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El Papa Francisco se dispone a cruzar por la Puerta de la Misericordia a su llegada a la multitudinaria vigilia con los jóvenes en el Campus de la Misericordia de Cracovia. :: Efe
El Papa pide a los terroristas volver a «la senda de la paz»

El Papa pide a los terroristas volver a «la senda de la paz»

En una multitudinaria vigilia bajo una estricta seguridad Francisco pide a los jóvenes no caer en los riesgos de la «sofá-felicidad»

DARÍO MENOR

Domingo, 31 de julio 2016, 01:13

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Cuando en sus viajes al extranjero el Papa tiene un hueco en su agenda hay que estar preparado para la sorpresa. Pese a que va a cumplir 80 años el próximo 17 de diciembre, Jorge Mario Bergoglio tiene una energía desbordante y se concede pocos momentos de descanso. Antes de acudir anoche al Campus de la Misericordia de Cracovia para celebrar una vigilia de oración con 1,6 millones de participantes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), Francisco realizó una breve visita a la iglesia de San Francisco, donde se veneran las reliquias de dos franciscanos polacos asesinados en Perú por guerrilleros de 'Sendero Luminoso' en 1991. En esta parroquia Bergoglio realizó una oración a favor del fin de la violencia y el terrorismo con claras implicaciones al turbulento momento que se vive hoy en buena parte del mundo.

Pidió primero el fin del «destructivo oleaje del terrorismo» y se acordó de sus víctimas, rogando a Dios que les conceda «la recompensa y la alegría eternas». Luego rezó por los heridos, deseando que les llegue el consuelo y que se alejen del «odio y el deseo de la venganza», y también por las familias que lloran la pérdida de sus seres queridos. Finalmente oró a Dios por los asesinos: «Mueve los corazones de los terroristas para que reconozcan la maldad de sus acciones y vuelvan a la senda de la paz y el bien, el respeto por la vida y la dignidad de cada ser humano, independientemente de su religión, origen o estatus social».

Campus de la Misericordia

La preocupación del Papa por la brutalidad también estuvo presente en su discurso en la vigilia de oración en el Campus de la Misericordia. Fue uno de los grandes eventos de esta JMJ junto a la misa que se celebrará esta mañana en el mismo lugar. Los jóvenes llegaron hasta 12 horas antes de que comenzara la ceremonia y muchos de ellos pasaron la noche al raso en esta gigantesca explanada donde se vivió un ambiente similar al de los grandes festivales musicales, aunque pasado por un matiz católico. Fueron controlados por la Policía uno a uno para evitar el riesgo de atentados. «Si pasa algo no será por falta de seguridad», contó José, un peregrino español, quien alabó la buena organización y la abundancia de baños, bebida y alimentos.

En su discurso Francisco añadió una nueva voz al diccionario de 'bergoglismos' del que habrá que echar mano en el futuro para entender este pontificado. Les advirtió a los jóvenes de los riesgos de la «sofá-felicidad». «Es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, ya que poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados mientras otros -quizás los más vivos, pero no los más buenos- deciden el futuro por nosotros», denunció. Como una madre angustiada por ver a su hijo adolescente tirado a la bartola, el Papa reconoció que para muchos «es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá».

«No vinimos a este mundo a vegetar, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, perdemos la libertad», advirtió, subrayando que no hacen falta 'jóvenes-sofá', sino personas «con las botas puestas», pues hoy sólo hay espacio para «jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes». En una muestra más de la preocupación de Bergoglio por los refugiados, uno de los tres participantes elegidos para ofrecer su testimonio fue una siria de 26 años proveniente de Alepo llamada Rand Mittri. Con una bandera de su país sobre los hombros, Mittri relató las terribles condiciones de vida en su ciudad. «Cada día vivimos rodeados por la muerte. Pero como vosotros, cuando cerramos la puerta de casa para ir a trabajar o a la escuela tenemos miedo de no volver a encontrarnos con nuestros familiares».

Francisco deseó que el relato de la chica alepina sirviera para que el sufrimiento de este país árabe no le resultara ajeno a los presentes. «Nada justifica la sangre de un hermano, nada es más valiosa que la persona que tenemos al lado».

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