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Alfredo Taján, junto a la obra de Benlliure, una de sus preferidas del Museo Municipal, donde también está la sede del IML.
Manual en verso de obsesiones

Manual en verso de obsesiones

Alfredo Taján reúne y ordena su pensamiento poético en la antología 'Nueva usura'

Francisco Griñán

Lunes, 6 de octubre 2014, 14:20

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Todos tenemos nuestras obsesiones. Y Alfredo Taján (Rosario, Argentina, 1960) no es diferente. Aunque en su caso tiene la costumbre de dejarlas por escrito. Una singularidad que, no obstante, no es extraordinaria si tenemos en cuenta que su vida es un libro abierto. Se maneja en el mundo de la tecnología pero es de esa vieja guardia que, más que en un piso, vive en una biblioteca. Y además puede decir que es de los pocos que se lleva la casa al trabajo ya que dirige desde hace una década el Instituto Municipal del Libro. Reconocido novelista ('La Sociedad Transatlántica' o 'Pez Espada'), sus primeras líneas publicadas fueron poemas, unos versos que ha seguido cultivando durante tres décadas y editando de manera «dispersa», confiesa. Ahora ha reunido toda esa obra en la antología'Nueva usura (Poesía esencial 1983-2014)', un libro que el escritor Luis Alberto de Cuenca se ha encargado de ordenar y seleccionar para componer un catálogo de «todas mis obsesiones: las musicales, las literarias, las arquitectónicas, las cinematográficas, las históricas...», confiesa el propio Taján.

Sentados en un café francés cerca del futuro Centro Pompidou -«Le va a venir de maravilla el nuevo museo a este bar», comenta buscándole el sentido mundano a la iniciativa cultural-, el escritor afincado en Málaga desde hace cuatro décadas explica sin perder todavía su fondo de acento latinoamericano que el título del libro procede de uno de los poemas inéditos de esta antología y, a renglón seguido, aclara que, aunque lo parezca, 'Nueva usura' no habla de economía, ni de recortes ni de la situación actual, sino «de algo más personal y profundo». «Es una glosa al poema 'Usura' de Ezra Pound y alerta contra las ideologías y el poder que aplastan al escritor», señala Alfredo Taján, que no oculta su felicidad por la publicación de este volumen en la colección 'Antologías' de la editorial Renacimiento.

El propio Luis Alberto de Cuenca explica en el prólogo de esta antología poética que las versos no se encuentran ordenados cronológicamente sino que se ha optado por un desarrollo más «narrativo» para que un poema lleve al siguiente y permitir así al lector que el libro «se pueda leer como lo que es: un viaje circular que parte del espíritu de Alfredo y desemboca en su corazón». Esa debilidad de Taján por la novela -«Es mi mundo», admite- la ha llevado de alguna forma a la estructura de la antología 'Nueva usura', aunque el propio autor reconoce que nunca ha dejado de escribir versos porque «la poesía es una religión y cada poema, una oración».

«Sé que van a decir que vuelvo a la poesía, pero no es verdad porque nunca la he dejado», asegura el escritor que se pone el parche antes que la herida y asegura que guarda su poesía en el cajón. Mientras la receta de la prosa alimenta sus páginas sin descanso, los versos se cocinan en su cabeza a fuego lento. «Los reviso mucho hasta que logró transmitir lo que quiero», confiesa Taján que incluso ha retocado -«actualizado», dice- para esta antología algunos poemas que ya tenía publicados.

«Los iba a quemar»

El libro, que se publicará este mes de octubre, arranca precisamente con el poema inédito 'Nueva usura' y la reivindicación del «viejo Ezra». Le siguen rimas a Erasmo de Rotterdam, a su admirado Severo Sarduy -al que dedica el bloque 'Tabúes'-, a la muerte cinematográfica de Gloria Swanson cuando paseaba por Venecia, a la reiterativa crisis de los Balcanes -este año se cumple el centenario de la Gran Guerra que se desató precisamente en Sarajevo- o al mito David Bowie.

De hecho, la poesía de Alfredo Taján no sería la misma sin la música. Sin aquellos primeros poemas de 'Golpe de estado en Mombasa' (1983) que después fueron musicados por el grupo liderado por el propio escritor: Generación Mishima. «El poeta tiene que ser músico porque el ritmo va unido a este género literario», sostiene el autor que, tras el examen de conciencia poética que ha supuesto la antología, ha otorgado la absolución a sus treinta años de obsesiones en versos: «Creía que los iba a quemar, pero la mayoría han resistido el paso del tiempo».

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