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Provocador

Los Oscar con porros y pantalón corto

Jimmy Kimmel, estrella irreverente de la televisión americana, sustituye a Chris Rock como maestro de ceremonias

MERCEDES GALLEGO

Domingo, 11 de diciembre 2016, 00:57

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Con al menos ocho cintas de fuerte presencia afroamericana pujando a los Oscar y el doble de votantes, la Academia de Hollywood no cree necesario dejarse fustigar este año por un presentador como Chris Rock. Los #OscarSoWhite volverán a ser blancos en el escenario de la mano de Jimmy Kimmel, el presentador del programa del mismo nombre que compite en la parrilla nocturna con ABC. Su misión, ser lo más irreverente posible y levantar una ceremonia en decadencia.

La cadena que renovó recientemente el contrato a su estrella nocturna paga a la Academia de Cine 75 millones de dólares anuales por los derechos exclusivos para retransmitir el programa televisivo de más audiencia, sin contar con los deportes. Esa cuota de espectadores disminuye cada año, por lo que la cadena ve la necesidad de rentabilizar la inversión promocionando a sus propias estrellas.

Pese a la controversia que desató el año pasado la 88 edición de unos Oscar en los que no había ningún actor o actriz de color nominado para las 20 categorías, la ceremonia tuvo el tercer índice de audiencia más bajo de su historia. Y no necesariamente porque la gente de color no tuviera incentivo para ver la ceremonia, que Chris Rock compensó con sus mordaces ataques. El público de color sólo bajó un 2%, sin que nunca haya sido especialmente significativo. A los que Jimmy Kimmel necesita enganchar para levantar el telón del cine en su gran noche son los mismos blancos a los que se verá políticamente obligado a atacar en la era del racismo Trump. El humorista de 49 años es famoso por tomar el pelo a la audiencia con la complicidad de sus entrevistados, pero esta vez, en una California donde la marihuana estará estrenando su legalidad para uso recreativo, se plantea incluso pasearse por la alfombra roja ofreciendo unas caladas a los asistentes. «Mi meta es que de un modo u otro me arresten durante la ceremonia, a lo mejor tengo que ir en pantalones cortos», bromeó.

«Que te den, tío»

La etiqueta de los Oscar es estricta hasta para periodistas y trabajadores, porque la Academia no quiere arriesgarse a que alguien aparezca en el cuadro sin ir vestido de gala. Nada puede estropear el glamour que la ha hecho famosa, pero cuando se contrata alguien tan irreverente como Kimmel todo es posible.

Cuenta a su favor con haber presentado dos veces la ceremonia de los Emmy, en la que no dejó títere con cabeza. Sus primeras víctimas suelen estar en la audiencia. En la edición de este año no hubo porros sino una merienda que repartió personalmente, con un aviso: «Que levante la mano el que tenga alergia al gluten o alguna restricción dietética». Pero los que lo hicieron no recibieron nada distinto. «Solo quiero que todo el país vea quiénes son las estrellas más chocantes», dijo traicionero.

A Kimmel le gustan las entradas espectaculares y suele tirar de su amigo y álter ego Matt Damon para quedarse con la audiencia, que desconoce la complicidad. Durante once años terminaba sus programas con «una disculpa a Matt Damon, porque se nos ha acabado el tiempo, pero lo volveremos a traer pronto al programa». El día que lo hizo, lo presentó con la introducción más larga que se pueda dar a una estrella y, una vez que se sentaron, lo despidió contritamente con el habitual, «mis disculpas, se nos ha acabado el tiempo, ¿podrías volver mañana?».

Era de esperar que el actor fuera consciente de la broma, pero cuando respondió con un «Que te den por culo, tío, estoy harto de que te rías de mí», la gente empezó a creer que su enfado era genuino. Damon, un actor de Oscar, soltó el mayor número de jaculatorias prohibidas en televisión que se recuerda. Hasta que el propio Kimmel aclaró semanas después en un entrevista que todo estaba pactado, nadie lo tuvo claro.

Tener a Kimmel en los Oscars es tener a bordo al actor que incluso se prestó a un vídeo con su entonces novia, la humorista Sarah Silverman, que le anunció en público: «Me estoy follando a Matt Damon». El vídeo tuvo 14 millones de visitas en YouTube. Una fracción de ese éxito irreverente le convertiría en un buen fichaje para la imposible labor de llenar los zapatos de Billy Crystal y Bob Hope, los legendarios presentadores que más veces han liderado la ceremonia de los Oscar.

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