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OSKAR BELATEGUI
Domingo, 18 de septiembre 2016, 00:59
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Ni siquiera el publicista más avezado de Hollywood habría imaginado un ardid promocional tan genial. Un día antes de la presentación de 'El hombre de las mil caras' en el Festival de San Sebastián, su protagonista, Francisco Paesa, aparece en la portada de 'Vanity Fair'. El agente secreto, 'gigoló', estafador internacional, vendedor de armas y pieza fundamental en el golpe más duro asestado a ETA sigue vivo. A sus 80 años, mantiene la apostura de dandi y los aires de 'bon vivant'. Uno casi esperaba ayer encontrárselo en el puente del Kursaal, resguardándose del vendaval del Cantábrico con un fular de seda.
«Cuando vi la revista me quedé atónito, pero enseguida entendí que era algo muy del personaje salir un día antes del estreno de la película. No en vano, al final de la entrevista dice que todo lo que ha contado puede ser verdad o no», confiesa el director Alberto Rodríguez, que juraba que las últimas noticias que tenía del personaje es que había muerto. «No tiene causas pendientes en España, así que supongo que puede regresar», dice. En 1998 Paesa publicó una esquela en los diarios anunciando que había sido incinerado en Tailandia. Con su habitual humor dejaba pagadas una misas gregorianas en un monasterio cisterciense de Burgos. Una vez más, vuelve a resucitar.
La salva de aplausos con la que los periodistas recibieron al equipo de 'El hombre de las mil caras' certifica que, de nuevo, Alberto Rodríguez dará que hablar en los próximos Goya. El autor de 'Grupo 7' y 'La isla mínima' sigue sirviéndose del 'thriller' para repasar la historia reciente de España. Si antes abordó la Transición y los fastos del 92, ahora es el turno de los años más negros del felipismo. Los chanchullos de Paesa, que también fue banquero y diplomático, son inabarcables en un solo largometraje, así que Rodríguez se detiene en su relación con Luis Roldán.
La historia es de sobra conocida. El ex director general de la Guardia Civil y su mujer contrataron a Paesa para ocultar 1.500 millones de pesetas sustraídos del erario público. El espía no solo se quedó con el dinero y entregó a Roldán, sino que también le sacó 300 millones de los fondos reservados al entonces ministro del Interior y Justicia, Juan Alberto Belloch. El filme salta de Madrid a París, de los aeropuertos a los despachos ministeriales, de pisos de lujo a cárceles infectas. Rodríguez otorga un ritmo endiablado a esta crónica de corrupción protagonizada por Eduard Fernández, que dota de misterio y retranca a un ser al que le ponía el riesgo y la buena vida.
Jose Coronado es el piloto de avión y cómplice que hace de guía al espectador. Carlos Santos, irreconocible con calva, se come la película como Luis Roldán. Si Paesa sigue siendo un enigma al final de la cinta, Roldán se muestra patéticamente humano en su ambición. Hasta aparecen aquellas inolvidables fotos de orgías publicadas en 'Interviú'. 'El hombre de las mil caras' habla de las cloacas morales de un país y proyecta su sombra hasta el presente. Pese al aura de fascinación que rodea a su héroe, no estamos ante un 'Ocean's Eleven' de tramposos. No hay glamour en estos servidores públicos que anticipan a los Bárcenas actuales.
«La película tiene un tono irónico y el personaje puede resultar fascinante, pero no comparto su moral, no creo que hayamos hecho un héroe», dice el director sevillano. «La sociedad está madura para hablar de nuestra historia reciente. Lo que contamos podía salir en el telediario de hoy. Tengo la sensación de que se seguirá repitiendo como en un juego de espejos», añade.
Alberto Rodríguez se basó para el guion en el libro del periodista Manuel Cerdán. Ficcionó hechos y estilizó personajes al ver «que era imposible averiguar la verdad». La sobredosis de información quizá abrume en ciertos momentos, aunque el director reconduce la trama en un filme brillantemente rodado. «Está hecha para que el público pase un buen rato y después se haga preguntas», confía el director. Y sabe que «al PSOE no le hará ni pizca de gracia».
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