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Regina Sotorrío
Domingo, 28 de mayo 2017, 00:14
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Están acostumbrados a intervenir en todo tipo de piezas: artesonados de madera, esculturas de bronce, pinturas históricas, frescos Pero nunca hasta ahora se habían enfrentado a una obra de estas dimensiones: un gigantesco lienzo de 130 metros cuadrados y 168 kilos de peso que hacen «complicadísima» su manipulación. El telón que Bernardo Ferrándiz pintó en el XIX para el Teatro Cervantes pasa ya por quirófano para frenar su deterioro, una operación que a partir de principios de junio se desarrollará a la vista de todos en el Ayuntamiento.
Llegará al Patio de Banderas más tarde de lo previsto. Las primeras actuaciones de Quibla Restaura, la empresa encargada del proyecto, han desvelado un estado de conservación peor del esperado, lo que impidió que el telón pudiera exponerse, como se anunció, en la pasada Noche en Blanco.
Desde que hace poco más de un mes comenzara oficialmente la restauración que financian el Ayuntamiento y la Fundación Málaga, la pieza se ha sometido a una intensa labor de consolidación del soporte textil en diferentes fases. La más urgente, sobre el mismo escenario del Cervantes, protegió las zonas de la pintura con peligro de desprendimiento con papel japonés y cola de pescado. Un paso indispensable antes de mover lo más mínimo la pieza.
Una vez lista, se plegó sobre un cilindro de madera gigante construido por operarios del Cervantes para su traslado al Palacio de Ferias. Allí se procedió a retirar el entelado que se añadió en los años 50 para evitar ya entonces el resquebrajamiento de la tela original, lo que desveló el delicado estado del material.
Casi 40 kilos se han aligerado tras quitarlo.Si la pintura de Ferrándiz estaba sobre lino, a mediados del siglo pasado se incorporó un forro de algodón pegado con cola de carpintero. «La distinta naturaleza de cada material, con movimientos muy diferentes, y la cola tan fuerte que se usó generaba deformaciones y encogimiento de la tela original», explica Francisco Zambrana, uno de los socios de Quibla.
Hasta cinco parches superpuestos de distintas épocas se han encontrado en algunas zona. Además, al eliminar el textil de algodón, han aparecido grafitis a lápiz, en su mayoría nombres y fechas que remiten a 1914 y 1918. «Pueden corresponder a personal del teatro o a las compañías que lo visitaron en aquel entonces», aventura Zambrana.
Los restauradores reforzarán ahora el original con una tela de lino que acaba de llegar de Italia, un trabajo que ejecutan en un espacio cedido por el instituto Rosaleda, la última parada antes de llegar al Ayuntamiento y poder colocar el telón en vertical. Solo entonces acometerán la restauración pictórica, pero advierten: «Será muy difícil rescatar la pincelada de Ferrándiz». En los repintes que se hicieron a principios y mediados de siglo XX se aplicó temple sobre el temple de base, por lo que las dos capas se unieron. Las zonas donde se pueda recuperar la mano de Ferrándiz se dejarán como testigo.
Los últimos retoques se darán tras el verano en el Cervantes. Vuelve a su casa, pero de manera diferente: el telón de boca estará ahora sobre soporte rígido. Colgarlo con una única sujeción en la parte superior generaría mucho estrés a la tela y los expertos lo desaconsejan. Pero quizás eso sea lo de menos. Rígido o con movimiento, el Cervantes recompondrá un discurso pictórico roto desde hace décadas. Techo y telón volverán a dialogar, como en 1870.
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