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Alberto Martín y Bohdan Syroyid posan junto a Elisa Urrestarazu, Cecilia Blanes, Noelia Gregorie y Alicia Ruiz
Cuando el talento da la nota

Cuando el talento da la nota

Los becados por la Fundación Musical Málaga hacen balance de su experiencia en algunas de las instituciones más prestigiosas del mundo

PPLL

Sábado, 9 de enero 2016, 23:55

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Delante de un desayuno algo tardío al fin y al cabo, es fin de semana, Cecilia Blanes recuerda sin esfuerzo el día en que le llevaron a su primer concierto de la Orquesta Filarmónica de Málaga. Tenía cuatro años y, al salir, quería a toda cosa «una guitarra y un palo». Sus padres atendieron el deseo de la niña y poco después empezaron las clases para aprender a tocar ese instrumento que ni siquiera sabía cómo se llamaba. Han pasado 20 años y Cecilia sigue abrazada al violín. «Es cierto que renuncias a parte de tu infancia, pero resulta muy gratificante», deja caer.

Cecilia firmó el año pasado el mejor expediente académico en el Conservatorio Superior de Música de Málaga. Noelia Gregorie lo hizo en 2013; Elisa Urrestarazu, en 2010; Alicia Ruiz, en 2009; Alberto Martín, en 2008; Bohdan Syroyid lo ha hecho este año... Todos comparten mesa en una cafetería frente al palacio de la Aduana. Acaban de posar para el fotógrafo en medio de la calle Alcazabilla y poco a poco se van sacudiendo una timidez que contrata con currículos donde aparecen conciertos en algunos de los auditorios más prestigiosos del mundo.

«Es que soy muy nerviosa... pero cuando cojo el violín, estoy en mi medio, como un pez en el agua», sigue Cecilia, voz cantante en los primeros compases de la cita con los jóvenes intérpretes que han recibido la beca de la Fundación Musical Málaga para completar su formación con cursos de posgrado durante dos años en cualquier institución del mundo.

La fundación enfila su décimo aniversario con el orgullo que haber convertido su beca en un referente ineludible en la formación musical. «No existe un caso similar en España. Hay ayudas, pero están planteadas como préstamos que luego hay de devolver», aclaran. Por contra, el premio de la Fundación Musical Málaga espolea las carreras de los jóvenes intérpretes al fondo nada perdido de su brillante futuro.

Y a la hora de escoger destino, ninguno eligió una institución, un país o un continente. Todos se decantaron a partir de un nombre, del músico del que deseaban aprender. Noelia Gregorie puso rumbo a Lieja para formarse junto al pianista Etienne Rappe, a la sazón pedagogo y director de orquesta. «Había hecho varios cursos con él y cuando accedí al premio lo tuve claro», recuerda Noelia, que sigue estudiando y trabajando en la ciudad belga.

Como Noelia, también ha tenido que buscar oportunidades «fuera» Alma Ramírez, ganadora de la quinta edición del premio promovido por la Fundación Musical Málaga y que responde desde Portugal: «Toco el violín, y con la beca me fui a Nueva York a hacer un máster con el profesor japonés Masao Kawasaki». Alma terminó el máster con una nota de 3,9 sobre 4, ganó el concurso de solistas del Brooklyn College y regresó a Málaga para hacer pruebas en orquestas...

Pero las oportunidades volvieron a surgir «fuera». «Me ofrecieron un contrato en la orquesta de Durban (Sudáfrica) de dos años y un contrato de ocho meses en Faro (Portugal) en la Orquesta Clássica do Sul, el cual acepté por la proximidad y facilidad de incorporación. En marzo gané la plaza definitiva en la Orquestra Clássica do Sul como violin tutti y en octubre empecé un Doctorado (PhD) en Performance (violín) en Sheffield University (Inglaterra) con un proyecto de investigación que me llevará de tres a cuatro años. Por tanto a día de hoy compagino mi trabajo en Faro en una orquesta profesional con los estudios de Doctorado en Sheffield, donde voy una vez cada mes y medio, más o menos», resume la joven violinista.

Viajes de ida y vuelta

Aunque también hay quien ha hecho el camino inverso. O de ida y vuelta. Es el caso de Bohdan Syroyid, ganador del premio convocado este mismo año. A su hermano mayor le compraron un piano que apenas usó «dos semanas». Él empezó a tantearlo, pero la deriva de su país de origen (Ucrania) llevó a su familia a trasladarse a España cuando Bohdan tenía siete años. Su madre, su abuela y él se instalaron primero en Madrid y luego en Puente Genil. Por el camino quedó aquel piano, pero Bohdan siguió practicando en un teclado dibujado sobre un trozo de cartón y cuando con diez años le preguntaron qué quería ser de mayor, respondió al instante: «Compositor».

Así que Bohdan fue devorando cursos hasta finalizar el Bachillerato y el grado superior con 18 años. Ahora medita emplear el apoyo de la Fundación Musical Málaga en ampliar sus estudios en algún país de Centroeuropa, se pone serio cuando reivindica el carácter mestizo de la música y deja salir al niño revoltoso que debió de ser hace no tanto cuando pincha con aire socarrón a varios de sus compañeros de beca y desayuno.

«¡La música tiene que ser impura! Hay que romper barreras... No se nos va a caer el pelo por escribir música para la gente», aboga el joven compositor, mientras dialoga con Alberto Martín, ganador de la segunda edición del premio de la entidad malagueña. Alberto comenta como si tal cosa que acaba de estrenar en el Museo del Louvre una pieza donde mezcla «unos standars de jazz con arreglos para piano y chelo». Y a Bohdan eso le suena de maravilla.

Justo el piano era lo que no quería estudiar Alicia Ruiz, para quien el aprendizaje del violín durante todos estos años ha sido como estar «en un patio de juegos». Alicia ha ampliado esos conocimientos, primero, en Valencia y después en la Escuela Superior de Música de Cataluña de la mano de Eva Graubin. «Cuando te decantas por un profesor, lo haces porque crees que, además de buen músico, es un buen pedagogo», avanza Alicia.

A Elisa Urrestarazu su elección, Marie-Bernadette Charrier, le llevó hasta Burdeos. «Cada experiencia te conduce a otra y así vas creciendo como músico y como persona», defiende Elisa, solista en la European Youth Wind Orchestra y cuyo currículo de premios ocupa un par de párrafos bien nutridos.

Laureles, pero también espinas. Una de las que más duele está afilada por la desconsideración. Resume Cecilia: «Cuando en el extranjero dices que eres músico te equiparan con un ingeniero o un médico; pero en España, casi siempre te dicen luego: Pero, ¿de qué trabajas?».

Y quien da la nota es quien pregunta. Y todo lo que representa.

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