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Sr. García .
El duelo

El duelo

Cruce de vías ·

No es fácil enterrar un recuerdo que permanece vivo. Ha de pasar un tiempo antes de que la vida cotidiana recobre su curso

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Sábado, 7 de abril 2018, 00:40

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Isabel me llama por teléfono. Nos solemos comunicar una o dos veces al mes para ponernos al día. Después de hablar de cuestiones domésticas me cuenta la delicada situación en que se encuentra Belén tras la ruptura con Javier hace ya algunos meses. La separación nos sorprendió a todos. Él se enamoró de otra mujer, pero no dijo nada a Belén hasta que ella lo descubrió. ¿Cuánto tiempo llevaba engañándola?, nadie lo sabe. Desde entonces, Belén está triste, dolorida, despechada. Cada vez que Isabel o yo la llamamos acaba poniéndose a llorar sin querer. Se dedica a recabar información sobre la otra mujer y ha descubierto que está divorciada y tiene un hijo de veintitantos años, que toca bastante mal el piano, que no es atractiva... Aunque esto último quizás sea una percepción personal. Le aconsejamos que procure olvidar, que no se encierre en casa.

Mientras hablo con Isabel, recorro el pasillo de casa, entro en las habitaciones, salgo a la terraza. Como si estuviéramos paseando juntos. El tema de Belén nos absorbe. Una amiga común lo está pasando mal y no podemos acompañarla porque vive en otra ciudad. Me cuenta que habló con ella anoche y le dijo que su situación actual pasaba por un periodo de duelo, igual que si Javier hubiera desaparecido para siempre y ella tuviera que superar la ausencia y seguir adelante sola. Cuando alguien muere queda el recuerdo, sin embargo en el caso de Belén tiene que borrar el pasado, no pensar en él, quitárselo de la cabeza, como si realmente estuviera muerto. No es fácil enterrar un recuerdo que permanece vivo. Ha de pasar un tiempo antes de que la vida cotidiana recobre su curso.

Muy probablemente algún día, Belén y Javier coincidan por la calle. A lo mejor van solos, o no. Tal vez se saluden, o tampoco. Quizá pasen de largo como si se hubieran cruzado con un fantasma. También puede ser que se detengan a hablar, que comenten los cambios que se han producido en sus vidas sin tener en cuenta antiguos conflictos, incluso es posible que resucite algún sentimiento entre ambos, aunque sólo sea una pizca de ternura. Algo que permanezca incombustible en medio de las cenizas. Belén no quiere ni oír hablar de Javier, pero no lo olvida ni un momento. Lo ha convertido en una obsesión, siempre invisible y presente. Isabel me confiesa que a su edad le apetece llevar una vida tranquila con alguien cómplice al lado. Pero si el cómplice la engaña, ella prefiere vivir sola. Sus palabras me confunden, no sé si habla de Belén o de sí misma. Le digo que después de la tormenta viene la calma, que entonces la vida renace y cobra más fuerza.

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