una época de ruina y decadencia, en la que la Corona vivía amenazada por la expansión napoleónica».

Un aviso de socorro desde Bogotá, afectada por varias epidemias, moviliza el socorro desde la península. «Cuando el rey Carlos IV supo de la vacuna, apoyó resueltamente porque estaba desesperado ya que la viruela era un antiguo enemigo», recuerda y precisa: «A los Habsburgo no los liquidó un movimiento social, sino esta devastadora enfermedad».

Los expedicionarios de la goleta María Pita se prestaban a conquistar América de nuevo. «De alguna manera, compensaban así todo lo que se había ido quitando a la población indígena». El choque bacteriológico se había cobrado noventa millones de víctimas en tres siglos de dominio hispano. Pero también había otros motivos menos altruistas. «Había un factor económico y político. Los nobles de las colonias se quejaban por la pérdida de mano de obra y pedían ayuda, dinero y médicos».

La peripecia de Isabel Zendal, la cuidadora de los niños, articula la narración. Ella era gallega, pero el equipo recogía múltiples procedencias. El médico instigador de la transmisión brazo a brazo procedía de Alicante, el subdirector, de Cataluña, y el barco estaba capitaneado por un vasco. Las cuestiones éticas pivotan este relato de esfuerzo, dificultades y miseria. «La protagonista se resistió porque no quería utilizar a los pequeños como cobayas».

La vacuna también implicaba dilemas nuevos en la sociedad de aquel tiempo. Los muchachos habían recibido el suero extraído de vacas, porque la variante que atacaba al ganado era benigna. Su uso resultaba indispensable en un tiempo en el que se desconocía la cadena de frío y sólo cabía recurrir a los niños sin padres para que actuaran de portadores. «Pero a muchos les parecía inconcebible inyectar un virus o mezclar fluidos humanos y animales. A su juicio, iba contra natura, contra la ley de Dios».

Temor al Estado Islámico

La respuesta de la iniciativa varía en un mundo que sufre una gran crisis de autoridad y la generalizada corrupción de los funcionarios públicos. «A veces, parecía que escribía un libro ambientado en la actualidad», apunta Moro.

Algunas mentalidades tampoco han variado demasiado. Actualmente, en algunos países, los fundamentalistas religiosos atentan contra los profesionales que combaten la polio y la propagación de enfermedades como una herramienta bélica sigue siendo una pesadilla. «La idea de que el Estado Islámico entre en contacto con tecnología para propagar microbios da miedo porque no se ve y las consecuencias serían devastadoras», advierte el autor.

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