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Una fotografía de La Paula, con su característico pañuelo
El último baile de La Paula

El último baile de La Paula

La Lupi inaugurará la Bienal de Flamenco de Málaga con un homenaje a la artista de los tablaos y de la calle

Regina Sotorrío

Domingo, 12 de febrero 2017, 00:33

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El cronista Leovigildo Caballero relataba en estas páginas allá por 1943 su casual encuentro con Antonia, «una gitana malagueña, con sus buenos sesenta y tantos años bien llevados». En esa charla, transcrita sin alterar el acento andalú, la bailaora le cuenta al periodista que tenía un contrato mu güeno en London y en Parí con el que podía ganar mucho parné, pero a su marío no le sentaban bien aquellos jumos, se puso mu malo y se volvieron a Málaga. «¿Y ésta?», le pregunta el reportero dirigiéndose a la chica que le acompañaba. «Pos esta es mi hija, la Paula de Málaga, que acaba de llegar de los madriles, donde ha trabajao en los mejores teatros, con la Pilar López la Argentinita», le responde.

Es la primera referencia escrita en SUR sobre ella, «un ramo inquieto de nervios, aún joven, delgada como un huso». Justo 30 años después La Paula volvía a estas páginas, pero ya era otra, «apergaminada, menuda, renegría». El flamencólogo Gonzalo Rojo contaba entonces su regreso al Pasaje de Chinitas, su lugar natural, «envuelta en su pañuelo de largos flecos» tras burlar una vez más a los malos mengues (diablos) que querían llevársela a un centro asistencial. No pudo evitarlos por mucho más tiempo y ese mismo año, 1973, ingresaría en el pabellón psiquiátrico del Hospital Civil, donde se moriría «día a día», según escribió entonces Raúl de Montemar. «En la casa de las locas», como dice la copla de Miguel de los Reyes, La Paula se fue marchitando hasta fallecer en 1978.

La Bienal de Arte Flamenco de Málaga, que promueve la Diputación, recuerda a esta figura del baile y personaje de las calles malagueñas con el espectáculo que abrirá la quinta edición del festival el 3 de marzo en el Teatro Cervantes (las entradas saldrán en breve a la venta, entre 12 y 36 euros). La Lupi, una de las bailaoras malagueñas con más proyección internacional, encara el reto de devolver a La Paula a los escenarios. «Pero no la imito. Cuento su vida a través de mi baile», aclara.

La suya es la historia de un genio del baile que pudo haber sido la estrella de los tablaos más señeros del país, que pudo haber viajado por medio mundo y que pudo sumar su nombre a la galería de los más grandes del arte jondo. En su lugar se convirtió en una bailaora habitual de los cafés y fiestas flamencas de Málaga y en una figura inconfundible y entrañable del paisaje urbano de la ciudad. Siempre con sus babuchas renqueantes y su pañolón azul al cuello, hasta que la locura pudo con ella. Era una gitana «bohemia», dice Gonzalo Rojo. «Una creadora de un baile de primera con una suerte de tercera», escribió en SUR Alberto Ximénez aquel triste noviembre de 1978 tras despedir a la bailaora.

De la calle Los Negros

Sus datos biográficos son escasos. Se sabe que nació en el corralón de la Higuera, en el número 16 de la flamenca calle de Los Negros, en enero de 1902. Hija del tocaor aficionado Matías García y de la bailaora Antonia Fernández. Nunca se casó ni tuvo hijos. Bailaba por instinto. «¿Maestros?No leconosío la cara a ninguno. Mi baile es mío. Como dice mi mare, lo sabía antes de nasé», le contesta una joven Paula a aquel cronista de 1943.

Su gracia moviendo los brazos encandilaba por igual en su juventud a los señoritos de las ventas y de las fiestas privadas, que al público de los tablaos de Málaga (La Gran Taberna Gitana, El Chinitas), Madrid yBarcelona. Trabajó conCarmen Amaya, a la que consideraba extraordinaria pero «mu moerna», con La Niña de los Peines, el Cojo de Málaga, Juana La Macarrona, La Argentinita y Vicente Escudero. Precisamente, junto a su madre se hizo con un premio nacional que llevaba el nombre de este último bailarín y teórico del flamenco.

