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El Brujo elige el Teatro Alameda para el estreno de su última obra.
El Brujo: «El yoga me ha salvado de muchas catástrofes»

El Brujo: «El yoga me ha salvado de muchas catástrofes»

«El problema no es Donald Trump, el problema es que la gente le vota», señala el actor y dramaturgo, que mañana estrena en el Alameda ‘Autobiografía de un yogui’

Regina Sotorrío

Jueves, 9 de marzo 2017, 00:39

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La entrevista comienza con una pregunta suya: «¿Se muere uno después de dos meses de tos?». Es su forma de contar que la alergia le está atacando con fuerza esta temporada y una demostración de que la ironía de Rafael Álvarez El Brujo no se limita al escenario. El actor y dramaturgo elige el Teatro Alameda para el estreno de su nuevo espectáculo, una obra que le descubre como un «yogui incipiente» en la constante «búsqueda de lo que hay más allá del muro». De viernes a domingo, El Brujo reflexionará sobre el libro Autobiografía de un yogui, la vida de Paramahansa Yogananda (Gorakhpur, 1893 - Los Ángeles, 1952), el propagador del yoga en Occidente. «¡Mi maestro!», exclama.

¿Por qué contar la historia de Paramahansa Yogananda?

Estoy en la meditación desde hace mucho tiempo. También hago yoga físico, hatha yoga, una propagación física del cuerpo para meditar, para mantener la columna erguida durante cierto tiempo en una posición estática. Pero el objetivo último del yoga es la meditación encaminada a la búsqueda y al logro de una relación o comunicación con dios. En occidente la religión tiene otra dimensión, de creencia, teológica, festiva, folclórica, antropológica... Pero para ellos, dios es un hecho que solo es real si es posible percibirlo y comunicarse con él. Si no, te da igual que seas creyente o ateo. Es como el que tiene hambre y no come: le da igual ser vegetariano que carnívoro, ¡si no come!

¿Y siente que ha logrado esa comunicación con dios?

Ese es el logro de un yogui súper avanzado. Pero en un yogui incipiente, como sería mi caso, esa comunicación es fugaz, pero real. Cuando la percibes, esa manifestación de dios es gozo, es felicidad. Es una felicidad a veces tan intensa que puede curar en un instante una enfermedad, porque es una explosión de felicidad interior que hasta las propias células del cuerpo vibran con ella. De ahí viene que a veces se produzcan hechos curativos llamados milagrosos pero que tienen una explicación científica, es una sacudida de energía que proviene del gozo interior. Ese gozo es el objetivo del yoga.

¿El yoga le ha salvado de algo?

Sin duda me ha salvado, me ha cambiado la vida. Cuando era joven y empecé a meditar, era bastante descontrolado, tenía un temperamento impulsivo y nervioso. Hay gente que de naturaleza vienen ya tranquilos y con calma, yo no. Ha tenido que ser a base de meditar y de tratar de pacificarme, porque mi naturaleza es impulsiva, soy eléctrico, soy rápido, nervioso, ansioso. Pero la práctica continuada durante años me ha salvado de catástrofes mucho mayores y al mismo tiempo me ha abierto la mente a la posibilidad siempre de una búsqueda de lo que hay más allá del muro.

¿Por eso sus últimos espectáculos se han basado en místicos, en quienes vivieron buscando trascender el mundanal ruido? ¿Porque usted está en esa búsqueda también?

Sí, estoy en esa búsqueda desde hace años. Y he conectado mi profesión teatral con ella. Para mí el teatro tiene sentido en función de que habla de estas cosas. Es lo único que tiene importancia, la esencia de la vida. Lo demás es prescindible e incluso banal, visto desde la óptica de la trascendencia.

Y para transmitir ideas tan espirituales a una sociedad tan materialista, conviene recurrir al humor.

Los grandes maestros tuvieron mucho sentido del humor. Yogananda lo tenía. Es cierto que la sociedad moderna nos ha traído muchas cosas ventajosas, confortables, tecnologías que podemos usar para optimizar nuestro tiempo. Pero la vida moderna nos ha traído también una serie de complicaciones que necesitan de una técnica, de una práctica y de un conocimiento que compense esa complejidad angustiosa. La mayoría de la gente ya padece de estrés, hasta los niños. Es una pena.

Cambiar

Quizás si quienes nos dirigen practicaran yoga...

No hace falta que lo practiquen quienes nos dirigen, con que lo practiquemos nosotros llegará el día en que ellos lo hagan. Siempre esperamos a que quienes nos dirigen cambien las cosas, pero las cosas no la cambian ellos. Están ahí porque son un reflejo de nuestra actitud. Si a Donald Trump no le hubieran votado 60 millones de personas no estaría ahí. El problema no es Donald Trump, el problema es que la gente le vota a pesar de que en la campaña se mostró grosero, impresentable y agresivo.

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