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Paco Mora.
El flamenco hace memoria

El flamenco hace memoria

El malagueño Paco Mora impulsa una experiencia terapéutica frente al alzhéimer a través del baile y el cante

Antonio Javier López

Lunes, 22 de mayo 2017, 01:07

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Empezó como juego, casi una huida hacia adelante, uno de los palos que iba tocando a tientas en busca de una salida. De una mejoría. Y ahí encontró algo. Su madre había empezado a caer en el pozo de la desmemoria y allí se atisbaba, al menos, un destello.

«La enfermedad me daba mucho tiempo para pensar, para escribir, para atenderla. Empezamos a buscar sus recuerdos a través de las coplas, porque esta es una generación que ha tenido en su banda sonora sentimental la copla y el flamenco», detalla el bailaor y coreógrafo malagueño Paco Mora. Nacía el proyecto Flamenco para Recordar que después de cuatro años de desarrollo en el ámbito privado va a saltar a la experiencia colectiva dentro de unas semanas a través de una iniciativa en centros de día de Extremadura, donde Mora reside.

«Independientemente de que el tratamiento farmacológico funcionara, notaba en mi madre una progresión paralela en las emociones, en los estados anímicos, después de estas acciones vinculadas con el flamenco. Uno de los aspectos más importantes de la terapia es la relación entre el cuidador y el enfermo. Yo soy un cuidador quemado, pero con este tipo de experiencias tengo un aliciente para estar con ella, para jugar con ella y buscar emociones y eso te acerca a la persona enferma y consigue dejar un poco al margen ese machaque», comparte Mora, director desde 2013 del Centro Artístico de Badajoz.

Recuerdos rescatados

Mora fue asimismo el director del espectáculo Málaga que abrió en 2005 la primera Bienal de Flamenco de la Diputación Provincial, ha presentado sus espectáculos desde Japón hasta Francia y en la gran pantalla ha llegado a protagonizar la película Salomé (2002) de Carlos Saura. El bailaor decidió dejar esa carrera «aparcada» para cuidar a su madre, Carmen Mora, que va camino de cumplir 86 años y de la que tomó, además del apellido para su nombre artístico, el amor por el arte jondo.

«El pasado Día de la Madre vivimos una de las experiencias más increíbles desde que nos embarcamos en este proyecto hace más de cuatro años. Le llevé a mi madre un ramo de flores y todo eso y después de ponerle el desayuno me pidió que le bailara. Yo le bailé y se emocionó. Le pregunté por qué lloraba y me empezó a contar que ella querría haber sido bailaora, pero que su padre no le dejó porque decía que eso era para mujeres de mal vivir. Vi cómo esa pena desembocaba en una alegría, porque se estaba dando cuenta de que yo sí he podido ser lo que a ella le hubiera gustado ser. Además del aspecto emocional tan brutal, fue una manera muy hermosa de poner en marcha por unos momentos los mecanismos de su memoria», relata el coreógrafo.

Ahí está Carmen, en el perfil de Facebook del proyecto, cantando La niña de fuego junto a Alberto Moreno. Y esa copla que hicieran célebre Manolo Caracol abre una compuerta en la memoria de Carmen: «A mi padre, que en paz descanse, le gustaba que su Carmen le cantara. Le gustaba mucho el flamenco y que le cantara y le bailara». Y luego las bromas, las risas en medio de la bruma del olvido.

O ese otro vídeo con Carmen pidiéndole a Paco: «Ponme flamenco». Y la voz de Miguel Poveda entonando Esos cuatro capotes y Carmen quiere arrancarse y las piernas no responden pero sí el impulso sí, y las manos dibujando en el aire caracoles y un zapateado trabajoso capaz de rebelarse, aunque sea por un instante, contra la parálisis de los músculos y la memoria.

Vistos los avances en el ámbito privado, Mora se animó a salir a un escenario mayor: «Una opción era seguir el patrón habitual: crear un proyecto, buscar ayudas públicas y después se realiza o no. Yo he decidido tomar otro camino: crear el proyecto y partir de ahí buscar colaboraciones que me han llevado a darme cuenta de la importancia artística de las redes sociales. Antonio Canales lo publicó en su muro y en muy poco tiempo recogí el apoyo de gente como Cristina Hoyos, Rafael Amargo y muchos más».

Más allá de lo lúdico

Artistas, profesores y gestores y culturales se han ido sumando a la iniciativa, que ahora está a punto de dar un caso crucial: «Estamos ultimando los detalles para probarlo en centros de día concertados de la Junta de Extremadura o en residencias privadas. Seguramente iremos alternando. Lo que quiero es poder ofrecer una alternativa a las terapias actuales y pensamos empezar entre finales de mayo y principios de junio. Pensamos en un primer tramo de terapia que durará tres meses y sé que vamos a tener resultados. Vamos a empezar con centros privados con la intención de extenderlo después a más espacios».

El bailaor malagueño adelanta que la nueva fase del proyecto sumará la participación de un psicólogo, un fisioterapeuta y un técnico ocupacional. «Esto no es una terapia sólo lúdica. Somos muy conscientes de que no vamos a curar la enfermedad, ni mucho menos; pero estoy convencido de que vamos a conseguir, al menos, ponerle un obstáculo en su desarrollo de manera paralela al tratamiento farmacológica. Al crear una rutina en torno a algo que le gusta, se logran grandes avances en las emociones del enfermo». Y del cuidador, que también hay que acordarse de ellos.

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