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MANUEL DEL CAMPO CRÍTICA DE MÚSICA
Sábado, 24 de marzo 2018, 00:04
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El italiano Gioacchino Rossini (1792-1868), definido por algún historiador como el «fecundo productor de óperas», cosa que efectivamente lo fue, llegó a componer aproximadamente unas cuarenta, género que con treinta y siete años abandonó, no sólo se dedicó al mismo. Compuso también música religiosa y como pasó igualmente a ese otro autor de óperas Giuseppe Verdi (1813-1901) se ha escrito que son «composiciones operísticas teñidas de algunos sentimientos píos». Es cierto que esa música religiosa de sus colegas italianos del mismo tiempo atendían más a lo teatral, pero un profesional completo, y Rossini lo fue, tenía capacidad de escribir para la escena y para la iglesia. Sus obras religiosas responden a la tradición católica y musical italiana, al esplendoroso y sustrato escénico que llevan las ceremonias religiosas. Y formalmente consideraríamos habituales los tratamientos contrapuntísticos y el lenguaje expresivo de los años en que vive el denominado «cisne de Pésaro».
Es bien conocido el 'Stabat Mater', una secuencia medieval -un lamento célebre del siglo XIII atribuido a Jacopone de Todi- ejecutado en la liturgia romana el Viernes de Dolores y el 15 de septiembre que ha sido objeto de numerosas composiciones y en diversos estilos. En lo que atañe al 'Stabat Mater' de Rossini se conocen prácticamente todos los detalles desde su gestación. También de la existencia de sus dos versiones, la primera de 1832 (números 1, 5, 6, 7, 8 y 9) estrenada en la iglesia de San Felipe el Real de Madrid el Viernes Santo de 1833 y la segunda (se añaden los números 2, 3, 4 y 10 compuestos por Rossini) dada a conocer por el Teatro Italiano de París a principios de 1842. Por cierto que las partituras autógrafas de las dos versiones se encuentran en el Museo Británico de Londres.
El director del concierto, Salvador Vázquez (Málaga 1986) obtuvo los mejores resultados de su labor en el podium. Si dirigir de memoria ya es un reto, hacerlo y con la seguridad que lo hizo, una obra como el 'Stabat Mater' de Rossini, con la cantidad de intérpretes y situaciones por las que hay que pasar, aún más. Ni una indecisión, claro en sus gestos, identificado con el estilo de la pieza y concertando con gusto. Del cuarteto vocal solista sobresalieron la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera, bien modulada voz, expresiva grandemente, así como la potencia de la soprano Beatriz Díaz, quienes tuvieron un tenor como Emmanuel Faraldo, correcto, en algunos momentos superado por el acompañamiento orquestal y el bajo Román Ialcic con más entidad en los agudos, casi baritonales, que en los graves. Completó una magnífica actuación el Coro de Ópera de Málaga cuyo director es asimismo Salvador Vázquez. Pleno de sonoridad, equilibrado en sus cuerdas, sensible en los momentos expresivos, algo que se percibió desde el inicio y culminó con un impresionante «Amén». Y nuestra Orquesta Filarmónica de Málaga 'mantuvo el tipo' en todo el 'Stabat Mater' en su labor, encomiable, de acompañamiento y protagonismo.
Al término de la interpretación de la obra de Rossini, entusiasmado el auditorio que ocupaba el Cervantes -el pasado jueves lamentablemente no llenó- se multiplicaron los bravos y aplausos del público puesto en pie con incontables saludos de todos los intérpretes.
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