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Un colofón singular para Málaga

LOURDES MORENO

Lunes, 12 de diciembre 2016, 01:16

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El Museo de Málaga, el gran deseado por la sociedad malagueña, abrirá sus puertas a mediados del mes de diciembre y será uno de los emblemas y atractivos de la ciudad.

Volviendo la vista hacia atrás, la historia del Museo de Málaga ha supuesto un punto de inflexión en la propia intrahistoria de la ciudad. La ciudadanía malagueña, mitad hedonista y mitad fenicia, encontró en la petición por su reapertura un horizonte, consiguió unirse e hizo de ella una empresa de reivindicación. Con ello demostró su salud como grupo, una actitud de impulso y el vigor de su ciudadanía, en una situación capitaneada por un sector vinculado a la cultura pero que encontró el calor mayoritario de la población. Pero no siempre fue así, recuerdo los pasillos vacíos en el Palacio de Buenavista antes de convertirse en atalaya picassiana, y el patio del museo, habitado por esculturas y restos arqueológicos donde el musgo ponía una nota de nostalgia. Recuerdo tardes de silencio claustral en sus galerías cuando observar los cuadros era un privilegio que sólo tenían unos pocos. El museo entonces no era un lugar para el encuentro social, por fortuna, mucho han cambiado las cosas desde entonces.

El Palacio de la Aduana será su sede, un edificio de estilo neoclásico en el que destaca su recia fachada, que evoca espléndidos palacios florentinos. Fue proyectado, en 1788, por el arquitecto Manuel Martín Rodríguez para atender las mercancías del puerto, pero después tuvo otros usos. Se trata del mejor ejemplo de nuestra arquitectura civil, de generosas proporciones, un magnífico contenedor para una colección compuesta por fondos de diversa procedencia: Ministerio de Educación y Cultura, depósitos del Museo del Prado, del Reina Sofía, de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y de la Junta de Andalucía. En conjunto, ofrece un amplio panorama artístico, obras que abarcan un arco cronológico desde el siglo XVI hasta el XX. Entre ellas destaca una significativa colección del XIX, núcleo principal, que se verá completada por el relato artístico del cercano Museo Carmen Thyssen -es interesante que la ciudad pueda generar sinergias entre sus instituciones-. La colección continúa con piezas, también muy sugerentes, realizadas durante el siglo XX, entre las que destacan las cuatro series de carpetas litográficas realizadas por Picasso y donadas por su secretario, Jaime Sabartés, así como obras de José Moreno Villa y una representación generosa de artistas locales. Junto a esta sección de Bellas Artes, se encuentra un numeroso e importante conjunto arqueológico, con la joya de la Colección Loringiana al frente.

De forma simbólica, se reinaugura una institución que siempre estuvo y que durante muchos años fue el único museo de Málaga. Es el final de un ciclo, tras la nómina de los nuevos espacios culturales. Un colofón singular para una ciudad que ha sabido reinventarse, reconvertirse en gran escenario de actividades culturales bajo su luminoso cielo azul. En este marco, cada museo actúa al mismo tiempo, con sus colecciones, especialistas, conferencias y exposiciones. Málaga, siempre rendida a Picasso, se reafirma con la teoría de la simultaneidad cubista, pero lo fundamental, en pintura, es que resulte un buen cuadro.

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