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Sr. García .
Gasoil

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Cruce de vías ·

André pasea y vive tranquilo pensando en sus cosas.Me agrada conversar con él. Nació en Ottaway ha dado la vuelta al mundo sin darse cuenta

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Sábado, 19 de mayo 2018, 02:32

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André vive en la caravana que está aparcada en el arcén de la carretera, un poco más abajo de mi casa. Cuando saco a pasear al perro suelo detenerme a charlar con él. La caravana la compró hace tiempo, cuando la vida le sonreía, sobre todo en el aspecto económico. Sin embargo, tenía la intuición de que la suerte iba cambiar en breve de manera radical. Y así sucedió. Un día se quedó sin trabajo, después dejó de cobrar el paro y al final no tenía dinero para gasolina. Entonces decidió instalarse a vivir allí donde el destino lo había conducido. Su capital ascendía a treinta y cinco euros. No cabía duda de que era mejor alimentar su estómago que llenar el depósito del coche. Así que miró alrededor, no estaba mal el sitio, con vistas al mar y pocos vecinos. La carretera descendía hasta un pequeño espacio que resultaba perfecto para aparcar el coche. Quitó el freno de mano y se dejó arrastrar en punto muerto hasta el sitio elegido para vivir.

Esto fue hace cuatro años y ahí sigue la caravana mirando al mar. Un par de días a la semana, André baja al pueblo, se sienta delante del supermercado a leer mientras cae el maná del cielo transformado en monedas. Sonríe y da las gracias. Luego hace la compra y vuelve a casa. Le gusta leer y yo le presto libros. Cuando acaba uno, me lo devuelve y le dejo otro. Su vida es una novela. El próximo mes de junio cumple 67 años, aunque aparenta menos. Nunca ha estado casado, tuvo parejas hace tiempo, pero ninguna duró demasiado. Cuando cualquiera de los dos perdía la curiosidad rompían la relación, igual que pasa con las novelas que una vez leídas se olvidan en la estantería, no importa que nos hayan enamorado, se abandonan y, en contadas ocasiones, al cabo del tiempo las rescatamos para volverlas a leer y abandonarlas de nuevo.

André pasea y vive tranquilo pensando en sus cosas. Me agrada conversar con él. Nació en Ottawa y ha dado la vuelta al mundo sin darse cuenta. Cuando me dijo que era canadiense, al día siguiente le llevé salmón y almorzamos los dos en una mesa plegable que coloca a diario delante de la caravana. Me habló de la pesca del salmón, del río Ottawa, de nadar a contracorriente, de bosques y lagos. No sé por qué nunca lo he invitado a venir a casa. Vivimos al lado, sin embargo mantengo las distancias y eso me preocupa. No es que no me fíe de él, todo lo contrario. Quizá lo que temo es que me convenza y yo también caiga en la tentación de llenar el depósito del coche y quedarme a vivir allí donde me deje la gasolina.

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