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Rossy de Palma derrochó simpatía en la jornada inaugural del Festival de Cine Francés.
Rossy de Palma: «En México me dicen la Picassa»

Rossy de Palma: «En México me dicen la Picassa»

La actriz y protagonista de 'Graziella' recibe el Premio Guiño del Festival de Cine Francés

Francisco Griñán

Sábado, 25 de octubre 2014, 01:58

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Es de esas actrices a las que acompaña el carisma. Rossy de Palma (Palma de Mallorca, 1964) derrochó ayer simpatía en la jornada inaugural del Festival de Cine Francés, donde presentó el drama francés Graziella. Antes del estreno se sentó con SUR para hablar de cine, de España, de Francia... Habla con sinceridad y, hasta cuando se muerde la lengua, dice lo que piensa.

Dramas como el de Graziella no se los ofrecen en España.

Estoy encantada con los papeles de humor. Tengo una vis cómica innata y sería estúpido no aprovecharla. Pero hay personajes que no son para divertir, sino para emocionar. Y en Francia he tenido la suerte de hacer muchos de este tipo. De todas formas, no creo en las fronteras, solo en las fronteras gastronómicas.

Pero las diferencias existen y en el país galo la ven con otros ojos.

Aquello es una industria y los franceses van a ver sus películas habitualmente. No es que de repente aparezca 8 apellidos vascos y se lanzan todos al cine como aquí, sino que en Francia van porque les interesa su cine. Allí hay más respeto por los actores, mientras que aquí nos tratan más como bufones del rey o teleñecos. Hay mucho fenómeno fan y la gente es muy cariñosa, pero la sociedad nos dice que estamos subvencionados. ¡Pero si al cine le dan cuatro perras! Subvencionadas están las fábricas de coches que además ganan dinerales y nadie se queja. En Francia hay más respeto por los artistas. Hay una parte muy cateta en no valorar lo que tenemos. Es un problema de autoestima.

¿A quién se refiere?

A los españoles. ¿Si no nos queremos nosotros, quién nos va querer? De todas formas no me gusta generalizar. Yo he nacido en Mallorca, pero mis padres son asturianos-vascos y esta nariz mía es ADN vasco. Estoy muy mezclada, del Mediterráneo al Cantábrico. Y cuando digo lo de la autoestima, me refiero a que nos tenemos que valorar más. No nos damos cuenta, pero nos tiramos piedras contra nuestro tejado.

El divorcio del cine español con los espectadores tiene algo de paralelismo al desencuentro de España y Cataluña.

No me quiero meter en este último tema porque viene de heridas muy antiguas. Franco se pasó con los catalanes al prohibirles hablar en su idioma que es bellísimo y es parte de la cultura. En parte, de aquella prohibición vienen estos lodos. De pequeña soñaba con que inventasen las inyecciones de lengua para hablar cualquier idioma. Yo parlo catalán y charro mallorquín y las lenguas son la llaves maestras de la cultura. Me encantaría hablar chino.

Lo que es evidente es que tiene la llave maestra del cine galo.

Sí, tengo una. No soy francesa, pero me considero francófona. Acabo de rodar una película con Patrice Leconte que se titula Una hora de tranquilidad y me ha fascinado. También he trabajado en italiano y en inglés. La verdad es que el idioma es el software de las culturas.

Es chica Almodóvar, pero nunca le ha pedido un papel al cineasta.

Yo no soy de pedir. Al principio, yo seducía a Pedro a la distancia. Todo el mundo le pedía cosas y yo pensé que mejor era no presionarlo, aunque sí le miraba para provocarlo. Me encantan las cosas cuando vienen dadas y rompí esa regla con el director Mehdi Charef. Lo que no me iba a imaginar es que 25 años después de haberle escrito una carta me iba a regalar un personaje como la maravillosa protagonista de Graziella.

Por cierto, en la película, su pareja le dice que es una belleza picassiana que es una definición que se ha usado mucho con usted.

En México me dicen la Picassa. Pero es curioso que Medhi, que es poco farandulero, también me vea así. Fíjate que con todo lo que he oído lo de Picasso, mi personaje no tenga ni idea de quién es y pregunte a su pareja si esa comparación es buena. Y él le contesta: «Es hermosa».

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