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La obra de la polémica, con el retrato de Don Juan Carlos entre los escombros.
Toral y la metáfora de la abdicación del Rey

Toral y la metáfora de la abdicación del Rey

El artista antequerano muestra una foto de Don Juan Carlos tirada en un contenedor como reflejo de una «cruel realidad»

Francisco Griñán

Martes, 9 de septiembre 2014, 01:38

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Llevaba tiempo rondándole en la cabeza. «Me fascinaba la idea del contenedor», explicaba el antequerano Cristóbal Toral que decidió afrontar definitivamente esta obra para la exposición que estaba preparando, Cartografía de un viaje, y que repasa cuatro décadas de trayectoria. Quería hacer una «metáfora de la vida», de como nos «deshacemos de las cosas que han hecho un servicio cuando ya son viejas», y la actualidad se cruzó con el arte en forma de titular: «El Rey abdica». Así, Contenedor es la obra de Toral que, entre escombros de una casa como sillas o una bañera, incluye dos retratos de Don Juan Carlos. Esta «escultura-instalación», como la define el artista, no ha pasado desapercibida, aunque el autor rechaza la interpretación polémica que se ha realizado de la obra.

«Me han acusado de ser cruel e irreverente, pero la que ha sido cruel con el Rey es la realidad que, en este caso, es además ingrata», explica Cristóbal Toral, que exhibe esta pieza junto al medio centenar de obras que forman parte de la exposición Cartografía de un viaje en el Centro Cultural Tomás y Valiente de Fuenlabrada (Madrid). El artista explica que en su intención no estaba criticar a Don Juan Carlos, ya que a su juicio ha hecho un «servicio extraordinario», pero que pese a ello ha «terminado en el contenedor».

«Estoy seguro de que muchas de las fotos que presidían las instituciones han acabado en el contenedor tras su abdicación», consideró el artista nacido en Torre-Alhaquime (Cádiz) en 1930 pero militante antequerano, que añade que «lo del Rey es una dura realidad por la que vamos a pasar todos cuando dejemos de prestar servicio». «Además, Don Juan Carlos y Doña Sofía siempre han sido muy afectuosos conmigo y he sabido incluso que el Rey tiene una acuarela mía en su habitación», zanja Toral.

Mirando más allá del retrato real, la exposición Cartografía de un viaje muestra en su conjunto una retrospectiva que radiografía especialmente una de las grandes obsesiones del artista: el viaje. Una decisión de la comisaria de la exposición e hija del pintor, María Toral, y que arranca con las piezas que representaron a España en la Bienal de Sao Paulo (Brasil) de 1975 y que concluye el pasado agosto con sus últimos trabajos más esculturales, como piezas ensambladas e instalaciones. Un repaso con el que Toral se identifica ya que parte de la mirada a los «grandes clásicos, como Velázquez, Goya o Zurbarán para llegar a la vanguardia más rotunda», aunque siempre sin perder la «coherencia» de su discurso artístico.

En ese sentido, Toral traza la relación entre una de sus obras de los 70, Emigrante muerto, «en la que aparece una cartera de plástico con documentación de la época franquista y esos mismos objetos personales que aparecen al pie de la valla de Melilla cuarenta años después con otros protagonistas».

Precisamente, la instalación La tierra prometida es otra de las piezas que tampoco ha pasado inadvertida, ya que acerca al espectador las nuevas vallas antitrepa y las famosas concertinas, sobre las que quedan guantes enganchados, zapatos atrapados y camisas rasgadas de sangre tras un intento de salto. «Hay gente a la que se le saltan las lágrimas», constata Toral, que recita la frase de Albert Camus que acompaña a esta instalación: «Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen».

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