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El Museo Ruso ha incorporado recientemente códigos QR en las cartelas de la mayoría de sus piezas para ampliar la información sobre el autor y su contexto. De momento, solo está en inglés.
La cultura también quiere ser 3.0

La cultura también quiere ser 3.0

No está lejos el día en que los museos tradicionales se transformen en ‘inteligentes’. Mientras algunos como el MIMMA ensayan ya en Málaga tecnologías que interactúan con el visitante, los códigos QR y las app entran a distintas velocidades en las entidades culturales

Regina Sotorrío

Domingo, 21 de agosto 2016, 00:49

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Llegará el día en que será habitual que el museo le salude por su nombre, detecte sus preferencias y adapte su contenido a ellas. Dejará entonces de ser un visitante pasivo y se convertirá en un usuario activo que dialoga con la obra e interactúa con el espacio. Ese momento no está lejos, se sabe cómo hacerlo y existe la tecnología necesaria; solo falta que cuadren unos presupuestos siempre ajustados al máximo. Mientras se produce esa mutación de museos tradicionales a inteligentes, los centros culturales se integran a distintas velocidades en el universo de redes, webs 3.0, app, códigos QR y mercado electrónico que impone el mundo moderno. Pero poco a poco: hasta hace apenas dos meses, no había wifi disponible en el Thyssen o en el Pompidou. Sin embargo, cualquier bar de los alrededores lo tenía implantado desde mucho antes. Y aún quedan espacios donde la conexión inalámbrica no está abierta a todos.

Superada la fase de las páginas web, las cuentas en múltiples redes sociales y la venta de entradas on line el mínimo imprescindible, ahora se trata de diferenciarse en la comunicación y en la experiencia que el centro proporciona a su público objetivo. Conectar con él a través de las herramientas que ofrecen los avances tecnológicos es, para Miguel Ángel Piédrola, director del MIMMA, garantía de fidelización, uno de los grandes déficit de los museos españoles. Precisamente, es el Museo Interactivo de la Música de Málaga (MIMMA) quien más lejos ha ido en este campo, convirtiendo sus cuatro paredes en un laboratorio de soluciones tecnológicas. Hace cinco años fue el primer museo de Europa en incorporarse en la European Network of Living Lab (ENLL), una red de innovación que lo certifica como espacio donde poner a prueba las últimas novedades aplicadas a la museografía.

Se ruega tocar

El MIMMA lleva su lema se ruega tocar al extremo en sus decenas de pantallas y cientos de instrumentos repartidos por el Palacio del Conde de las Navas. Una mano guidoniana gigante colgada del techo abre el recorrido con una recreación contemporánea de la técnica medieval para leer música, la misma que puso nombre a las notas. Según la parte de la falange sobre la que se pulse, se escuchará un do, un re, un mi... A partir de ahí, el MIMMAes un hervidero de ritmos y melodías que salen de cada sala donde hay visitantes. A través de pantallas, se puede escuchar cómo suena una vichitra vina o un dilruba, o seguir las instrucciones para tocar una batería o un violín.

Pero para Miguel Ángel Piédrola esto ya se queda antiguo. «El mayor activo de un museo es intangible, es el conocimiento que tiene y que puede poner a disposición del usuario», defiende. Fueron pioneros en el uso de pulseras inteligentes que adaptan la información de las pantallas táctiles según la edad, gustos y procedencia del visitante. «Pero no hay diálogo», mantiene Piédrola, y conseguirlo es el siguiente paso. Para ello necesitan una Kinect, un sistema que interactúa con el usuario a través de una cámara. El ordenador vería y escucharía a la persona que toca el violín, y podría corregirle y rectificar sus movimientos. «Tenemos el prototipo, pero necesitamos presupuesto para poder desarrollarlo completamente», explica. Lo mismo sucede con otra aplicación tecnológica de la que ya cuentan con varias demos: a través de un micrófono, el usuario sería capaz de tocar los instrumentos de cada vitrina con la voz. «Podemos cantarle a la vitrina y que esta nos devuelva esa melodía con los sonidos de los instrumentos en distintos tonos y estilos musicales», detalla. Les falta, eso sí, wifi libre, una carencia que justifican por la dificultad de instalarlo en un edificio histórico como es el palacio de calle Beatas.

