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Antonio Javier López
Viernes, 14 de octubre 2016, 14:35
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Quizá las mejores historias -como la amistad o el amor- se encuentran cuando uno anda buscando otra cosa. Manuel Viola viajó a Senegal hace seis años porque quería hacer fotografías de cayucos, le intrigaba cómo un pedazo de madera podía transportar a tanta gente desde las costas de África hasta Canarias. Pero llegó a Senegal y se encontró otra cosa. Otras historias. La historia de Abdullah, por ejemplo, un niño de unos 12 o 13 años -allí la edad es un asunto relativo- que se mostraba altivo hasta que se montó en el coche con Manuel y se convirtió en un cordero. Nunca había estado dentro de uno de esos cacharros con ruedas. Abdullah es un talibé, uno de esos niños que acuden a las daaras (las escuelas coránicas) y que ponen el rostro de la inocencia al drama diario de esa parte del mundo.
Sobre esos niños ha puesto su objetivo Manuel Viola durante los últimos seis años en otros tantos viajes a Senegal. El resultado de este periplo vital y creativo puede verse desde esta mañana en las salas del Museo del Patrimonio Municipal en la exposición Talibés. Cuando empecé a hacer fotografías nunca pensé en hacer una exposición como esta, ha confesado Viola esta mañana. Porque, para él, su fotografía pretende ser un grito que ponga en movimiento a la gente para que esto se acabe.
Esto son miles de niños que cada mañana salen a la calle a mendigar, sobre todo, azúcar y arroz. Cada uno tiene asignada una cuota que debe entregar al marabú, el rector de la escuela. Si no cumple, sentirá el latigazo de la cuerda sobre su piel fina. Mientras tanto, las niñas se encargan de limpiar y mantener la escuela. Ellas tienen prohibido salir a la calle. Por la tarde, todos aprenderán los versos coránicos como un papagayo, sin entender ni razonar. Y al día siguiente lo mismo. Todos los días de su vida hasta que, alguno, pase de alumno a maestro y así el círculo vicioso siga girando.
Talibés se asoma a esa tragedia a través de 75 fotografías en blanco y negro. No hay truculencia ni lágrima fácil. Su dignidad hay que ponerla a salvo. Lo otro sería jugar con la misera y no es eso lo que pretendo, argumentaba esta mañana Manuel Viola, médico y presidente de la Sociedad Fotográfica de Málaga.
Así, la exposición que podrá visitarse hasta el próximo 11 de diciembre ofrece el recorrido vital de esos talibés desde su propio nacimiento hasta la pubertad. Ahí está una de las primeras imágenes de la muestra, con un recién nacido en la frontera entre Mauritania y Senegal, hasta los grupos de preadolescentes en el interior de una daara.
La comisiaria de la muestra, Victoria Abon, se ha detenido esta mañana en algunas de las claves de la fotografía de Viola. Para Abón, el blanco y negro nos abstrae de la temporalidad de las imágenes y el cultivo de esa gama cromática enlaza para la comisaria con la propia vida de esos niños anclados en el tiempo.
Abón se ha referido a la fotografía humanista de Viola, al tiempo que ha destacado la técnica impoluta del autor, cuya obra se divide en Talibés entre las imágenes urbanas de los niños reunidas en la planta baja y las escenas en el interior de las escuelas coránicas ofrecidas en el piso superior de las salas de La Coracha, desde ahora convertida en ventana hacia un drama que encoge el más duro corazón.
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