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Regina Sotorrío
Martes, 13 de enero 2015, 12:39
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En cada libro, y firmó más de 50, se planteaba un desafío literario, un apuesta formal diferente, le gustaba decir a Ignacio Caparrós. Le atraían los retos. La poesía era su refugio y en los últimos años también era su terapia. Por eso admitía que cada reconocimiento que le daban lo tomaba como un chute de vida, una inyección de positividad que contrarrestaba las otras inyecciones que recibía. Pero con eso no bastaba. El poeta y profesor malagueño Ignacio Caparrós (Málaga, 1955) ha fallecido tras una larga lucha contra el cáncer. Esta tarde, a las 17.00 horas, será enterrado en Parcemasa.
Caparrós deja tras de sí un legado de más de medio centenar de libros, el resultado de 40 años dedicado a la literatura. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla, ganó la oposición a profesor de Enseñanzas Medias en 1981, labor que desarrolló en los Institutos de La Laguna, Jerez de la Frontera, San Pedro de Alcántara y Rincón de la Victoria. En octubre de 1996 fue nombrado director del Centro Cultural Generación del 27, dependiente del Área de Cultura de la Diputación, cargo que desempeñó hasta 1999. Bajo su gestión nacieron los premios de poesía Internacional Generación del 27, Nacional Emilio Prados y Provincial Ibn Gabirol.
Su trabajo ha merecido multitud de galardones. El último le llegó hace apenas un mes, el Premio Juan Bernier de Poesía del Ateneo de Córdoba. Lo ganó por 'Contrastes', un poemario que escribió hace catorce años: Cada libro tiene un destino imprevisible, reflexionaba entonces. Y doce meses atrás, obtuvo el anhelado Premio de Poesía Rafael Morales por 'Los susurros de las piedras'. En su currículum figuran además los reconocimientos Ciudad de Valencia, Ciudad de Archidona, Ciudad de Trujillo, Bilaketa, el Villa de Galisteo y Noctiluca, entre muchos otros.
Siempre ha estado muy vinculado a la vida cultural de la ciudad, colaborando con revistas y diarios; ofreciendo pregones, conferencias y recitales, y participando en catálogos de pintores como Celia Berrocal, Pepe Aguilera, Manolo Fuentes y Pepe Bornoy. Es, asimismo, miembro de la Academia Malagueña de Ciencias y Humanidades Santo Tomás.
Parte de su obra ha sido traducida al portugués, al georgiano, al búlgaro, al árabe, al francés y al italiano. Entre su catálogo, además de las ya mencionadas, destacan 'Heredero del aire' (Alhulia), 'Del desencanto y otras pesadumbres' (Algar), 'La fruta, la mano' (Alhulia), 'La llama rota' (Ayuntamiento de Trujillo, Cáceres) y 'Visión del cataclismo' (Abezetario). Sus versos forman parte también de las antologías 'Veinte poemas de amor' (Cuadernos de Sándua, Córdoba, 1998); '25 poetas en la Casa del Inca' (Montilla, Córdoba, 2001); 'Bilaketa. Poesía' (Aoiz. Navarra, 2003); 'De punta a cabo' (Cuadernos de Caridemo, Málaga, 2003) y 'Después de todo' (Homenaje de Bilaketa a José Hierro. Aoiz. Navarra, 2004).
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