Cuenta Gonzalo Rojo que Pastora Imperio la buscaba cada vez que venía a Málaga para que le bailara, «eran buenas amigas». También Antonio Mairena mandó localizarla cuando actuó en el Cervantes en el año 71 en un homenaje a Manuel Torres. Como rememora Paco Roji, experto en flamenco y estudioso de las figuras malagueñas, sabía que la encontrarían en la calle Larios tomándose un café (o una copita de aguardiente o un coñac), y de allí se fue directa al escenario.

Hizo un cameo en una película de Imperio Argentina y Pastora Imperio y Lola Flores se la quisieron llevar de gira. «Pero ella no quiso», apunta Roji. Gonzalo Rojo lo explica con una frase que La Paula decía con frecuencia: «Yo siempre he sido mu madrera y por no dejar a la mía no he llegado a ninguna parte». Vivió hasta que la internaron en la calle Los Negros, siempre cerca de los suyos. Otros dicen que fue su genio y su temperamento lo que le cerró las puertas del éxito.

«Sabíamos que aunque no había triunfado en una cuenta corriente en un banco, había triunfado con su arte y sus admiradores», escribía en SUR Alberto Ximénez tras asistir a su funeral. Porque en Málaga sí era una celebridad. Su característico pañuelo azul se expone en el Museo Flamenco Juan Breva, después de que la peña le regalara uno nuevo. Allí mismo, La Paula aparece retratada por los pinceles de Manuel Pineda Barroso y Pérez Almeda. La inmortalizaron con los brazos en alto o en jarra, sus míticas posturas.

El espectáculo

La Lupi las reproducirá en su espectáculo en un guiño a la artista, pero ni llevará pañuelo azul ni pretenderá bailar como ella. La bailaora llegó a La Paula a través de su padre, vecino de la calle Los Negros, que le hablaba de esa gitana con arte y de su singular padre Matías. Cuenta que un día, en una reunión en El Pimpi, se quedó embelesada con una imagen de ella: «En ese momento decidí que tenía que hacer un espectáculo sobre La Paula». Con la ayuda de Paco Roji en la documentación (que en el marco de la Bienal presentará un libro sobre esa calle donde ella nació), compone el argumento, un recorrido por su vida «muy flamenco» donde por momentos se roza la vanguardia.

La Paula no era bailaora de pies sino de brazos, el baile de mujer imperante en la época, de la escuela gaditana de Pastora Imperio. «Levantaba los brazos y arqueaba las manos como dice el ritual flamenco, de fuera para adentro», explica Gonzalo Rojo. Pero para La Lupi el taconeo es un lenguaje muy importante, y no renuncia a él en este montaje. «Cuento muchas cosas a través de los pies», añade.

Miguel Poveda le devuelve aquí a La Lupi la colaboración en sus conciertos (que comenzó en la gira del disco arteSano) y estará como artista invitado, junto al bailaor Juan de Juan y los cantaores Antonio El Álvarez y Virginia Gámez. Todo el espectáculo se envuelve de una música original sobre palos tradicionales con Óscar Lago como compositor y Curro de María como director musical que trasladarán a los diferentes estados de ánimo y momentos vitales de La Paula, a la melancolía, la fuerza, la tristeza y las alegrías. Habrá guitarras, percusión y violín. «Y va a oler muho a Málaga. Porque este es también un homenaje a la ciudad», avanza.

Tras sumergirse en su historia y hablar con ella a través de sus poses y sus miradas en los escasos retratos que se conservan de la bailaora, La Lupi confiesa su admiración por La Paula. «Pensaba encontrar a una gitana con mucho arte, con sabor y esencia, pero me he encontrado con una gran artista», concluye.

En sus últimos años, cuando ya no se movía como antes y la mente le empezaba a fallar, La Paula vivía de los homenajes que los compañeros le rendían para recaudar fondos como los organizados por la Peña Juan Breva y de quienes le invitaban a un café cuando se cruzaban con ella por el Pasaje de Chinitas y la calle Larios. Porque a La Paula se la quería y las pruebas están por escrito. Su agonía inspiró versos a Ceferino Sánchez Calvo («Por fuera, tiene fantasmas/ fantasmas de carne y hueso,/en un tablao de hospital/ con público de muñecos») y una célebre copla a Miguel de los Reyes («A la casa de las locas la llevaron como presa,/ cambió su bata de cola por la camisa de fuerza»).Gracias a ellos y a quienes aún la recuerdan paseando por las calles del Centro de Málaga, aquella gitana con gracia no murió del todo. La Bienal de Flamenco y La Lupi le brindan ahora un último baile. ¡Va por La Paula!

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