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Alfredo Hernando, autor de 'Viaje a las escuelas del siglo XXI', posa en la sede de la Fundación Telefónica.
«El aula es para aprender, no solo para escuchar»

«El aula es para aprender, no solo para escuchar»

Alfredo Hernando ha visitado las escuelas más innovadoras del mundo y ha recopilado sus metodologías y enseñanzas en un libro

BORJA ROBERT

Jueves, 11 de febrero 2016, 10:55

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El modelo educativo tradicional padece una profunda crisis existencial. Las clases magistrales, los apuntes, los deberes y los exámenes parecen cada vez más anticuados en la era del teléfono móvil y los vídeos a través de internet. Algunas escuelas, en busca de mejores resultados tanto académicos como personales, han decidido buscar alternativas; metodologías que motiven más a sus alumnos y logren exprimir al máximo el jugo de las horas de clase. A base de pruebas y de implementar proyectos innovadores en el aula han conseguido que sus estudiantes aprendan más y, además, se lo pasen mejor. Alfredo Hernando, psicólogo, pedagogo y entusiasta de estos nuevos sistemas, emprendió un viaje alrededor del mundo para conocer de primera mano muchas de estas experiencias. A la vuelta las ha recopilado en el libro 'Viaje a la escuela del siglo XXI', que ha editado la Fundación Telefónica.

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  • Vea la entrevista con Alfredo Hernando en la web de Sur.es.

Aunque cada escuela innovadora es diferente, Hernando asegura que ha identificado varios elementos comunes a todas, y que estos los convierten en algunos de los mejores centros de enseñanza del mundo. «Uno de estos rasgos, tal vez de los más sencillos, es la capacidad de sus claustros para atreverse a experimentar, a observar y a perfeccionar. Ver qué pueden mejorar, y buscar dentro de su mismo proyecto las soluciones y mejoras necesarias», asegura el pedagogo, que dedicó más de un año a visitar y conocer iniciativas educativas innovadoras en los cinco continentes. «Esa sinceridad de mirar lo que están haciendo y comprender qué es mejorable y tratar de resolverlo me parece muy sana».

Otra cualidad común de las escuelas innovadoras, añade, es su voluntad de compartir con los demás tanto lo que están haciendo como los resultados que obtienen. «No sé si esto garantiza el éxito, pero es un denominador común de los proyectos que he visitado», asegura.

El viaje de Hernando lo llevó a encontrar proyectos que, aunque comparten su apuesta por la innovación educativa, están enmarcados en realidades sociales y culturales completamente diferentes. El recorrido incluye un colegio barco de Bangladesh, escuelas comunitarias africanas, centros públicos y concertados españoles, aulas abiertas y sin asignaturas de modelo nórdico y todo el abanico intermedio. «Pero no creé mi itinerario de visitas de forma aleatoria, ya sabía más o menos lo que me iba a encontrar antes de ir a cada uno de los colegios», afirma el autor, que reconoce que las mayores sorpresas las vivió de vuelta a casa, al descubrir que España también cuenta con proyectos muy innovadores. El libro recoge cuatro ejemplos españoles: los colegios Padre Piquer y Santa María la Blanca en Madrid, y el Montserrat y la escuela Mare de Deu Montserrat en Barcelona.

Adaptarse a cada situación

«Muchas veces, la innovación surge precisamente donde tienen más necesidades, como una manera de adaptarse», asegura Hernando. La clave de la mejora, aclara, está en la voluntad del centro y sus profesores de comprender su propia realidad, proponer mejoras y estar dispuestos a cambiar lo que no funcione. «Puede ser que una escuela en Perú, o en Uruguay, con unas necesidades concretas y unos alumnos determinados, tenga más que ver con un colegio de Aranjuez que lo que éste último tenga que ver con otro colegio en el centro de Madrid», recalca.

El libro tiene tanto de compendio de experiencias como de manual de instrucciones para colegios, institutos, directores y profesores. Está repleto de ideas, explicaciones y anécdotas sobre las escuelas que visitó, junto a resúmenes de sus estrategias de mejora y sus resultados. «Uno de los objetivos de publicarlo era trasladar estas experiencias, hacerlas replicables», asegura el autor. Ni todas hacen lo mismo, ni todas los proyectos se pueden adaptar a cualquier circunstancia, pero todos los centros tienen margen de mejora y capacidad para hacerlo, defiende Hernando.

«Tenemos que entender que la unidad de cambio es la escuela», detalla el autor. «Hay que comprender las necesidades que tiene, las fortalezas del equipo, el potencial con el que cuenta el centro y cómo se adapta al entorno en el que está. En todos los colegios hay profesores y proyectos estrella, y lo que verdaderamente hace falta son constelaciones».

Para lograrlo, defiende, tal vez hace falta cambiar el rol del profesor. «El aula es para aprender, no solo para escuchar», afirma. «El profesor no debería ser el responsable de estar todo el rato contando cosas; no hace falta que exista esa transmisión constante de información».

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