Borrar
La animación les hizo cruzar el charco

La animación les hizo cruzar el charco

Dicen que para llegar alto hay que emigrar. Ellas, profesionales del 2D y 3D, trabajan en Vancouver y Lima

Regina Sotorrío

Miércoles, 1 de marzo 2017, 01:00

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Han tenido que poner más de 8.000 kilómetros y un océano de por medio para hacer lo que les gusta: dar vida a lo inanimado desde la pantalla de un ordenador o un folio en blanco. Porque en esta profesión «si quieres llegar al top tienes que salir al extranjero». Ellas, tres jóvenes animadoras malagueñas, hablan desde Vancouver (Canadá) y Lima (Perú). Van donde el trabajo les lleva, y allí no les falta. Lucía Guirado, animadora 3D, acaba de terminar en la ciudad canadiense la serie spin-off de Angry Birds que se estrenará en unas semanas. En el «Hollywood norte» como algunos lo llaman, comparte piso con Cristina de Manuel, una profesional del 2D que afronta la fase final de la película My Little Pony. Y en Lima, Paloma Pérez está inmersa en el filme 3D Condorito, un personaje muy popular en Latinoamérica.

Llegaron a la animación por sus inquietudes artísticas. «Pero al principio ni sabía que me podía dedicar a esto», asegura Cristina de Manuel, de 28 años. La descubrió en su último curso de Bellas Artes, y de ahí se marchó a una escuela de Madrid para aprender 2D, la animación clásica. Lucía Guirado, de 28 años, se formó en ilustración en la Escuela de Arte de San Telmo e hizo un curso en Barcelona antes de cruzarse con Animum, una escuela malagueña «con el mejor máster online en 3D de habla hispana». El mismo que hizo Paloma Pérez, de 26 años, tras probar primero el 2D en la capital.

Trabajan por proyectos, estén en el país que estén. La movilidad es una característica implícita a su profesión. Lucía llegó a Canadá después de pasar por China. Paloma saltó de Francia a Perú: «Es algo cansado, pero también es lo que hace excitante esta profesión». Y es la única salida que en muchos casos encuentran.

Aseguran que los profesionales españoles «gozan de muy buena reputación» en el extranjero, que en los grandes estudios de Disney, Pixar y Dreamworks hay españoles y «todo el mundo» conoce Planet 51. «El mercado internacional está poniendo el ojo en España, se han dado cuenta de que sabemos hacer las cosas», apunta Lucía, que empezó como animadora junior en Atrapa la bandera. El problema es la falta de producciones suficientes para absorber la cantidad de talento que se genera, y mucho «hay que exportarlo». «No hay demasiadas oportunidades y si las hay están mal pagadas», lamenta Paloma. En España, coinciden todas, se asumen pocos riesgos y se manejan presupuestos mucho más ajustados. Pero también hay excepciones, como Sergio Pablos al frente de SPA Studios con la «brutal» producción de Klaus, su próximo proyecto.

En la técnica 2D esa necesidad de emigrar se acentúa. «Casi todo lo que puedes encontrar en España es para empresas de videojuegos y aplicaciones móviles muy sencillitas. Son empresas pequeñas que están empezando y con poca capacidad de contratación», reflexiona Cristina. En Vancouver, sin embargo, lleva seis meses trabajando de manera intensiva en la película de My Little Pony, inspirada en la serie del mismo nombre que se estrenará a finales de año. «Aquí es un bombazo entre los niños», cuenta Cristina. De hecho, Emily Blunt y Zoe Saldana serán algunas de sus voces.

El 2D y el 3D parten de la misma raíz, «pero son dos mundos totalmente diferentes». Para empezar, porque uno trabaja con el lápiz y el papel y el otro frente a la pantalla del ordenador. Esto implica que la producción 2D sea más costosa y lenta. Necesita de un amplio equipo de dibujantes que construya la historia frame a frame, y cada vez es «más complicado encontrar a profesionales bien formados para hacer películas en dos dimensiones con calidad y velocidad». Es una consecuencia del mercado: el 3D es lo que mueve más gente al cine. «Lo que sale más rentable», dice Cristina. «Quieren realismo y eso se hace con un ordenador», apunta Lucía. «Visualmente llama más la atención. El 3D está ahora está de moda y aún no se le ha sacado el partidazo que tiene», añade Paloma.

Frente a la pantalla están Lucía y Paloma. La primera trabaja en el spin-off de Angry Birds, una serie que llega tras el éxito del videojuego y de la película para ampliar el universo de los pájaros furiosos. «Es muy divertida de hacer», asegura la joven malagueña, pendiente ya de su estreno en un par de semanas. A Paloma su primera película en 3D le ha llevado hasta Lima. No sabía quién era Condorito, pero nada más aterrizar se dio cuenta del peso de este personaje cómico en Latinoamérica, con carteles que empapelan la ciudad y revistas en todos los quioscos. «Sería como Mortadelo y Filemón en España, con la diferencia de que aquí los jóvenes aún lo leen muchísimo porque se sigue publicando cada semana», explica. Ocho millones de dólares es el presupuesto del filme, una cantidad desorbitada para Perú. «Será un antes y un después en el cine de animación latinoamericano. Tiene un formato muy americano y una historia sencilla con la que todo el mundo empatiza», avanza Paloma.

Para ella, como para el resto, el final del proyecto es solo un punto y seguido. Así es la profesión. «Esta no es una carrera que aprendes a hacer y ya está, siempre hay que seguir mejorando», apunta Lucía. Así hasta llegar a Disney, su meta. Con eso sueña también Paloma, quese conformaría con estar allí una temporada solo por saber lo que es trabajar con los «pioneros de esta industria». De momento, lo más próximo es una oferta de trabajo que podría llevarle a Polonia. Así, al menos, las doce horas que le separan de la familia se reducirían a cuatro. Porque «la distancia se sufre bastante», corrobora Cristina, que ya echa currículos desde Vancouver con la vista puesta en Europa. Y vuelta a empezar: nuevo destino, nuevo reto.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios