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Videoinstalación ‘Al toro bravo, échale vacas’ de María Cañas.
Diario de una videoguerrillera

Diario de una videoguerrillera

La «saqueadora de iconos» María Cañas agita conciencias con montajes críticos e irónicos que proyecta en Isabel Hurley

Regina Sotorrío

Sábado, 6 de febrero 2016, 00:31

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No muchos se atreven a definirse a sí mismos, pero ella sí: es una «saqueadora de iconos», una creadora de «videodelirios». En definitiva, una «videoguerrillera». La sevillana María Cañas parte del infinito archivo audiovisual disponible on line para construir montajes que «agitan» las mentes mientras pintan una sonrisa en la cara. Con imágenes que coge prestadas, que distorsiona y que mezcla a modo de collage audiovisual, la artista crea un discurso propio y crítico en el que vuelca sus obsesiones y preocupaciones. Hasta el 2 de abril, cinco se proyectan en la galería Isabel Hurley.

¿Su objetivo? «Hacer sospechar de las imágenes y de la información que la televisión y los medios nos lanzan constantemente para ser más libres, creativos y pensar por uno mismo», explica Cañas, que titula su propuesta Contenga multitudes. Risas en la oscuridad abre el recorrido, tres piezas independientes pero unidas por un mensaje común: homenajear a las mujeres libres «que hacen de su capa un sayo y que caminan solas, como yo». Con una música propia de las películas del Hollywood de los 50, se superponen imágenes de Fahrenheit 451, El mago de Oz, Carrie, ¿Qué fue de Baby Jane?, Gilda o La ciudad de las mujeres. Ellas son las protagonistas absolutas, mujeres fuertes que combaten la misoginia y se rebelan contra la imagen de la mujer florero, una actitud que en muchos casos les cuesta la quema pública. Y por eso el fuego derrite algunos de sus fotogramas.

La tecnopatía, esa dependencia absoluta y hasta límites absurdos de la tecnología, es el argumento de La mano que trina. Vídeos que se han hecho virales por la red (como aquel en el que dos adolescentes no saben utilizar un teléfono de rueda de toda la vida) y decenas de grabaciones caseras con niños y animales usando móviles y tablets, son la base del montaje. Aquí la palabra Google se transforma en God, el selfie se convierte en «my religion» y se llega a la conclusión de que «quien ha sido mono siempre lo será». «Deja el móvil, piensa y lee», pide Cañas, que al segundo reconoce que ella es «la primera» que vive esclava del teléfono.

Al toro bravo, échale vacas completa la exposición. Es su particular versión del flautista de Hamelín a la española. Decenas de vacas «raquíticas y serviciales» se acercan a un hombre que, sentado en una silla de plástico, toca a la trompeta un desafinado himno de España. «Representa el ocaso del mito de lo racial y de España como potencia. Es una crítica también a los nacionalismos, al morir o matar por una bandera», explica.

Como también decía Orson Welles, el motor de Cañas es «la contradicción». Porque lo mismo que le da la vida, también «me la quita», dice refiriéndose a su fuente de información (Internet) y a su pasión (la creación). Y por mucho que se rebele contra esta sociedad adicta al móvil, ella tampoco suelta su teléfono. Pero «quedan esperanzas». Al menos en el arte.

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