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Domingo, 20 de agosto 2017, 10:46
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De la misma manera que los refranes contienen una sentencia, una sabiduría, vamos a llamarlo así y, desde luego, tienen origen popular, el idioma está empedrado de frases de origen conocido sobre todas las materias que podamos imaginar, fruto del ingenio de personajes. Algunas de estas frases se han convertido en refranes por ese milagro al que se refería Antonio Machado de que el pueblo las toma como suyas y se olvida al autor.
Hoy voy a presentaros algunas de estas frases. Empezaré por un territorio que nos parece lejano pero que está más cerca de lo que parece en un universo donde la información es excesiva por cantidad e inmediatez: la soledad.
Marilyn Monroe se presentaba como una escultural rubia algo tonta y se la encasilló con esta imagen en muchas películas. Según lo que sabemos de su vida la soledad la acompañó en lo íntimo de ahí: «Vivir sola es como estar en una fiesta donde nadie te hace caso».
La soledad no siempre tiene un sentido negativo, como en esta frase de Henry Barbusse. Me detendré un momento en este periodista y escritor. Nació en 1873 y murió en Moscú en 1935. Ganó el Premio Goncourt con su novela ‘El fuego’ sobre sus experiencias en la Gran Guerra. Comunista convencido se trasladó a Moscú y allí escribió una biografía panegírica de Stalin. Su frase es muy intensa pero equivocada: «Se habían escapado de los demás, se los habían quitado de su alrededor. Habían creado en torno a ellos la soledad prohibida». Usa el plural, luego no hay soledad. Otro rasgo de la frase es su longitud que impide que sea recordada, más parece una frase de circunstancias.
La que sigue me parece estupenda y me identifico plenamente con ella. Es del gran novelista Gonzalo Torrente Ballester, conocido por la versión televisiva de ‘Los gozos y las sombras’, una trilogía considerada de lo mejor de la novela española del siglo XX, en aquellos tiempos en los que la televisión miraba hacia los campos de la cultura y no a los estercoleros. La frase es: «La peor soledad que hay es darse cuenta de que la gente es idiota». Hoy, bajo el imperio de la idiocia metafórica, se encontraría muy solo. No es difícil establecer un paralelismo con Nabokov que afirma con una rotundidad absoluta que lo que peor soportaba era a los imbéciles.
Nuestra María Zambrano nos deja una frase de gran belleza: «Solo en soledad se siente la sed de verdad», parece como si la compañía distrajera de buscar respuestas, de empecinarse en saber, verbo incómodo donde los haya. Es mejor dejarse llevar por el río de las compañías. La gran pensadora tuvo que soportar mucha soledad en una vida plena pero llena de vicisitudes trágicas, especialmente el exilio.
Elías Canetti, de origen sefardita y con el apellido Cañete hasta la expulsión de sus antepasados de España en 1492 es un pensador de prestigio universal, Premio Nobel y persona de vasta y cosmopolita cultura. Su frase tiene un aroma poético indiscutible: «Nadie es más solitario que aquel que nunca ha recibido una carta». En su tiempo el género epistolar estaba en un momento muy brillante. Hoy la carta habría que cambiarla por un correo electrónico. Cambia el soporte pero no la intención textual.
Ralp Bunche fue un diplomático norteamericano que en los años cuarenta fue intermediario entre los judíos y los palestinos. Le otorgaron el Premio Nobel de la Paz en 1950. Fue el primer negro que lo consiguió. Su frase tiene un alto valor metafórico desde su punto de vista pacifista y se corresponde con una amarga realidad: «Solitario me encuentro cuando busco una mano y solo encuentro puños». Por cierto, los puños siguen golpeando en esa región del mundo.
Honorato de Balzac es una de las cumbres de la novela realista, su ‘Comedia humana’ tiene un valor literario y, de rebote, social de primera magnitud. Lo recordamos con su bata, su obesidad, su apasionamiento, sus deudas y, sobre todo, su extraordinaria prosa. La vida del francés no fue cómoda y quizás esto explique la frase: «Ama tu soledad y soporta el sufrimiento que te causa». Se asume el componente negativo pero no se busca ninguna solución. La soledad debe ser amada.
Carmen Díaz de Ribera fue una persona inestable, culta, muy bella, que sufrió el trauma de enamorarse de su hermano sin saber que lo era y de proyectar una boda que no se podía realizar. Fue llamada Musa de la Transición y desarrolló un importante papel en la política de la época, con Adolfo Suárez primero y después en el PSOE, con ambos partidos fue eurodiputada. Luchó por su independencia y la frase es totalmente coherente con su planteamiento vital: «La soledad es el precio de la libertad». Termino con esta frase magnífica de la novelista Carmen Martín Gaite: «El hombre es una multitud solitaria de gentes, que busca la presencia física de los demás para imaginarse que todos estamos juntos».
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