El MIMMA es una excepción en esta apuesta por ofrecer experiencias más allá de la contemplación, también su colección se presta a ello; pero Piédrola está convencido de que ese es el camino que seguirán los centros culturales del siglo XXI. «Es un tema que está absolutamente de actalidad en el campo de la museología», afirma. Porque alguien puede querer saber más sobre el autor de una obra, pero a quien está a su lado quizás solo le interesa conocer la técnica. Estas herramientas permitirían ofrecerle a cada uno el contenido que busca.

De momento, la mayoría de los museos malagueños recurren a la tecnología básicamente para aportar un plus de información y accesibilidad. Lo hace la Colección del Museo Ruso, el Carmen Thyssen y el Museo Automovilístico de Málaga a través de códigos QR en las cartelas, un código de barras bidimensional que al escanearlo con una aplicación especial del móvil enlaza a un contenido concreto. Aunque están presentes en el día a día (desde el envase de un producto de alimentación a un libro), su uso aún no está generalizado. «Hay muchas personas que nos preguntan qué es esa mancha que aparece en las cartelas, genera curiosidad», explica Noelia Díaz, del departamento de comunicación del Museo Automovilístico. En este caso, el objetivo del QR es hacer la colección accesible a visitantes con discapacidades sensoriales, conectando a través de este sistema con vídeos locutados y signados.

También el Thyssen ofrece la posibilidad de escuchar la historia que hay tras sus cuadros con una aplicación para móvil (app) que propone un tour por la colección de hora y media de duración. Otro de los recorridos de 40 minutos está adaptado para visitantes con discapacidades auditivas o visuales, con vídeos signados, audios y subtítulos. Tras una introducción sobre el contenido de cada planta, se describen las obras y su contexto. Como una audioguía, pero en el móvil. Otros museos han preferido adaptar sus webs a los dispositivos móviles en sustitución de la app. Es el caso del CACMálaga, que recientemente dio de baja su aplicación al detectar que la página de Internet tenía un tráfico mucho mayor. Aquí solo usan el código QR para obras muy concretas.

La apuesta tecnológica del Museo Picasso también pasa por su web, parcialmente adaptada a los smartphones. Allí la información al uso de la exposición se completa con las posibilidades que ofrecen plataformas como Soundcloud (podcast de audio) y Spotify (música), y con herramientas tipo líneas de tiempo (con el movimiento del ratón se puede seguir la biografía de un artista a través de texto e imágenes). En la actual muestra de Pollock, por ejemplo, la web permite recorrer su vida a golpe de clic y escuchar un extracto de la audioguía. Para José Lebrero, director del Museo Picasso, «sería un error no comprender que una parte importante de nuestra vida comunicativa depende de los entornos digitales», pero advierte: «Hay que ser cuidadosos y reflexionar muy bien para no acabar convirtiendo al museo en un esclavo de la tecnología». De nada sirve incorporar códigos QR en cada obra si lo que se cuenta no enriquece la visión del cuadro, si despista la percepción visual de la pintura o si ralentiza en exceso el recorrido por la pinacoteca. Y, «además de la imaginación, hay que poner inversión económica y no siempre se dispone de ella», puntualiza.

Tecnología para saber si se ha movido un cuadro y quién ha visto una película

  • La tecnología aplicada a la cultura no solo tiene como destinatario al individuo que acude a un museo o a un evento. Los avances facilitan también el funcionamiento interno de las entidades y proporcionan en minutos información que de otro modo se tardaría días en recopilar. Lo saben en la Colección del Museo Ruso y también en el Festival de Málaga-Cine en Español.

  • El departamento de conservación del museo de Tabacalera ha implantado un sistema novedoso llamado Nefercity que, de momento, solo utiliza también el Guggenheim de Bilbao. Se trata de un chip desarrollado por Prosegur que se coloca detrás de la cartela de cada pieza donde está la ficha técnica de la obra y que puede detectar posibles daños producidos por el visitante. Controla diferentes parámetros que advierten, por ejemplo, de si una pieza ha sido tocada o si una vitrina se ha desplazado de su sitio.

