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Escena de 'Taboo'.
Taboo: El diablo es Tom Hardy
SUR EN SERIE

Taboo: El diablo es Tom Hardy

La miniserie de HBO protagonizada por Tom Hardy recrea con fiereza y violencia el Londres de principios del siglo XIX a través de una historia de conspiraciones y venganza

MIGUEL ÁNGEL OESTE

Lunes, 27 de febrero 2017, 00:37

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«Todos formamos parte de un plan», le suelta Brace (David Hayman) a James Keziah Delaney (Tom Hardy). Y sí, a medida que la serie avanzada somos más conscientes de cómo Delaney mueve las piezas como si fueran fichas de un tablero. ¿Pero qué persigue? ¿Qué busca? ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones? El tablero es Londres a principios del siglo XIX. Una ciudad sórdida y turbia, no solo por el fango de sus calles, por las boñigas de caballo, por la suciedad, también por la amoralidad que se respira. Un Londres que hasta cierto punto tiene semejanzas con Poisonville, la corrupta ciudad donde Dashiel Hammett sitúa su primera novela, 'Cosecha roja'.

La ficción creada por Steven Knight, Tom Hardy y Edward 'Chips' Hardy para la BBC es un drama histórico con ecos góticos, estructura criminal y de suspense, estética oscura, tempo pausado, que narra la llegada a Londres de Delaney, después de una década en África y ser declarado muerto, para reclamar la herencia de su padre. Una herencia que le otorga un pedazo de tierra clave -el estrecho de Nutka- para el comercio con China y que desean la Corona Inglesa y los Estados Unidos, que están enfrentados en la guerra de 1812, así como la Compañía de las Indias, cuyas acciones, dirigidas por Sir Stuart Strange (Jonathan Pryce) solo buscan el beneficio propio.

Si la figura de James Delaney, cuya sola presencia ya da para un estudio (sus andares firmes pero bamboleantes como un elefante, su dicción a la hora de hablar o gruñir, sus miradas, su cara curtida, sus tatuajes.) está envuelta en misterios y secretos, todavía son mayores sus enigmáticos movimientos con ingleses, americanos y diversos personajes que pueblan este absorbente serial. 'Taboo' se edifica desde la personalidad de este hombre al que Tom Hardy le ofrece el alma. Su personaje parece un fantasma que no tiene nada que perder. Y los espectadores vemos poco a poco las consecuencias de unos actos que solo parece entender él mismo. Que se mueve por venganza resulta evidente.

La degradación de su personaje encuentra su correspondencia con la degradación social y política que se retrata. La dimensión ominosa de la sociedad y la época es turbia e inquieta. 'Taboo' cobra consistencia, dedicándole su tiempo al silencio y a los detalles, a una narración de tempo sosegado donde suceden más cosas de las que están pasando en el encuadre, porque se narra en diferentes estratos. Uno activo y otro latente siempre a punto de entrar en ebullición. La tensión que mantiene la serie, cimentada en un férreo control de la información y en evitar explicaciones, genera que las piezas suelan ser las adecuadas y que las que faltan pueda añadirlas el telespectador atento. Junto a la trama principal conspirativa de venganza organizada por James Delaney avanzan otras secundarias relacionadas con su pasado, como la de investigación del barco hundido con un cargamento de esclavos ilegales que murieron ahogados o la del incesto con su hermanastra Zilpha Geary (Oona Chaplin).

En esta ficción no es tan destacable el desarrollo de la historia en sí, que tiene claro su corto recorrido, sino la forma en la que se despliega al poner el acento en determinados elementos que configuran las líneas de fuerza de 'Taboo': la creación de una atmósfera viciada, la utilización de la sugerencia, la crítica que expande hacia las acciones de los gobiernos y los poderosos, la dimensión ambigua del personaje que compone Tom Hardy, ese James Delaney que se equipara a Toshiro Mifune o incluso Clint Eastwood y que desde el inicio de la serie y de modo reiterado se alude como si fuese el diablo. Alusión apropiada pues 'Taboo' aspira a sumergirnos en el infierno.

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