Borrar
Gloria Fuertes, en la playa de Rincón de la Victoria, donde pasó los últimos veranos de su vida
El rincón dorado de Gloria Fuertes

El rincón dorado de Gloria Fuertes

El centenario del nacimiento de la poeta trae a la memoria los veranos que durante 20 años pasó en la Costa del Sol

Antonio Javier López

Domingo, 23 de abril 2017, 00:16

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Solía pedir la 410. Estaba en la cuarta planta, era tranquila, luminosa y, sobre todo, tenía vistas al mar. Esa última era una condición casi innegociable. Allí se levantaba bien entrada la mañana. Algunos días desayunaba en el cuarto y, otros, bajaba al restaurante. Luego un baño en el mar, almuerzo, sobremesa y de vuelta a la habitación por la tarde para escribir los artículos que publicaba en prensa o rematar algún poema. Al caer la noche volvía a la vida social con alguna cena, casi siempre alargaba hasta la madrugada en la terraza del Hotel Rinconsol, donde Gloria Fuertes disfrutó de sus últimos veranos.

El centenario del nacimiento de la poeta trae ahora a la memoria las dos décadas que veraneó en la Costa del Sol, primero en Estepona y luego en Rincón de la Victoria. En este último destino, siempre en el Hotel Rinconsol, cuyo presidente, Leonardo Fernández, recuerda su experiencia con la escritora: «Era una persona muy campechana y directa. Le teníamos muchísimo cariño, porque se hacía querer. Dejaba huella allá donde estaba».

Un poso que también dejó en el poeta y articulista Manuel Alcántara, cómplice de Gloria Fuertes en muchas de aquellas jornadas estivales frente al mar. «La conocí en el Café Varela de Madrid en 1953. Teníamos una amistad antigua. Me sé de memoria muchos episodios de su vida, como que fue novia de Gila antes de la guerra. Gloria era una persona muy cariñosa y muy valiente», sostiene Alcántara.

Porque Gloria Fuertes, con su vida y con su obra, nadó contra las convenciones de la época. En lo primero, cuesta inscribir sus versos en grupos como la Generación del 50 o el Postismo, de los que participó siempre desde una forma muy personal. Y en el territorio de la intimidad, por su homosexualidad sin esconder ni declarar, en buena medida por su vinculación en el tramo final de su vida con la poesía infantil, una faceta que acabó fagocitando el conjunto de una obra con muchas más vertientes.

Quienes la conocieron recuerdan que hasta Málaga llegó la escritora huyendo de la tristeza. Su compañera durante casi 20 años, la norteamericana Phyllis Turnbull acababa de fallecer y la tristeza sumió a Gloria Fuertes en una profunda depresión. «La conocí en 1970 en las tertulias literarias que había entonces, en la Librería Abril de Madrid. Volví a Málaga y en el año 71 me la encontré en los Baños del Carmen. Estaba viviendo un momento muy complicado, había muerto Phyllis y había venido a Málaga invitada por el profesor Alvar para los cursos de filología clásica que se celebraban en la ciudad», rememora el poeta José Infante.

«Gloria estaba triste. Daba clases, pero tenía tiempo libre, acababan de abrir El Pimpi y le propuse que quedáramos allí junto a un grupo de jóvenes poetas y pintores de la ciudad. Nos reuníamos casi todos los días y pensamos en crear una tertulia fija, los viernes, haciendo un chiste con el Sábado Santo, que entonces se conocía como Sábado de Gloria, así que le pusimos a la cita los Viernes de Gloria», añade Infante, uno de los promotores de aquella iniciativa que estrechó los lazos entre la escritora y la ciudad.

«A partir de ahí su relación con Málaga fue bastante intensa y venía todos los años a veranear y a participar en las tertulias. En aquel momento, en los años finales de la dictadura, apenas había oferta cultural en la ciudad y la generación de poetas y artistas que empezaba a despuntar encontró allí un lugar donde reunirse», reivindica Infante, antes de mencionar a compañeros de armas artísticas que participaron de aquel movimiento, como Fernando Merlo, Agustín Utrera, Francisco Romero, Ángel Rodríguez, Bartolomé Navarro y Juvenal Soto.

Una inyección de vida

«Personalmente, creo que su experiencia en Málaga fue importante. Su obra es inclasificable, es una poeta muy personal, pero la experiencia de Málaga fue una inyección de vida, sobre todo durante los primeros años, porque la desaparición de su compañera fue muy dura para ella. La ciudad, su carácter abierto, le gustó mucho, porque a ella le gustaba mucho el contacto directo con las personas», ofrece Infante.

Una vinculación que ahora reverdece con iniciativas como el programa Entre Líneas celebrado este fin de semana en Rincón de la Victoria y el ciclo en la red de bibliotecas municipales de la capital presentado este jueves. Y el viernes, la pieza teatral La abuela rockera, inspirada en su Diccionario estrafalario y representaba en la Noche de los Libros en La Térmica, que también acogió el fraseo de la malagueña Eskarnia con su disco Sola en la sala a partir de los versos de Fuertes.

Ecos de una obra que resuena en otros versos: «Llevo seis semanas mirando al mar./ Leo, escribo algo,/ paz, silencio./ Mi habitación sobre el mar/ parece un barco./ Voy sin nadie. / Navego a la nada». Uno de los pocos poemas de Gloria Fuertes donde se asoma su rincón dorado en el sur. Se titula Verano 1992.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios