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Los efectos de la rehabilitación se dejan ver sobre esta escultura romana del siglo II d. C. incluida en la Colección Loringiana
El tesoro de los Loring recupera su esplendor

El tesoro de los Loring recupera su esplendor

La gran colección arqueológica se pone a punto en La Concepción antes de exhibirse en el museo de la Aduana

Antonio Javier López

Lunes, 21 de septiembre 2015, 00:30

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Ha dicho la radio que hoy se esperan las máximas temperaturas del país y, sin embargo, bajo la bóveda de hojas verdes corre una brisa capaz de erizar la piel de los brazos hasta un diminuto respingo placentero. En la entrada coloraron hace tiempo una placa formada por 12 teselas de cerámica. Reza: «La Concepción, construida a partir de 1850 por la familia Loring-Heredia». Y 165 años después, los tesoros reunidos por aquel matrimonio del XIX recuperan el esplendor perdido justo en el lugar donde empezaron a formar una de las colecciones arqueológicas más importantes del país, antes de partir hacia el museo del que constituyen su primera piedra artística. Guiños para los amantes de la teoría circular de la historia bajo las copas de los árboles inmensos.

La Casa del Administrador del Jardín Botánico de La Concepción constituye el cuartel general de las tareas de rehabilitación de algunas de las piezas más importantes de la Colección Loringiana, punto de partida de la sección de Arqueología del Museo de Málaga que debe abrir sus puertas a finales de año en el palacio de la Aduana. Eso sí, los plazos marcados por el Gobierno central y por la Junta de Andalucía se antojan más que optimistas. Pero habrá tiempo para esas cábalas. Ahora es el turno del equipo de especialistas que se trae entre manos una labor tan ardua como delicada.

Durante la visita llevan la voz cantante la restauradora Elena García Martínez y la conservadora de museos Arantxa Borraz de Pedro. Ambas trabajan en el Instituto del Patrimonio Cultural Español adscrito al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Ambas reiteran, además, la petición para que aparezca el departamento concreto que supervisa la recuperación: el Servicio de Conservación y Restauración de obras de Arte y Patrimonio Arqueológico y Etnográfico (CROAPAE). Dicho queda.

«Se trata de hacer una restauración integral de los fondos a través de un proceso que parte de un estudio previo de intervención, que pasa por la recuperación y traslado de las piezas y que incluye una memoria y un plan de conservación preventiva prolongado durante el año posterior a la entrega de las piezas al Museo de Málaga», detalla García, directora técnica de la rehabilitación de los fondos loringianos.

De este modo, tres empresas se reparten la recuperación de buena parte de los fondos de la Colección Loringiana, que ronda el centenar de referencias. En el Jardín Botánico de La Concepción trabajan los especialistas de Clave sobre 32 piezas arqueológicas, las de mayor tamaño y peso, algunas procedentes de la Alcazaba de Málaga; las naves del Parque Tecnológico de Andalucía acogen las 38 obras de menor formato a cargo de la firma Ártyco, mientras que la compañía SIT se ha encargado del traslado de las obras.

Entre las tres empresas se reparten un concurso de 359.445,63 euros (142.129,63 euros en el caso de SIT, 118.580 euros para Clave y 98.736 euros para Ártyco) que contempla un plazo de ejecución de ocho meses. Teniendo en cuenta que los contratos se formalizaron entre los pasados meses de junio y julio, las obras de la Colección Loringiana que deben exponerse en el Museo de Málaga no llegarían al palacio de la Aduana hasta principios de 2016. No obstante, tanto el Gobierno central (titular del museo) como la Junta de Andalucía (encargada de su gestión) mantienen por el momento que la reapertura del equipamiento cultural llegará a finales de este mismo año. Tampoco lleva mucho mejor los plazos la Junta, que en junio adjudicó por el trámite de urgencia la recuperación de 94 obras del Museo de Málaga con un periodo de ejecución de siete meses. Así que por ese flanco tampoco salen las cuentas.

A punta de bisturí

Pero en la Casa del Administrador del Jardín de La Concepción nadie quiere pillarse los dedos con las hojas del calendario político. Aquí el asunto es otro y tiene que ver con la precisión y la paciencia. Por ejemplo, un metro cuadrado de escultura puede llevarse entre dos y tres jornadas de concienzuda tarea. Ahora, el restaurador Javier Ghiglione se afana con el bisturí sobre el mosaico romano datado entre los siglos I y II d. C. que poco a poco recupera su brillo original. «Estaba dividido en 17 fragmentos y calculamos que en total mediría unos 17 metros cuadrados», explica Dionisio Olgoso, de la empresa Clave, sobre la pieza encontrada en Cártama y que el matrimonio Loring-Heredia usó para decorar el templete que se levanta en el corazón del jardín botánico a sólo unos metros de aquí.

