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Fotograma de la serie, que aborda también el problema del racismo, la justicia y la voracidad de los medios de comunicación.
El pueblo contra O. J. Simpson
SUR EN SERIE

El pueblo contra O. J. Simpson

La serie reconstruye el mediático juicio por asesinato contra la estrella del deporte

MIGUEL ÁNGEL OESTE

Lunes, 5 de diciembre 2016, 01:15

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«Un drama comparable a Shakespeare se está emitiendo en directo», narra un periodista televisivo (episodio 2), al tiempo que vemos el coche de O.J. Simpson, que se ha fugado con la amenaza de suicidarse, pistola en mano, circulando por la carretera y seguido por helicópteros y coches policías mientras todo el país se paraliza viendo el espectáculo. Incluso un canal de televisión corta la final de la NBA para emitir en directo la persecución de ese héroe nacional, sospechoso de asesinar brutalmente a su ex esposa Nicole Brown Simpson y a su amante Ron Goldman.

El espectáculo como reflejo de las miserias y alguna virtud de las conductas humanas. Todos los focos y luces de Estados Unidos se colocan frente a lo que representa O. J. Simpson. Sucede desde el inicio, cuando los tres policías alumbran con linternas la estatua del mito (episodio 1). A partir de este foco se articula el resto de asuntos. El tema racial, tan presente que late como un corazón que acaba de correr una final de cien metros. La fama como una máscara destructora, hueca. La teatralidad de 'American Crime Story: The People Vs. O. J. Simpson' está en consonancia no solo con lo que se representa, también con las interpretaciones excesivas y con una puesta en escena cargada de movimientos de cámara innecesarios.

La ficción creada por Scott Alexander y Larry Karaszewsky y producida por Ryan Murphy para FX se muestra significativa en la representación de cómo actúan los medios y en cómo se genera la opinión pública; en los intereses del sistema; en la ambigüedad de la culpabilidad de Simpson, una persona narcisista, egocéntrica, con un historial de malos tratos a sus espaldas; en el retrato de la actuación policial contra los afroamericanos («El delito es el color de piel», dice el abogado defensor Johnnie Cochran (Courtney B. Vance); en la desigualdad de una justicia endémica. Sin embargo, en la forma de narrar este drama mediático las carencias resultan palpables al dejarse arrastrar por la propia teatralidad. El constante uso de la steadycam, al servicio aparente de la búsqueda de movimiento alrededor de los personajes, acaba por resultar un elemento manipulador. Sirve para marcar la teatralidad y también para reiterar lo que ya es evidente. A la vez, la planificación suele ser forzada, buscando planos poco naturales en los que la cámara y la opción del director se impone por encima de la fluidez. Escenas como la del ascensor con los abogados defensores (denominado Dream Team), en las que se recurre a un plano cenital para forzar la hipotética tensión en ese espacio cerrado, genera precisamente lo contrario (episodio 4).

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Estas decisiones se reiteran y señalan un estilo invasivo que pretende otorgar ritmo y tonalidad. Aunque el resultado no siempre es el perseguido. Sin ir más lejos, el montaje alternativo entre la fiscalía y el Dream Team preparando el caso con constantes barridos rápidos (episodio 5). La impostura de la puesta en escena puede tener su reflejo en lo que cuenta, pero la manera de abordarlo resulta tosco. Es un elemento que continúa en la composición psicológica de los personajes. La impostura se convierte en su única manera de relación. Circunstancia que a algunos los devora (John Travolta, que interpreta a uno de los abogados de O.J. Simpson, Robert Shapiro) y a otros los fortalece (Courtney B. Vance, o Sarah Paulson que da vida a Marcia Clark).

Donde 'The People Vs O. J. Simpson' se hace fuerte es en una doble línea de fuerzas: el despiadado sensacionalismo de la prensa para buscar cualquier basura de las personas que llevan el caso y en la quiebra tan enorme que existe entre los blancos y los negros aún hoy en día en Estados Unidos.

'Los rizos del horror'

En el capítulo 6, titulado 'Marcia, Marcia, Marcia', la fiscal se corta el pelo. Ese hecho en apariencia común se convierte en un ataque sin piedad contra ella ('Los rizos del horror', se lee en un periódico), además de escarbar en su vida íntima hasta lo inmoral, desgastándola, hasta que se desmorona en el juicio y el juez Lance Ito (Kenneth Choi) se ve obligado a aplazarlo. Bajo su máscara de hierro Marcia Clark esconde vulnerabilidad y frustraciones. La carrera de fondo que representa el juicio donde todos quieren sacar partido personal, beneficio y fama (desde lo abogados al juez) la erosiona psíquica y físicamente.

El juicio a O. J. Simpson se manifiesta como la constatación perversa de una sociedad en la que nadie quiere ser invisible y todos ambicionan ponerse bajo el foco de las cámaras, para al mismo tiempo ser testigos de la descomposición de ese espectáculo. Otro ejemplo es la amiga de la asesinada, Faye Resnick (Connie Britton), que escribe un libro contando toda clase de lindezas sobre su relación con Nicole.

El otro aspecto fuerte de la serie es la divisoria histórica (aún no superada) entre blancos y negros. Significativa es la escena en la que Johnnie Cochran conduce por un barrio blanco para llevar a sus hijas a cenar. De repente, sin haber cometido ninguna infracción, es parado por un policía y obligado a salir del coche ante la mirada atónita de sus hijas. La cámara se recrea en cómo los blancos observan el suceso, como si fuera la representación del demonio. Mientras que Cochran intenta hacerle ver al policía su error y le dice que es la tercera vez en esa semana que lo paran sin motivo. Cuando llama para comprobar la matrícula del vehículo y se constate del error, la cámara se aleja para detenerse en la leyenda del policía: Para proteger y servir». Se agradece que la propuesta esté trufada de ironía. Sean evidentes o no. Porque a través de ellas se filtra la impostura amoral de una sociedad rota, quebrada, que mira con recelo al otro. Solo hay que echar un vistazo a las frecuentes noticias de altercados entre la policía y la población afroamericana. O las recientes muertes de negros a manos de las autoridades. La separación entre razas parece insalvable. El racismo latente es la marca de distinción de esta historia que intenta no tomar partido. Pero, ¿lo consigue? Lo tendrá que decidir cada televidente.

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