  • Los agentes de sala cuentan con una tablet que lee la información de ese chip oculto y envía un reporte diario al email de los responsables de conservación. Es una labor de conservación preventiva que, de otro modo, obligaría a revisar cuadro por cuadro personalmente y de forma periódica. La intención es implantarlo próximamente en el Centre Pompidou y la Casa Natal de Picasso.

  • Acreditaciones del festival

  • La tecnología ayuda también al Festival de Málaga-Cine en Español a conocer los intereses de la industria y de los medios de comunicación. Desde hace tres años trabajan con el Programa GUIA (Gestión Unitaria e Inteligente de Acreditaciones), un sistema informático desarrollado por el propio certamen que permite seguir el recorrido de un acreditado dentro de cada edición del festival.

  • Cada credencial que se expide a profesionales de la prensa, de la industria y a miembros de escuelas de cine lleva incorporado un código QR. Cada vez que acceden a una proyección o pase de prensa, el personal del certamen lee el código con sus smartphones. De esta forma, el festival puede saber al momento, por ejemplo, si un distribuidor ha visto una película o qué medios de comunicación y críticos la han cubierto; y puede facilitar en tiempo real a los responsables de cada filme los contactos de los periodistas que han acudido al pase.

En todos estos espacios hay wifi para el visitante, al igual que en el Centre Pompidou. En el Teatro Cervantes se abrirá a corto plazo, pero solo para compañías y otros profesionales como medios de comunicación que trabajan en el recinto. El principal avance tecnológico en este espacio viene impulsado por la necesidad de hacer el teatro accesible a las personas con discapacidad auditiva: el coliseo cuent con un sistema de bucle inductivo al que se conecta el audífono logrando así un sonido más nítido e inteligible. Más allá de la escena, el Centro de Cultura Activa Pedro Aparicio cuenta con un servicio de documentación y bibliográfico (SADI) con los miles de archivos generados por el teatro en su historia. En breve, se espera que estén alojados en la Biblioteca Virtual de Málaga Cánovas del Castillo y en el agregador de todas las colecciones digitales del Ministerio de Cultura, de manera que se podrán consultar vía web.

Guías de poesía y cine

La libre disposición del wifi es también la asignatura pendiente del Centro Andaluz de las Letras. Pero el refugio de la literaturasí ha sido innovador en una aplicación para móvil dedicada a la poesía. PoetiCAL ocupa distintos espacios de la ciudad con archivos poéticos: los audios en los que diversos autores leen su propia obra se geolocalizan a modo de guía poética sobre un mapa de la zona. A través de la aplicación de navegación de realidad aumentada Layar (disponible gratis para todo tipo de smartphones), podrá escuchar Niño del 40 recitado por el propio Manuel Alcántara o El punto y la línea en la voz de Rafael Ballesteros cuando se aproxime al punto donde se han colocado virtualmente esos versos. Los encontrarán en las inmediaciones del CAL, el Museo Picasso, el Teatro Cánovas y la Biblioteca Pública Provincial de Málaga, «pero ahora estamos ampliando», apunta Juan José Téllez, director del CAL.

También el Festival de Málaga-Cine en Español propone un recorrido singular por la ciudad a través de las películas. Movie Map Málaga sitúa sobre el mapa los escenarios de rodaje más próximos a su localización y los acompaña de fotos, sinopsis y cómo llegar hasta el lugar. Además, descubre al usuario curiosidades como el paso de Anthony Quinn por la calle Larios, la conquista del Castillo de Gibralfaro por Elisabeth Taylor o la anécdota de la detención de Frank Sinatra en el Palacio de la Aduana.

Y solo es el principio. La tecnología abre un campo inmenso de posibilidades para vivir la cultura de otra forma. Pero sin perder la perspectiva: ningún avance recrea la sensación de la contemplación directa de una obra o la complicidad de una visita guiada por un profesional. El cara a cara siempre funciona.

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