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Carlos Álvarez, Francisco López, Manuel del Campo, Charo Ema y Remedios Navarro.
El mundo de la ópera levanta la voz

El mundo de la ópera levanta la voz

Reclama más calidad y más atención de los poderes públicos en un acto con gestores, artistas y aficionados

Regina Sotorrío

Domingo, 23 de noviembre 2014, 02:29

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Hay público para la ópera en Málaga. Ese mismo que años atrás guardaba largas colas en la puerta del Cervantes para adquirir una entrada no ha desaparecido. Está, sí, pero no dentro del teatro. «Ha ido desertando de la temporada lírica», indicaba Francisco Javier Fernández, miembro del Coro de Ópera de Málaga. Y el motivo quedó ayer claro: el descenso de la calidad. Gestores culturales como Remedios Navarro, directora del Maestranza de Sevilla, y Charo López, gerente del Cervantes; artistas como Manuel del Campo y Carlos Álvarez; y aficionados como Francisco López analizaron el estado de la lírica en una mesa redonda organizada en el Museo Interactivo de la Música (MIMMA) con motivo del XXV aniversario del Coro de Ópera.

«Visto solo desde la óptica del público, hay una necesidad obvia: la calidad crea una afección al trabajo que se realiza sobre escenario», resaltó el barítono malagueño, recién llegado de Sevilla donde el viernes abrió la temporada del Teatro de la Maestranza con Don Giovanni. En esa idea incidió la responsable del coliseo sevillano, que ha optado por reducir cuantitativamente los montajes operísticos con el fin de «preservar la calidad». Eso, unido a recortes en el capítulo de gastos, la rebaja de cachés y la generación de recursos propios, ha permitido a la Maestranza sortear una caída del 56% en las subvenciones.

También el Cervantes ha sufrido duramente el tijeretazo de la crisis, y la ópera «es muy hermosa pero muy cara», apuntó Charo Ema. De contar hace unos años con casi 200.000 euros para programar lírica, el presupuesto hoy apenas roza los 40.000. A esto se suma que el teatro solo cuenta con aportación municipal (la Maestranza implica a cuatro administraciones) y no está especializado: caben todo tipo de espectáculos escénicos y musicales. El resultado es, como admitió Ema, «una temporada lírica débil». «Soy muy consciente de que no es del gusto de casi nadie», reconoció. Admitió que se han hecho «ensayos» que no han funcionado, como la contratación de voces jóvenes o de compañías del Este con producciones «empaquetadas», propuestas ante las que el público se ha rebelado.

Esa desilusión del aficionado es el motivo que algunos aducían para explicar que el Falstaff en concierto que trajo de vuelta a casa a Carlos Álvarez no llenara, pese a la calidad de las voces. Pero para el público hay otro motivo: «La ópera es un espectáculo completo, con escena, vestuario... ¡Y si la siguen haciendo en concierto es porque eso no lo saben!», se quejaba una asistente al debate.

Una cuestión de voluntad

Cierto que no hay dinero suficiente en las cuentas de los teatros, pero para Álvarez el descenso de la lírica es una cuestión también de voluntad política. «A los políticos no les importa la cultura. Y la gestión de la cultura en el ámbito de la política está en manos de no profesionales», lamentó. En ese desinterés de los políticos coincidió Ema, que hizo una «llamada de atención» a las instituciones públicas para que dejen de lado las rencillas de siglas y trabajen a una por la cultura. «A nadie se le ocurriría pensar que como las catedrales son cosas de minorías no las conserváramos. Son los poderes públicos quienes tienen la obligación de conservar este patrimonio inmaterial vivo», dijo Francisco López, presidente de la Asociación Amiga de la Ópera de Málaga y quien fuera gerente del consorcio para la construcción del Auditorio. López defendió la viabilidad y oportunidad del proyecto: «No éramos unos locos ni unos incautos», apostilló.

Uno de los principales defensores de esta infraestructura es Carlos Álvarez, y no dejó pasar la ocasión: «Mientras no tengamos el auditorio en su ubicación original, no vamos a poder tener el desarrollo que requiere nuestra sociedad. Si Málaga se propone como atractivo cultural, la lírica es sin duda uno de los motores».

El músico y crítico Manuel del Campo recordó los tiempos gloriosos de la ópera en la ciudad; años que contrastan con la «preocupación» actual que manifestó Cipriano Campos, vicepresidente del Coro de Ópera. Tanto él como Álvarez desmitificaron la idea elitista de la lírica a la que aludió Charo Ema durante su intervención; y se abrió el debate sobre la conveniencia de la ópera en el cine. Donde no hubo discusión alguna fue en una idea: falta educación desde la niñez. «Es un problema social: la cultura tiene una consideración miserable y no se enseña a los jóvenes a amar un determinado tipo de música», reflexionó Ema.

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