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Domingo Hindoyán, ayer con los jóvenes de la Academia de Estudios Orquestales.
Domingo Hindoyán: «Cuando la música clásica deja de ser considerada de élite, ocurren cambios»

Domingo Hindoyán: «Cuando la música clásica deja de ser considerada de élite, ocurren cambios»

«La música crea armonía espiritual, que es lo que no crea la política», reflexiona el asistente de Barenboim en Berlín

Regina Sotorrío

Miércoles, 8 de julio 2015, 00:50

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No le gusta que le llamen «la mano derecha» de Daniel Barenboim. «Sus dos manos funcionan muy bien, yo soy su asistente», aclara con filosofía. Pero lo cierto es que el director Domingo Hindoyán es una pieza fundamental en la Ópera de Berlín que dirige la batuta argentino-israelí. Estos días ha estado en Málaga al frente de una de las iniciativas auspiciadas por el maestro, la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said. El director venezolano se subió estos días atrás al atril del Auditorio Edgar Neville para dirigir este proyecto que promueve la convivencia y el diálogo en torno a la música. No cree que una partitura cambie el mundo, pero «crea armonía espiritual». Y eso no lo logra la política.

Dicen que las primeras impresiones son las que cuentan. ¿Cuál se ha llevado de la orquesta?

Son unos muy buenos chicos y, sobre todo, están reaccionando muy rápido a todas las exigencias. Y yo soy bastante exigente.

Acostumbrado a dirigir la Ópera de Berlín y la Filarmónica de Londres, estar con jóvenes será un soplo de aire fresco.

Yo comencé con jóvenes en Venezuela y en Suiza. Dirigir orquestas profesionales es fantástico, pero esto es especial. Tienes más ensayos, es más pedagógico y ves la sed y el hambre de aprender de los jóvenes.

Uno siempre se imagina un director de orquesta reputado como una persona mayor. Usted ahora tiene 35 años. ¿Le costó que al principio le tomaran más en serio?

Eso ha cambiado. Hay muchísimos directores jóvenes. Hace diez años otros hicieron el trabajo difícil por mí. Nos respetan mucho, la verdad.

¿Cómo se logra en el atril ese equilibrio entre tener autoridad y ser autoritario?

Solamente con conocimiento. La autoridad hoy en día no se impone, en las orquestas no existe la relación dictatorial. Hay que saber lo que uno quiere, y si uno conoce lo que está haciendo, la autoridad y el respeto se activan de inmediato.

La Fundación Barenboim-Said es un referente de la conciliación entre culturas. ¿Qué puede hacer la música que no haga la política?

La música crea armonía espiritual, que es lo que no crea la política. La orquesta es una comunidad perfecta donde todo el mundo tiene que escucharse, tiene su momento para hablar y donde todos coincidimos, o no, pero de manera concertada. Todo está perfectamente organizado. Esa es la gran diferencia entre la música y otras áreas de la vida, donde la concertación es mucho más difícil.

¿Se puede conseguir entonces más con una partitura que con un discurso político?

No lo puedo asegurar. Pero siempre es bueno que la cultura musical sea promovida por los políticos y haya un conocimiento de cómo favorece a la sociedad el hacer música.

En España nos queda mucho camino por recorrer en ese sentido...

No tengo experiencia aquí. Pero en el momento en el que la música deja de ser concebida como algo de élite, ocurren cambios. De lo contrario, sufre la primera cuando hay recortes o problemas. En Venezuela está considerada como algo social, de primera necesidad. Es algo parecido al fútbol en Brasil. Tenemos 700.000 niños haciendo música clásica. No todos se dedicarán después a ello, pero el niño se enriquece espiritualmente.

¿Y cómo se pude quitar ese aura de elitismo que envuelve a la música clásica? Muchos jóvenes la sienten como algo ajeno a ellos...

El joven, de por sí, no tiene experiencia. Y el joven es fácil de influir. Depende de cómo se le presenta la música clásica. Si se hace de una manera aburrida, siempre con el frac, tickets caros y un repertorio difícil, no van a querer. Cuando se le presenta como algo simpático y divertido donde uno puede crecer o incluso como un proyecto económico, un proyecto de vida, la cosa es diferente.

Ser la mano derecha de Barenboim es un privilegio. Imagino que también un reto complicado.

No soy su mano derecha, sus dos manos funcionan muy bien. Soy su asistente en la Ópera de Berlín, y hay mucho trabajo. El maestro es una escuela, un filósofo, más que un músico. Estás todo el día aprendiendo al más alto nivel de exigencia, pero también es una escuela de vida.

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