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Momentos de fortuna cultural

JOSÉ LEBRERO

Lunes, 12 de diciembre 2016, 01:16

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Hace aproximadamente doscientos años se comenzó a considerar la educación como una de las funciones esenciales del museo. Fue entonces cuando se decidió que una institución tradicionalmente de acceso social muy restringido, pasara a ser de dominio público. Así coleccionar, estudiar y mostrar el patrimonio dejaba de ser un ejercicio cerrado y se transformaba en una actividad compartida con la recién nacida 'ciudadanía'.

Lo que había sido exclusivo hogar de las musas pudientes sin vistas a la ciudad de todos, dejó de ser únicamente un contenedor del patrimonio al servicio de los intereses de sus propietarios, la iglesia, el imperio, la monarquía o la aristocracia, para comenzar decididamente a perfilarse como un lugar público en el que se quería fomentar la capacidad de erudición, el espíritu primero contemplativo y luego crítico ante la cuestión de la belleza y en definitiva la formación humanística del sujeto moderno.

La presentación de objetos artísticos para facilitar experiencias 'edificantes' y lugares de entretenimiento al gran público es resultado de una política cultural que surgió en el siglo XVIII y que se extendió con cierta facilidad con la proliferación de nuevos museos que tuvo lugar durante el Diecinueve.

Es sabido que el desarrollo de la institución pública que hoy conocemos como 'museo' es paralelo en el tiempo al proceso de maduración del concepto político de 'nación-estado' modernos. Por ello forma en esencia parte de la intención de proporcionar bienestar a los ciudadanos, de responder a sus derechos. Este modelo de administración supone una responsabilidad que debe asumir el gobierno de la entidad política en cuestión. Esto, a grandes rasgos, todavía es así aunque, como la misma historia de los museos evidencia, en ocasiones estos fundamentos, bien se olvidan, bien se confunden con otros tipos de objetivos o lo que es peor aún: son desconocidos por quienes tienen la responsabilidad pública de construirlos, administrarlos y convertirlos en un patrimonio útil y común.

Ante la mirada curiosa y sorprendida de tanto transeúnte venido de todo el mundo y de no pocos ilusionados residentes, veremos ahora como se abren los magníficos portalones del gran museo que un día como aduana miraban directamente a la cara del mar. Son momentos de fortuna cultural en los que el Museo Picasso Málaga quiere felicitar a las administraciones públicas y en especial a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía por dar la llave a nuestros queridos colegas y mejores profesionales de esta institución hermana para puedan por fin compartir con todos nosotros su entusiasmo y conocimiento . ¡Felicidades!

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