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Luis Ruiz Padrón
Domingo, 11 de diciembre 2016, 00:49
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Detenerse y mirar hacia arriba tiene recompensas. La ciudad agradece la gentileza y nos corresponde proponiéndonos un juego. En este caso no uno, sino dos. La elección puede inclinarse del lado de la papiroflexia, como muestran las pajaritas enfrentadas del azulejo de la segunda planta, o del tangram mediante el cual parecen estar compuestas las figuras. En cualquier caso es un privilegio reservado a aquellos capaces de sustraerse de las prisas por un instante y con receptividad suficiente como para captar los guiños que nos dirigen las fachadas. Se desconoce el nombre del arquitecto que hace un siglo diseñó el edificio mostrado en el dibujo, pero no cabe duda de su sentido del humor.
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