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Lunes, 4 de diciembre 2017, 00:16
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Una colina elevada sobre la desembocadura de varios ríos. Un lugar idóneo para un asentamiento con agua, tierra fértil y perspectiva suficiente para ver llegar a los enemigos. Ya lo supieron los fenicios en el siglo VIII a. C., primeros moradores de ese territorio que con el paso de los siglos recibió a romanos, bizantinos, musulmanes y cristianos. Un calendario de láminas de tierra y piedra en el subsuelo del antiguo colegio de San Agustín, futura sede de la Biblioteca Pública del Estado, que la luz de los primeros informes arqueológicos reivindica su imponente legado histórico.
SUR ha tenido acceso al estudio encargado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte que realiza una primera evaluación de esos restos como paso previo en el camino para convertir el antiguo colegio y convento en la futura Biblioteca Pública del Estado. Ante los resultados iniciales conocidos en mayo, el Gobierno ya adelantó que el proyecto inicial «se va a ver seriamente afectado».
En relación con los posibles plazos, el ministerio recordaba en una reciente respuesta parlamentaria que, en el escenario más optimista, la Biblioteca Provincial –como se la conoce de manera popular– no llegará a San Agustín hasta dentro de cuatro años. Para entonces, la institución habrá superado el cuarto de siglo en su actual sede alquilada en la avenida de Europa.
El futuro de la Biblioteca pasa por San Agustín, cuyo pasado emerge en el informe elaborado por Arqueosur al que ha tenido acceso este periódico. Los trabajos han consistido en la apertura de 12 catas en distintos puntos del inmueble, levantado en el «corazón arqueológico de la ciudad», como destaca el estudio.
Y esa ubicación se traduce en un variado catálogo de restos arqueológicos desde los orígenes mismos de la urbe. No en vano, el informe destaca como «primer hito» en el currículo arqueológico del edificio «el hallazgo en el patio del inmueble que nos ocupa de la muralla fenicia que cerraba al noroeste esta ciudad».
Restos romanos y bizantinos también afloran en el subsuelo del antiguo convento de San Agustín, que ha dejado a los investigadores un elemento «anómalo»: un enterramiento realizado mediante el rito musulmán «en fosa simple, sin que se aprecien restos de tratamiento de la misma, de un individuo situado con orientación Noroeste-Sudeste con el cráneo perfilado hacia el Sur (mirando al Sudeste, hacia La Meca)», detalla el informe.
Los especialistas recuerdan que el hallazgo está «muy alejado de las necrópolis islámicas conocidas de la ciudad». Y añade: «Datada en los convulsos momentos de la conquista cristiana, podemos quizás achacarlo a un enterramiento de fortuna, como se ha manifestado en algún otro lugar de la ciudad bajo las mismas circunstancias».
De la misma época datan los «restos de vajilla de cronología de la Conquista ya con algún fragmentos de época nazarí» encontrados también en San Agustín, que dan paso cronológico al segundo enterramiento hallado en estas catas acometidas a unos dos metros de profundidad.
Esta tumba se corresponde con el ritual cristiano y en ella los arqueólogos detallan: «El elemento más destacado (...) es la presencia de dos grandes bolsadas de cal depositadas sobre el torso y la cabeza. El empleo de la cal en enterramientos viene siendo usual con carácter profiláctico, en casos de enfermedades y epidemias de carácter infeccioso, caso de la peste, cólera, tifus, etc.».
El ministerio enfila ahora una nueva campaña arqueológica. Aún queda por descubrir bajo el suelo del antiguo colegio de San Agustín.
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