Lezo es más que un caso
Antonio Garrido
Domingo, 30 de abril 2017, 10:50
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Antonio Garrido
Domingo, 30 de abril 2017, 10:50
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En otros tiempos los casos de investigación policial se bautizaban con números o con letras; en la actualidad, y ya llevamos años, se le pone nombre de muy diverso tipo y de muy diferente origen. Son más fáciles de recordar y permiten cierta creatividad y hasta humor que, por cierto, buena falta nos hace. Generalmente aciertan pero en este caso tengo que protestar enérgicamente. Blas de Lezo es mucho más que un nombre de un caso de corrupción. Muy mal elegido el nombre, fatal. Me informo que lo han llamado así porque Ignacio González, el expresidente de la comunidad de Madrid, fue espiado en un viaje a Cartagena de Indias, lugar de la inmensa hazaña del héroe de Pasajes. ¡Menuda estupidez!
También he leído que González puso la primera piedra de un colegio que lleva el nombre de Lezo. Es un acierto pero esto no tiene nada que ver con lo anterior.
Me he indignado y mucho cuando escuché por primera vez el nombre de Lezo vinculado a temas tan sucios y repugnantes como la corrupción y un largo etcétera de delitos. No casa bien el nombre ejemplar con actividades abyectas que deben ser castigadas con todo el peso de la ley. Debe tener más cuidado quien bautiza cuando emplea nombres históricos. ¿Cómo suena Operación Quevedo, Cervantes, Herrera y así hasta el infinito? Con estos nombres lo que hay que hacer es darlos a conocer y que sirvan de ejemplo; ya sé, ya sé que eso del ejemplo no está de moda porque, como muestra reciente estudio, la felicidad se consigue en el seno de la ignorancia; mientras más burros, más felices. También sé que me censuraran por usar la palabra burro pero es lo que hay en el idioma.
Aprovechando el error de la autoridad, me da igual la que fuere, voy a dar noticia siquiera leve sobre Blas de Lezo que vivió entre 1689 y murió en 1741, precisamente en Cartagena de Indias, de unas fiebres. Hasta ahora no se sabe dónde fue enterrado porque se perdió la pista. En Madrid tiene una estatua y en el Museo de la Marina se conserva un retrato; mejor me fijo en la estatua que lo representa y explica perfectamente que lo llamaran «Medio hombre». En efecto, le falta un ojo, una pierna y un brazo. En el retrato, de medio cuerpo, solo aparece el ojo vacío. Estas terribles heridas fueron actos de servicio a España y a su rey. Como la envidia nació en España nunca ha tenido la fama y el reconocimiento que se le debe y que lo sitúa, como estratega, en un nivel igual o superior a Nelson. Lezo no tiene ninguna columna.
Fueron muchas sus acciones militares pero la que se puede considera épica fue la defensa de Cartagena de Indias de los ingleses. El almirante Vernon se presentó ante la ciudad con una flora formidable: dos mil cañones, treinta mil hombres y ciento ochenta navíos. Frente a ellos estaban las fortalezas de Cartagena, tres mil hombres y seis barcos. El 20 de abril de 1741 se produjo el asalto definitivo y el definitivo fracaso de los británicos que ya se habían apresurado a acuñar medallas conmemorativas que se tuvieron que guardar.
Después de estas pinceladas queda claro que asociar Lezo y González es inadmisible a todo punto, un héroe honrado frente a un presunto, cuidado con eso, presunto, delincuente. ¡Atento con los bautizos!
En estos días son dos las palabras más usadas, quitando la sempiterna dimisión, que los grupos de la oposición lanzan a diestro y siniestro; son la también sempiterna corrupción y la usada pero ahora hasta la saciedad: comisión. La acumulación de casos también lleva a usar el término vergüenza. La forma es sencilla: La corrupción es una vergüenza. La verdad es que el idioma se queda corto para moverse en terrenos discretos de expresión, solo recurriendo al lenguaje escatológico nos podemos acercar o, también, con palabras menos gastadas en este contexto como: La corrupción es un albañal, la recomiendo de veras. Es de origen árabe hispánico y tenía en origen el sentido de &lsquotragona&rsquo. La corrupción es &lsquodepósito de inmundicias&rsquo. Tampoco está mal emplear zahúrda; así: Nos movemos en una zahúrda, es decir, en una pocilga.
En los medios de comunicación afirman los de todos los días que la solución es la tan cacareada comisión de financiación ilegal. Permítame el lector avisado que me ría. Sabemos por secular experiencia que para que algo llegue a ser nada lo mejor es crear una comisión. Una vez hecha la foto de rigor y las rimbombantes declaraciones se procederá a las declaraciones de las personas requeridas; después, ya se sabe, los partidos se dividirán, se lanzarán acusaciones y la comisión naufragará sin remedio. Se buscarán soluciones de compromiso, ¿quién sabe?
La mejor comisión, y vuelvo a Lezo, es que los que sean condenados devuelvan el dinero y pasen un buen periodo de tiempo a la sombra pero sin piscina ni comodidades, una celda ascética donde puedan pensar y hacer como que se arrepienten.
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