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Pedro Salinas alcanzó la plenitud con 'La voz a ti debida'.
Del poeta de la contradicción al poeta del amor. Rainer Maria Rilke y Pedro Salinas

Del poeta de la contradicción al poeta del amor. Rainer Maria Rilke y Pedro Salinas

Tal día como hoy nacía Rainer Maria Rilke y moría Pedro Salinas. El primero viajó geográfica y poéticamente por la contradicción y por la inadaptada búsqueda de quien cree que su destino siempre está en otro lugar. El segundo alcanzó la plenitud con 'La voz a ti debida', obra que para escándalo familiar no había sido inspirada por la legítima esposa del poeta sino por una musa frecuentada en reincidentes adulterios

María Teresa Lezcano

Domingo, 4 de diciembre 2016, 00:48

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Rainer Maria Rilke. Del 4-12-1875 al 29-12-1926

El cuatro de diciembre de 1875 nacía, en la Praga bohemia por aquella época perteneciente al Imperio Austrohúngaro, René Karl Wilhem Johann Josef Rilke, así como quien dice hola qué tal o en este caso hallo wie gehts. Su padre era un oficial ferroviario cuyas ínfulas marciales se desinflaron y desinfularon por falta de aptitudes, y su madre, heredera de una familia de industriales praguenses nunca se recuperó de la muerte de su primogénita y, tras haberle endosado al hijo neonato el nombre de René que significa renacido y que el implicado se cambió por el de Rainer en cuanto pudo decir pies para qué os quiero , le anduvo vistiendo durante cinco años con las crinolinas y los bonnets de la hermana muerta y tirabuzoneándole el pelo a destajo, hasta que se cansó de jugar a las muñecas con su hijo y se marchó a la corte de Viena a reclamar unos quiméricos antecedentes nobiliarios.

Conminado por la autoridad paterna a ingresar en una escuela militar, que calificaría posteriormente como abecedario de horrores, Rilke adujo problemas de salud para abandonar, primero la escuela y después Praga, a la vez que se sacudía de una vez por todas el René y reivindicaba el Rainer como único nombre al que respondería en lo sucesivo. En Munich, Rilke conoció a Lou Andreas-Salomé, antigua amiga de Nietzsche y futura paciente de Freud, y en París a Cézanne y a Rodin, de quien sería secretario entre 1905 y 1906. Y en todos sus viajes geográficos y poéticos conoció la contradicción Aquí, entre los que se desvanecen, en el reino de lo que declina/ Sé una copa sonora que con sólo sonar se rompió y la inadaptada búsqueda de quien cree que su destino siempre está en otro lugar. Auf wiedersehen.

Pedro Salinas. Del 27-11-1891 al 4-11-1951

Setenta y seis años después del nacimiento praguense de Rainer Maria Rilke, moría en su exilio bostoniano Pedro Salinas, con una paradoja contextualizada en el eje de la Generación del 27, y una condensación de conceptos fluctuando sobre un octosílabo blanco. Tras una etapa inicial sometida a la influencia puramente poética de Juan Ramón Jiménez y a los murmullos futuristas y ultraístas de las vanguardias, Salinas alcanzó la plenitud con la trilogía amorosa compuesta por 'La voz a ti debida', 'Razón de amor' y 'Largo lamento', obra que para escándalo familiar no había sido sido inspirada por la legítima esposa del poeta sino por una musa frecuentada en reincidencias adúlteras. Fue, en 1932 y en la Universidad Internacional de Verano de Santander, cuando y donde Pedro Salinas conoció a Katherine R. Whitmore, estudiante estadounidense que se convertiría después en profesora de lengua y literatura española en el Smith College de Northampton (Massachusetts).

La relación entre Pedro y Katherine se mantuvo de forma epistolar cuando ella regresó a su país, y en cuerpo y voz a ti debida cuando volvió a España para el curso académico 1934-1935. En éstas que a la mujer de Salinas, que tenía la mosca cojonera del adulterio zumba que te zumba tras la oreja, se le coló de lleno el insecto en el tímpano y ella intentó librarse del molesto mosconeo con un intento de suicidio que no fructificó en epitafio pero sí consiguió repatriar a Katherine con rumbo americano, aunque la Guerra Civil y el correspondiente exilio salinesco reunió de nuevo a la pareja, ultramarinamente esta vez Para vivir no quiero/ Islas, palacios, torres/ ¡Qué alegría más alta:/ Vivir en los pronombres! , y ni siquiera el posterior matrimonio de Katherine con un colega docente y yanqui acalló nunca del todo el aleteo zumbón del díptero tan amoscado como mosqueado. Y a todo esto sin insecticida.

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