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Recuperar la vanguardia

Recuperar la vanguardia

CARLOS ROSA

Lunes, 12 de diciembre 2016, 12:16

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Si el proyecto neoclásico de la Aduana personificó el auge económico que vivió Málaga desde mediados del siglo XVIII, el proyecto de rehabilitación del palacio de la Aduana para albergar el nuevo museo se ha convertido en un símbolo de la modernidad de la ciudad, abierta a la industria cultural y del ocio de la postmetrópolis del siglo XXI.

Mientras que el proyecto neoclásico de 1788 de Manuel Martín revolucionó la mentalidad barroca del momento -ya en decadencia-, los proyectos de intervención arquitectónica de Fernando Pardo, Bernardo García y Ángel Pérez, y el de museografía de Frade arquitectos, junto a Antonio Álvarez y Salvador García, vienen a rescatar ese espíritu innovador, difuminado por las numerosas reformas y avatares sufrido por el edificio tras más de dos siglos de usos administrativos.

La cubierta a dos aguas se ha transformado en una pieza emblemática y visible. Con ella se recupera su perfil histórico, perdido tras el incendio de 1922, pero lo hace en un acto de respeto al pasado desde la vanguardia del lenguaje arquitectónico. Su envolvente metálica refleja continuamente los diferentes matices de la luz a lo largo del día, en contraste con la austeridad y bicromatismo de la piedra del antiguo palacio. Se trata de un espacio lleno de nuevos usos y actividades, donde se sitúa el salón de actos y el restaurante, y además se convierte en un nuevo observatorio donde el visitante se reencuentra con la propia ciudad y el mar.

Pasado y futuro confluyen en esta nueva aportación al skyline cultural pero, sobre todo, se trata de un compendio de intenciones: frente a la pesadez del edificio existente, la levedad de una pieza autónoma que flota en el espacio interior, con intención de no tocar los muros existentes; frente a la rigidez y geometría del trazado palaciego inicial, la versatilidad de una forma que produce grietas, aperturas y terrazas, en armonía con los elementos irregulares que le rodean: la Alcazaba, el Teatro Romano, el Puerto o el Parque.

El proyecto se expande hacia el interior, liberando las plantas segunda y primera -donde se alojan las exposiciones permanentes de Arqueología y Bellas Artes- de su oscura distribución interior, abriéndola a la espacialidad y a la luz. También se han dejado vistas el mayor número de bóvedas en las salas de exposiciones temporales de la planta baja. Todo ello, en un esfuerzo por recuperar y hacer visible la magnífica arquitectura que sirve de materia prima para el proyecto. Cuando un proyecto consigue el equilibrio, entonces el pasado y el futuro, la vanguardia y la tradición dejan de ser conceptos antagónicos; y los arquitectos no hacen, sino prolongar aquel espíritu de innovación y modernidad, que no deja de ser el propio espíritu de esta ciudad.

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