La primera etapa del proceso de recuperación del mosaico pasa por la retirada de las capas de hormigón y cemento que se colocaron en el pasado para mantener unidos los fragmentos. Materiales poco cuidadosos con la conservación que ahora se eliminan y sustituyen por el mortero de cal y un soporte «rígido y ligero y de última tecnología que se emplea en la industria aeronáutica y en otros sectores», apostilla Elena García.

Ya sobre su nueva base, los restauradores colocan encima de las teselas una gasa mojada para humedecer la superficie y facilitar así la eliminación de los restos de adhesivo. Luego se quita la suciedad «a punta de bisturí» y por último se procede a la limpieza del mosaico, como detalla Olgoso, miembro del equipo de siete personas con el que Clave restaura los tesoros loringianos más monumentales.

Uno de ellos es la Matrona encontrada en Cártama y donada en 1913 al Museo Arqueológico Nacional, que ahora la cede para su exhibición en la Aduana. Desde el Arqueológico Nacional procede la parte superior de esta escultura que gracias a las tareas de rehabilitación volverá a estar de una pieza, unida a las piernas que quedaron en Málaga.

Tratamiento sostenible

La talla de 530 kilos de peso fue usada como «guarda cantón»; es decir, como defensa colocada en la fachada de la finca familiar de los Loring-Heredia para soportar los posibles envites de los carruajes. La historia la cuenta Elena García: «En esta itervención se le da al conjunto de la colección loringiana una unidad que hasta el momento no había tenido».

La restauradora del Instituto del Patrimonio Cultural Español detalla que las grandes esculturas de mármol siguen un «tratamiento sostenible» para eliminar los efectos del paso del tiempo y de su permanencia bajo la intemperie. «Antes de actuar sobre las piezas se han tomado muestras que se han estudiado en la Universidad de Granada», avanza la restauradora, que desgrana los siguientes pasos. Primero se aplica un alcohol que actúa como biocida para eliminar las microalgas y esporas que se han incrustado en la superficie del mármol. El líquido se deja actuar y después se retira con vapor. Las impurezas que aún permanezcan se eliminan a punta de bisturí.

«El paso del tiempo y los agentes biológicos acaban formando parte del carácter de algunas obras», glosa Miguel Ángel Mercado, también de la empresa Clave, quien acota que las esculturas de mármol de la Colección Loringiana han seguido en la mayoría de los casos un tratamiento «muy homogéneo» ya que su deterioro se debe casi siempre a esos mismos factores: los años y los organismos procedentes del entorno natural donde han permanecido las esculturas.

El escenario que se han encontrado los especialistas de Ártyco es bien diferente. En las naves del PTAse recuperan 38 piezas (de ellas, once cerámicas) incluidas en la Colección Loringiana. Seis especialistas trabajan desde finales de julio en un conjunto de obras de mediano y pequeño formato. La mayoría son mármoles de época romana, aunque tam

bién destacan sepulcros árabes y visigodos, como detallan Pilar de Hoyos y Ángel Luis García, de Ártyco, presentes también en la cita en el Jardín de La Concepción.

Intervenciones anteriores

«Algunas piezas ha sufrido intervenciones sucesivas con yeso, cemento o incluso hierro», detalla García, quien aclara que, en esos casos, los primeros trabajos consisten en eliminar los restos de esas actuaciones poco cuidadosas. «Hay obras con capas de ceras o barnices de distintas épocas que también hay que analizar», acota De Hoyos antes de destacar que la tarea «no consiste sólo en intervenir sobre las obras, sino en hacer también un seguimiento de su estado y de su conservación posterior a la entrega para su exhibición en el museo».

Antes de llegar a la Aduana, varias esculturas esperan en el patio interior de la Casa del Administrador. La talla mármol de un oso datada en el siglo II d. C., encontrada en Cártama y procedente de La Alcazaba. Un sarcófago romano hallado en Puente Genil (Córdoba), que por el camino de los siglos había perdido las cabezas de sus protagonistas, ahora rehabilitados. Un monolito marmóreo recobra la palidez mientras un bisturí le cosquillea y deja escapar volutas de suciedad y tiempo. «Cada 10 centímetros cuadrados requieren una técnica diferente», resume una restauradora, casi aliviada cuando la visita termina y al fin puede volver a su tarea.

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