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Juego Postal

Juego Postal

Yo guardo todas las postales que he recibido a lo largo de la vida. Los amigos conocen esta debilidad y siempre que salen de viaje me envían alguna desde los sitios más dispares del mundo

José Antonio Garriga Vela

Sábado, 6 de agosto 2016, 00:50

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No voy a revelar su nombre, simplemente diré que trabaja en Correos y siente nostalgia de la costumbre de enviar postales que ha sido eclipsada con las fotos del móvil y el correo electrónico. Cuando encuentra una postal que le atrae de manera especial no consigue reprimir la tentación de llevársela a casa. Antes lee lo que dice el remitente y si no encuentra nada particular la guarda en el bolsillo de la chaqueta con la excusa de que estará mejor en sus manos que en el contenedor de papel. Cuando vislumbra en el texto cualquier detalle íntimo, no lee ni una palabra más y la deposita con delicadeza en el apartado que le corresponde. Yo guardo todas las postales que he recibido a lo largo de la vida. Los amigos conocen esta debilidad y siempre que salen de viaje me envían alguna desde los sitios más dispares del mundo. Al recibirla, la imagen cobra vida y vuelo hacía el lugar de la postal igual que hace todas las noches el empleado de Correos.

Un día descubrí que ciertas postales nunca llegaban. Miraba el buzón una y otra vez hasta perder la esperanza. Lo conté a los amigos y optaron por enviarme dos de cada lugar que visitaban. Lo peor fue que sólo recibía la menos atractiva. Me perdí la mitad del viaje a Berlín, Normandía, Santorini. Hasta que tomé la decisión de cambiar el domicilio postal, aunque no lo avisé a todo el mundo. A partir de entonces dejé de recibir las cartas de Endesa, Hidralia, Gas Natural, Movistar... No me importó en absoluto, al contrario, sentí la liberación de haber roto relaciones con los elementos aburridos de la vida cotidiana. Tampoco echaba de menos las cartas del banco. Ahora solo recibo postales y noticias agradables, cada vez que salgo al extranjero me envío una a la nueva dirección para poner a prueba a los empleados de Correos del municipio donde reside mi otro yo.

No soy rencoroso, pero tampoco olvido. Así que hace un par de semanas decidí investigar la identidad del personaje anónimo que se quedó con la mitad de mis ilusiones. Lo hice con el fin de encontrarlo y proponerle un juego consistente en revelar la doble vida de las postales. Lo que son y lo que pudieron ser, adónde iban y dónde se quedaron. Se trata de escribir un diario de viaje de cada una de las postales que salieron de los lugares de origen con destino a mi domicilio y, sorprendentemente, cambiaron de rumbo. Un extraño incidente provocado por alguien que hasta hace quince días era una persona desconocida y hoy tiene un nombre que no pienso revelar. Cuando pregunté por qué se quedó con mis postales, reconoció haberse equivocado al pensar que yo también las abandonaría y que por eso las tomó en adopción.

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