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El artista Jia Aili, en el CAC Málaga.
Las conjunciones planetarias del CAC

Las conjunciones planetarias del CAC

Txema Martín

Sábado, 1 de abril 2017, 02:34

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El CAC está cerca de cumplir sus quince años de una trayectoria que ha servido a la ciudad para que nos acostumbremos al lujo de una programación internacional de un nivel que hasta entonces era excepcional en nuestro ámbito. Durante estos casi tres lustros de vida, por el antiguo mercado de mayoristas han desfilado las obras de muchos de los artistas más importantes del momento, trazando un esplendoroso recorrido en torno a los must del arte contemporáneo mundial. Esta tendencia hacia el estrellato, que forma parte del ADN de este centro, ha sido a veces tildada de comercial, tratada incluso con la dejadez intelectual con la que se trata a la radiofórmula, pero conviene recordar que hasta el año 2002 la programación expositiva de esta ciudad estaba condenada a la atmósfera local y al fenómeno indie, con la excepción de un puñado de hitos aislados. El Colegio de Arquitectos, la Sala Alameda de la Diputación o la Casa Natal de la Fundación Picasso, por citar los primeros que se nos vienen a la cabeza, forman parte de estas circunstancias heroicas y excepcionales en nuestra memoria, pero hay que reconocer que el proyecto del Ayuntamiento de abrir un centro dedicado en exclusiva al arte contemporáneo prendió una mecha de actividad expositiva que se ha propagado hasta el glorioso incendio expositivo que vive ahora nuestra ciudad.

Ayer el centro inauguró la exposición temporal dedicada al artista Peter Doig para cerrar un círculo que vuelve a revelarse como una auténtica constelación. Junto a este pintor escocés, ahora mismo el CAC hay una espectacular remezcla de talento con las exposiciones individuales del chino Jia Aili, el norteamericano Travis Somerville o el videoartista londinense Isaac Julien, de quien se expone en el Espacio 5 un fragmento de su serie sobre tres capitales que conforma Playtime. Llama la atención que gracias a su propia trayectoria y al sugerente espacio que ofrece el centro a los artistas (2.500 metros cuadrados de espacio expositivo en total) los artistas más importantes del arte contemporáneo se muestren siempre tan contentos de mostrar aquí su trabajo. Así lo manifestó Jia Aili en su inauguración de hace un par de semanas. Aili es uno de los pintores más importantes de la nueva generación de artistas chinos que han nacido en una contradicción de sistemas matizados además por la soledad del hijo único impuesta como ley. Su exposición resulta sencillamente impresionante, coronada por un impresionante cuadro de 15 metros de ancho y 6 de alto, una pieza épica donde la hoz y el martillo están enterrados en la ruina y en la que está presente buena parte de sus elementos comunes en su obra; los ambientes apocalípticos se entrelazan con astronautas, escafandras, esferas, rayos, fuego, individuos en soledad y escenas atómicas que forman juntas un sugerente panorama de devastación.

No es sencillo calcular los millones de euros que puede haber ahora mismo colgados de las paredes de la exposición individual dedicada a Peter Doig, considerado uno de los artistas vivos más cotizados en toda la historia. El hecho de que se hayan pagado cantidades indecentes por sus obras es más bien un hecho anecdótico que no resta de un ápice de emoción a su pintura. Málaga acoge la primera exposición individual que se ha hecho de él en España y que es en realidad el resultado de un divertimento. El artista ha creado junto a Che Lovelace un cineclub en la Isla de Trinidad, concretamente en una antigua fábrica de ron donde se encuentra su estudio particular, y el CAC expone los carteles que ha ido pintando para cada película como medida de reclamo pero también de divertimento, y alguno de ellos son especialmente interesantes. Una de estas películas es, casualmente, de Isaac Julien que expone unos metros detrás y muchas de ellas tratan el concepto de ruta y de viaje, tal y como hace, de otra manera, el norteamericano Travis Somerville en la última sala del fondo, y que invita a reflexionar sobre el racismo, la identidad y la crisis de los refugiados que está avergonzando a todo el mundo. Con él, se cierra esta última tanda de arte contemporáneo que propone el CAC Málaga y que vuelve a suponer una ambiciosa apuesta por la sublimación.

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